Silvia Abril: «Me emociona que Andreu me deje un dibujo con una frase romántica bajo la almohada»

VIRGINIA MADRID

CULTURA

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«Abrazo el paso del tiempo y las arrugas, y cuando me dejen de llamar lideraré proyectos desde un segundo plano», señala la actriz y presentadora, que asegura estar viviendo su mejor momento

15 abr 2024 . Actualizado a las 14:04 h.

«Soy transparente, imperfecta y asquerosamente optimista», nos confiesa entre risas Silvia Abril (Mataró, 1971). La actriz, cómica y presentadora acaba de publicar Pérdidas de risa y sigue con la obra Esperant a Mr. Bojangles. Con el humor como antídoto, esta niña grande buenrollista le planta cara a la crisis de los cincuenta, abraza el paso del tiempo y confiesa que en esta nueva etapa apetece menos el sexo: «La clave es hablarlo desde la confianza y explicarle cómo te sientes y lo que necesitas. Me siento muy afortunada por la pareja que tengo a mi lado», asegura la actriz que el próximo 3 de mayo firmará su libro en A Coruña, en el marco del festival humorístico EMHU. 

 —¿Estás en tu mejor momento?

—Ya puedo decir que estoy en mi mejor momento, y a los 52. ¡Toma ya! Es lo que más feliz me hace. Estoy muy contenta, porque estoy con dos proyectos maravillosos y que me están regalando mucha satisfacción y alegría. Por fin, las mujeres a esta edad estamos dejando de ser invisibles, aunque hay muchas que todavía lo están pasando mal. Pero las cosas están empezando a cambiar poco a poco.

 —¿Cómo gestionas el ir saltando de un reto a otro y a veces tan diferentes?

— Haciendo mucho deporte, porque sufro mucho estrés. Ahora mismo, me estaba mirando en el espejo y me acabo de descubrir una pupa en el labio. Pocas cosas me salen con este ritmo. Pero el deporte y el humor me salvan de todo. Hago «lanzamiento de lanza» (valga la redundancia), recurriendo al humor como salvavidas en el día a día. Y no sabes la de gente que se me acerca por la calle y me cuenta: «He pasado por una depresión, estoy pasando un bache gordo de salud; y tu pódcast y tu libro siempre me sacan una sonrisa». El humor como terapia es maravilloso. Incluso para mí, que tengo esta actitud casi innata, de tomarme la vida un poco a risa, me salva en multitud de situaciones cuando el día se tuerce o se pone gris.

 —En «Pérdidas de risa» lo propones como antídoto contra la crisis de los 50.

—Te confieso que no tuve crisis de los 50 ni de los 40. Otra cosa es que en este libro de autoficción, como yo lo defino, cuente mis cosas desde la risa, la anécdota y la broma. Gracias al humor y a aprender a mirarme al espejo y a decirme: «No. No me voy a hinchar, ni se me va a poner cara de bull dog, ni me voy a pinchar bótox, sino que voy a aceptarme y a quererme tal y como soy. Y voy a ser la nueva Ángela Molina o Geraldine Chaplin, ellas son mi inspiración, me fascinan, con mis arrugas y mis maravillosos años». Estamos perdiendo la costumbre de ver gente mayor, mujeres con arrugas, con sus años en el rostro y en el cuerpo, y eso es muy grave.

 —¿Te asusta el paso del tiempo dedicándote a un mundo donde prevalece la imagen por encima de todo?

—Yo abrazo el paso del tiempo, lo bendigo y digo: «¡Qué maravilla estar aquí y trabajando en esto que tan feliz me hace!». Y cuando me dejen de llamar, lideraré proyectos desde detrás, y también seré muy feliz y me sentiré muy agradecida. Bendito paso del tiempo, de verdad te lo digo de corazón, sentirme viva. Lo único que pido es tener salud, no perder la cabeza.

 —En el libro muestras tu lado más íntimo, hablas desde la maternidad hasta la menopausia. ¿Adiós al pudor?

— Absolutamente, adiós al pudor y a la vergüenza. Es un ejercicio de sinceridad en el que hablo desde el sexo cuando llega esta etapa, pasando por qué pasa con sentir que la maternidad a veces no mola tanto, hasta qué pasa con admitir que somos imperfectas y que nos suceden cosas que a veces no molan demasiado. Creemos una red para nosotras, hagamos tribu y hablemos de esas cosas que nos suceden solo a nosotras, que son diferentes a las que viven los hombres, ni mejores ni peores, distintas, pero vamos a compartirlas. Soy superamante de crear redes de mujeres para apoyarnos entre nosotras.

 —Abordas el tema del sexo durante la menopausia y confiesas que apetece menos. ¿Cómo manejas tú este asunto con tu marido Andreu Buenafuente?

— Hablando de ello desde la confianza y con naturalidad. «Oye, ayúdame tío, porque no estoy, y te lo vas a tener que currar más», (se ríe). Luego, cuando estoy en el lío, soy la que soy siempre, y a por todas. Lo cierto es que la libido baja cuando caen los estrógenos y es un efecto más de este ciclo vital. Y no tengo por qué someterme a un tratamiento sustitutorio, no. Hablemos de ello, contando cómo nos sentimos y lo que necesitamos sin miedo a perder al otro. Tener una pareja al lado con la que se puede hablar de todo es importantísimo y ayuda mucho. Tengo mucha suerte y soy muy afortunada.

 —Tu personaje de la niña de «Shrek» fue un punto de inflexión en tu carrera. ¿Hubo un antes y después?

