Montiana: estado de guerra contra la polilla de la patata

J. C. Gea GIJÓN

GIJÓN

Máximo Braña informa sobre la polilla guatemalteca a los vecinos de Montiana
Máximo Braña informa sobre la polilla guatemalteca a los vecinos de Montiana

El técnico del Principado Máximo Braña anima a cincuenta vecinos a declarar sus plantaciones del tubérculo y «ser los ojos» para detectar la plaga, incluso «sin garantías« de éxito

28 mar 2017 . Actualizado a las 08:58 h.

«Nosotros nos dedicamos a perseguir a los malos de la película, y esta vez son los más malos». El hombre que, en mangas de camisa, habla con autoridad frente a una pantalla donde se proyectan las imágenes de dos insectos alados no pone paños calientes ante el medio centenar de personas que le escuchan con atención. Uno es la palomilla, una vieja conocida de todos los cultivadores de patata asturianos. La otra es la Tecia solanivora, la voraz polilla guatemalteca de la patata. La amenaza invasora. En la pequeña biblioteca del Centro Municipal de Montiana apenas cabe un insecto. Sus habitantes se han movilizado para averiguar cómo evitar que otro se convierta en un vecino más de la parroquia gijonesa. No en vano, todos los presentes, y los que viven en el radio de un kilómetro, son ya habitantes de una «Zona Infestada». 

Es seguramente la reunión más concurrida en mucho tiempo, y una de las que más expectativas -y quizá recelos- ha suscitado en el pequeño enclave entre el monte Areo y la factoría de Arcelor. Máximo Braña, técnico de Sanidad Vegetal de la consejería de Desarrollo Rural y Recursos Naturales del Principado, tiene toda la atención de su público. La aprovechará para ser aún aún más terminante antes de que acabe la reunión de más una hora bien larga (y bien discutida) con los vecinos: «Llevo veinte años haciendo esto, y nunca he visto un patógeno de esta agresividad».

Detectada por dos veces

La mala noticia es que el patógeno en cuestión ha sido detectado por dos veces oculto en los almacenes del vecindario, y que por tanto puede que siga estando ahí mismo: alimentándose, cogiendo fuerzas para el momento oportuno. Escondido y a la espera. La buena noticia es que aún no ha sido encontrado en ningún otro almacén por el momento y que, fuera, la patata «el único alimento de la Tecia», aún no ha crecido lo suficiente como para darle sustento en el caso de que la hubiera. De ahí que haya que adelantarse para encontrarla antes de que sea demasiado tarde. Braña no puede ser más expresivo: «Tenéis que ser nuestros ojos en Montiana».

Su discurso, la situación en general, tiene algo de situación prebélica, de la tensión de aquellos llamamientos a los civiles para extremar la vigilancia ante la infiltración del enemigo tras las líneas en tiempos de guerra. Aunque el enemigo sea tan pequeño y de vida tan efímera como la destructiva plaga que ya ha puesto en cuarentena 37 concejos en Lugo, que ya ha saltado la raya del Eo para extenderse por San Tirso, Vegadeo, Taramundi, Navia y Cudillero en Asturias y que hace apenas una semana asomó -dando un salto geográfico inesperado- en un almacén de Montiana que ya resultan ser dos. Hasta el momento, la recogida de patata afectada supera las 2,5 toneladas.

No fiarse

Ahora se trata de saber quién más podría tenerla y de extremar la vigilancia en la zona. Para ello -enumera Máximo Braña ante los vecinos- es preciso declarar las parcelas plantadas de patata, los almacenes que la guardan, realizar análisis, arrancar donde sea necesario, eliminar el posible tubérculo infestado y tender una red de trampeo para capturar al insecto en el momento en que hipotéticamente emprenda el vuelo. El funcionario muestra dos tipos de trampas de feromonas, que atraen y atrapan a los machos: una de agua y otra, la llamada «trampa delta», una especie de pequeña tienda de campaña con el suelo engomado.

Hay que trampear antes incluso de haber avistado al bicho. No hay que fiarse. A diferencia de otras plagas, no se deja ver hasta que ya es demasiado tarde: «Puedes ver la planta hermosísima, crece, tuberiza y no vais a ver señal de la polilla si no tenéis trampa. Solo vais a verlo cuando tengáis el problema», avisa Braña.

