Miguel Ángel Tobías: «No hay nada más patológico que vivir una vida que no se quiere vivir»

BEATRIZ PALLAS REDACCIÓN / LA VOZ

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MIguel Ángel Tobías
MIguel Ángel Tobías

El director y productor conduce en La 2 la serie «El Camino interior», un espacio de conversaciones «terapéuticas» sobre el sentido de la vida y la salud mental a través del Camino de Santiago

14 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Miguel Ángel Tobías estuvo a punto de morir tres veces. Dos en África, ahogado en el mar y por un envenenamiento; la tercera en la cordillera de Los Andes, donde anduvo perdido y solo hasta que encontró ayuda. «Estas experiencias han hecho realmente que viva como vivo, haga lo que hago y piense lo que pienso», afirma el productor y director de la docuserie El Camino interior, emitida en Movistar+ y que ahora llega en abierto a La 2 de TVE (domingos, 12 horas). En cada capítulo, transita por el Camino de Santiago con un compañero -el cirujano Mario Alonso Puig, el fallecido neuropsiquiatra José María Poveda, la psicóloga Alejandra Vallejo-Nágera y la montañera Edurne Pasaban, entre otros- con el que reflexiona sobre las cosas importantes y profundas, el amor, la amistad, el miedo, la soledad, la salud mental, la familia, el trabajo, los sueños, la muerte... Asegura que verla cumple una función terapéutica y que puede ayudar a muchas personas.

Conferenciante y escritor, es el creador del programa Españoles por el mundo, autor del libro Renacer en Los Andes e imparte charlas y talleres sobre temas relacionados con el ser humano y el sentido de la vida.

—¿Qué implica hacer «El Camino interior»?

—Cada año, desde hace 16, ruedo un proyecto social, solidario y benéfico. Durante la pandemia, estuve trabajando como voluntario durante sesenta días en una de las residencias con más muertos de España tratando de ayudar. Allí comprendí que las secuelas que la pandemia iba a dejar iban a ser psiquiátricas, psicológicas, emocionales y existenciales. Desgraciadamente el tiempo me ha dado la razón. Entonces pensé: ¿Que voy a hacer para tratar de ayudar? Así creé el concepto de El Camino interior, que, como su propio nombre indica, es un recorrido hacia el interior de nosotros mismos. Y rodamos en el Camino de Santiago, que había estado cerrado más de un año, pero que mantenía la energía de los millones de personas que lo han recorrido durante siglos. Independientemente de las motivaciones con que cada uno lo haga, el Camino te lleva a parar, a pensar y a reflexionar sobre tu vida. Hay un paralelismo entre el camino exterior y ese otro interior que haces al frenar el ritmo.

—¿Adónde nos puede conducir esa reflexión?

—Nos atrapan nuestros miedos, el sistema de creencias que nos ha hecho pensar que no valemos tanto como valemos, que no merecemos más. Traemos eso desde la infancia, unido a los propios traumas infantiles que arrastramos el 100 % de las personas de manera consciente o inconsciente. Por eso quise hacer una serie que abordase todo esto no de una manera ortodoxa, como si estuviéramos en una consulta, sino a través de conversaciones que hacen que los espectadores sientan que vienen caminando con nosotros de manera natural, hablando de todas esas cosas que te afectan y te inquietan.

—¿Cómo eligió a quienes lo acompañaron en el Camino?

—Mi planteamiento fue que los caminantes, así los llamo, que vinieran conmigo fueran personas que tenían que cumplir cuatro requisitos que yo mismo cumplo: que todos fueran gente del ámbito del conocimiento; que fueran conferenciantes internacionales acostumbrados a dirigirse a audiencias; que tuvieran libros escritos y publicados, porque eso te da una conciencia de la densidad de cada persona; y, por último, que todos ellos hubieran atravesado alguna situación tan crítica y tan dura que les hubiera provocado un quiebre total en su vida. Llevé esto a tal extremo que, de los 17 que somos, 14 hemos estado al borde de la muerte. Cuando has pasado por eso has tenido que hacer ese proceso de reflexionar, de repensar la existencia y preguntarte si tiene sentido la vida que estás viviendo. Te das cuenta de que tienes otra oportunidad y sientes una responsabilidad sobre lo que vas a hacer a partir de ese momento.

—¿En qué espectadores ha pensado al dirigirla?