— ¡Ay sí! Me chifla. Es el personaje que más alegrías me ha dado. Es maravillosa. Y me sucede algo mágico con ella, entro en la niña de Shrek y mi consciencia desaparece. Muchas veces al acabar un sketch pienso: «¿Yo he hecho eso?». Pierdo la consciencia, es un poco peligroso. Me encanta. Además, la gente la adora y a mí me flipa. Por eso, cuando das con un personaje en el que todo brilla a su alrededor, es como un pequeño milagro.

 —Ahora estás triunfando con la obra «Esperant Mr. Bojangles».

— Me ha «suponido» tanto. (Suelta una carcajada por el error gramatical). Me encanta, porque me conecta con la niña que fui y que nunca quiero dejar de ser. Me ha «suponido» (dice entre risas) una experiencia brutal, es como volver al útero, a la madre. Me alucina. Es muy sufrido. La familia lo padece, porque abandono mi casa cada noche, pero a nivel personal, es tan satisfactorio y tan enriquecedor (resopla). Además, cada noche, en el teatro me pego un viaje de cabo a rabo, cronológico, empieza y acaba. En cambio, cuando hago una peli todo se fracciona. Hoy trabajas el principio, mañana toca rodar el final. No hay un orden cronológico. En el teatro sí, y es increíble.

 —¿Cómo fueron las críticas de tu marido Buenafuente y de tu hija Joana cuando vieron por primera vez la función?

—¡Ay, estoy tan emocionada! Aunque me echan de menos por las noches, no se cansan de venir a verme, les encanta. Me hacen unas críticas superconstructivas y bonitas. El otro día mi hija, que tiene 11 años, me dijo: «Mamá, si hicieras esto, se entendería mejor». Decidí aplicar el consejo y fíjate, me gusta más ahora.

 — Y Andreu, ¿qué te dice?

— Se crece. Se llena de orgullo. Le encanta. Algo que es fundamental en la pareja es la admiración hacia el otro y nosotros nos seguimos admirando mutuamente, y eso es muy bonito y enriquecedor.

 —¿De qué te sientes más orgullosa?

—De seguir manteniendo la niña que hay en mí. De ese «suponido» que se me ha escapado en esta entrevista, de mearme de la risa ante un chiste que me pilla desprevenida, de seguir haciendo chiquilladas como cuando era pequeña.

 — Cuenta, ¿cuál ha sido la última?

—¡Ja,ja,ja,ja! Ya sé. El otro día en la estación de Atocha en Madrid, iba con una amiga, a la que adoro, y nos dimos cuenta de que teníamos que subir a la planta de arriba y en ese momento, estábamos en un punto donde todas las rampas bajaban. Y dijo mi amiga Olga: «Tenemos que retroceder». Y yo le dije: «Ay, no». Y arranqué a correr en contradirección por las rampas y venga a reírnos, porque íbamos contracorriente. Fue tronchante. Mantener esas pequeñas locuras de niña a los 52 años me dan mucha alegría, y es de lo que más orgullosa me siento.

 —¿Con qué te emocionas?

— Con muchas cosas. ¡Uf!, (silencio). Que el público llene el teatro cada tarde es tan gratificante. Me emociona que la gente se compre su entrada y acuda al teatro con ilusión por ir a verme. Eso me emociona mucho.

 —¿Qué te provoca un pellizco en el corazón?

— Pues mira, que mi hija Joana se levante y me diga: «Mamá, te quiero». Que Andreu me deje un bonito dibujo con una frase romántica bajo de la almohada. Esas pequeñas cosas me emocionan muchísimo.

 —¿Cómo cargas las pilas?

— En la naturaleza. Me da igual montaña que mar, pero verde, azul, bosques, árboles, flores, eso me llena de energía.

 —Te defines como «metacíclica».

— Eso es. Porque estoy en un ciclo nuevo. Pero ni estoy en pausa ni soy menos (menopausia). Estoy en una etapa en la que tengo cambios hormonales, físicos e incluso mentales y de humor. Abracemos esos cambios con aceptación y humor. Aceptación y regocijo. Y tiremos hacia adelante con los que nos rodean y nos quieren. Estamos vivas, y eso es lo importante.

 —Y cuando se tuercen las cosas, ¿por donde tiras? ¿Cómo reaccionas?

— Me ha pasado muchas veces que las cosas y los proyectos no salen como una espera. Y lo que hago es un ejercicio de autocrítica, no echar la mierda para fuera. No culpar a los demás de nuestros fracasos. Hacer un ejercicio de aceptación, porque quizá no estoy preparada para eso, y tirar adelante. Es una oportunidad para recapacitar, reflexionar, aprender y tomar medidas, pensar: «Quizás tengas que prepararte más», valorar qué ha podido fallar en la medida de lo posible. Soy partidaria de tropezar dos, tres y las veces que haga falta en la misma piedra, y continuar el camino.

 — Viva el optimismo.

— Pues sí. Soy muy happy, asquerosamente optimista, lo siento. No lo puedo evitar.

 — ¿Esa frase que no pierdes de vista en tu día a día?

—Andreu tiene una camiseta que me encanta y en la que se lee: «Soy lo que puedo». Y se ha convertido en mi lema actual. De hecho, es el título de un espectáculo que estoy preparando yo sola y estoy muy ilusionada.

 —¿Cómo es Silvia Abril?

— Soy transparente, imperfecta y asquerosamente optimista. Estoy cargada de defectos, pero desprendo mucha luz. Me encanta disfrutar de las cosas pequeñas, de mi familia, de mis amigos y me entusiasma mi trabajo. Esa soy yo.