El tiempo -el cronológico y el atmosférico- cuentan ya, y mucho. Hay que anticiparse a la subida de las temperaturas y el crecimiento de las patatas antes de que la Tecia abandone sus cuarteles de invierno, emprenda el vuelo, se aparee y empiece a inyectar sus huevos en en los campos y huertos de patatas de la zona, aprovechando una notable capacidad de vuelo «con un nordeste bueno»: «Ponen entre 150 y 200 por hembra, y prospera el 90 por ciento», asegura Braña. La puesta se realiza «en las grietas para que tenga lo más rápidamente posible contacto con el tubérculo» («Joder, su puta madre», murmura entre dientes uno de los vecinos). Se trata precisamente de que, si eso sucede, la Tecia no encuentre ni una sola patata en Montiana. Así de claro, zanja el funcionario del Principado: «Si no hay patata, no vive». Otros intentos de guerra química -adenovirus, nematodos, trampeo masivo, sulfatados...- han demostrado ser ineficientes en territorios como Canarias, donde la invasora irrumpió por primera vez en territorio español.en 1999 y de donde no ha podido ser erradicada 

Zona Infestada, Zona Tampón

El técnico lleva ya unas cuantas de estas mismas charlas desde que la Tecia saltase la emprendiese también con la patata asturiana. Antes de eso, ya había asistido a otras charlas, más preventivas entonces, en las que la mayoría de asistentes «éramos de la administración». No sucede así ahora ante la alarma desatada por la plaga. Todo el que cultiva un cuadrín de patatas en la Zona Infestada pero también en el entorno inmediato -convertido en Zona Tampón para poner cerco a la expansión de la polilla- quiere saber exactamente qué se ha de hacer, por dónde empezar, cuánto hay que arrancar y por qué procedimiento, si se puede seguir sembrando o consumiendo, cómo se elmina la patata contaminada, cómo ha podido llegar hasta aquí. Y, naturalmente, cómo se piensa compensar el perjuicio, aunque solo sea por lo que costaron las patatas para siembra y el rato que hubo que molestarse en plantarlas. La consejería prevé el pago de 0,30 euros por kilo de patata reutilizada y 0,70 por la certificada. «¿Es libre de impuestos?», se interesa un paisano, equiparando probablemente la voracidad de la Tecia con el celo recaudatorio de Hacienda.

De todo ello informa Braña, entre mucha pregunta, repregunta, toma y daca. Pero el problema esencial es, ante todo, la información previa sobre lo que hay realmente en las 40 hectáreas cultivables comprendidas en la Zona Infestada. «Eso es un problema en Asturias: saber cuánta superficie hay sembrada, y dónde. Nadie sabe nada de eso. Profesionales, que comercialicen y distribuyan, son cuatro amigos. El resto es para autoconsumo», explica el técnico. Esa información no está en el registro de almacenistas que venden para siembra o consumo  o que cobra de la Política Agraria Común (PAC).

Declarar plantaciones

Por eso, además de su encargo de «ser los ojos» en Montiana, el mandado esencial de Máximo Braña es  animar a los vecinos a declarar sus plantaciones, la extensión y sus características, o bien si tienen patatas almacenadas. Ya han aparecido algunas  -afortunadamente, sin Tecia- tiradas en un vertedero ilegal de la zona. Braña predica una moral de emergencia ante la polilla: «Apelo a la gente», «la acción que podemos hacer aquí es buena para todos» (y piensa también en el daño para los cultivadores del resto de Asturias y, más allá, la catástrofe económica que sería para los grandes productores de Castilla-León, por ejemplo): «Pido un esfuerzo de todos; si puede ser inútil, no lo sé, pero creo que merece la pena intentarlo».

La Oficina Comarcal de la consejería se reforzará con algún efectivo para realizar los trámites, que no son sencillos, y menos para un perfil de propietario muchas veces de cierta edad. A sugerencia de una vecina, Braña intentará que el funcionario se traslade al mismo Centro Municipal donde se desarrolla el acto. Parece haber buena voluntad en general. Aunque también se detecta desconfianza. Alguien insinúa que no todos los vecinos estarían dispuestos a informar. Otros piensan en los cultivadores piratas. La mención de los clandestinos da para una ironía a cuenta de la presencia del funcionario que se espera. «Los del Seprona seguro que sí vienen entonces, y con la multa de 3.000 euros».

Máximo Braña no hace caso o no escucha la puya, e insiste: hay que hacerlo, aunque sea como artículo de fe. «Dios quiera que lo que hemos encontrado sea puntual, pero no podemos jugárnosla sin saber cómo está la situación», machaca. Serán «dos años mínimo, y sin garantías», y siempre con la perspectiva de que haya que «acabar conviviendo» con la invasora. Pero mientras tanto, agita otra máxima rotunda: «Si no hay patata, no hay Tecia». Esa es la moral de guerra ahora en Montiana.