—Cada capítulo tiene mensajes para todo el mundo e interpela a cada uno de los espectadores. Reto a cualquiera que vea la serie a que me diga un solo capítulo que no tenga mensajes directos para él mismo. Nuestras propias reflexiones lo interpelan a que haga las suyas. Toda la serie está enmarcada en el tema de la salud mental en un sentido global, la que permite un ser humano desarrollar una vida con normalidad desde el punto de vista físico, psicológico y emocional. Descubrí hace muchos años que no hay nada más patológico ni que cause más enfermedad y sufrimiento en el ser humano que vivir una vida que no se quiere vivir. Lo que pasa es que, metidos en la vorágine y con la incapacidad y el miedo de mirar hacia dentro, nos vamos cargando la mochila de piedras, miedo, frustraciones y un dolor que no deberíamos tener. Pero no somos capaces ni sabemos cómo vaciar esa mochila que nos va generando agotamiento vital, frustración y que acaba deteriorando ese concepto de salud mental global. Eso que hace que, aunque no tenga ningún problema concreto, no me sienta bien, no tenga paz interior, alegría, motivación... Millones y millones de personas en el mundo están viviendo en automático.

 

—¿Qué reacciones ha percibido en el público a partir de su emisión?

—Cuando se estrenó en Movistar+ empezamos a recibir miles y miles de mensajes de gente diciendo cómo la serie les estaba cambiando la vida. Algunos eran mensajes muy fuertes, que decían que «gracias a la serie no me he suicidado, salí de una depresión o he logrado superar un duelo...» Parados de larga duración que han encontrado trabajo porque ya estaban agotados emocional y psicológicamente y de repente se dan cuenta de que en cada uno de nosotros hay más fuerza de la que creemos. Hay profesionales de la salud mental en España que están utilizando la serie como terapia con sus pacientes.

—¿Cuál es el detonante que puede ayudar a romper ataduras y vencer la incertidumbre?

—Cuando tú te pones a caminar, no sabes nunca cuál va a ser el resultado ni si vas a cumplir tu sueño. Pero si tú sientes que estás atrapado, que estás ahogado en esa vida, que no tienes paz interior, ni alegría, ni ilusión, ni emoción, es el momento de levantarse y largarse de ahí a pesar de la incertidumbre. Toda la gente que ha trabajado con moribundos en cualquier lugar del planeta sabe que todas las personas se arrepienten de lo mismo en el lecho de muerte, fundamentalmente de tres cosas: de no haber pasado más tiempo con los seres queridos, de haber trabajado más de lo que sienten que deberían haber hecho y de no haberse atrevido a intentar sus sueños. Yo tuve la suerte de tomar conciencia de esto a los 19 años por una conversación que tuve con un señor de 85. Lo ayudé a llegar hasta el banco de un parque y, como tenía tiempo y entonces no había móviles, me senté con él. En aquella conversación, que me habría perdido si hubiera tenido un teléfono, le pregunté qué haría si tuviera un botón y al apretarlo pudiera volver a tener 20 años. Yo pensaba que iba a decir que por supuesto que sí. Pero él me preguntó: «¿Para repetir la misma vida que he tenido?». Y yo le dije que sí, porque si no sería otra vida. Entonces me dijo que no, que para repetir la misma vida que había vivido, no. Y me confesó: «Si soy honesto conmigo mismo y pienso en los días en los que me he sentido con paz interior, con alegría profunda, con pasión, con emoción, probablemente no llegarían a tres años». Ese día recibí una lección vital enorme que me ha hecho reflexionar mucho, dedicarme a lo que me dedico y vivir como vivo para tener el mayor número de situaciones que el día de mañana, si vivo muchos años, me hagan apretar el botón.

—¿Cómo y en qué medida ha conseguido vivir con esa paz interior?

—No me atrevería a decir en qué porcentaje, porque esto es un camino que nunca acaba, es un aprendizaje permanente. Pero la diferencia es que cuando tú tienes esto en la cabeza y tienes esta conciencia, aunque la vida te haya llevado a un punto en el que no tienes ni paz interior, ni alegría, ni motivación y sabes que estás donde no tienes que estar, estás muy atento para salir de ahí lo más rápidamente posible. Así que creo que estoy en un porcentaje muchísimo más alto de lo que estaría si no hubiera hecho todo este trabajo de introspección y de reflexión, que es lo que trato de trasladar en la serie para ayudar a la gente. Hay dos herramientas poderosas que podemos utilizar los seres humanos independientemente de nuestras circunstancias y que nos ayudan a acercarnos lo más posible a la vida que nos gustaría vivir. Una es la esperanza, que es imprescindible para conseguir la otra, que es no rendirse. En una situación de vida o muerte la diferencia entre rendirse y no rendirse es la vida.

­—¿Qué ha encontrado de especial el Camino de Santiago capaz de operar esta transformación?

—A principios del siglo pasado se descubrió el concepto de que el corazón tenía neuronas, de modo que cuando en realidad pensábamos que esta nave la comandaba el cerebro resultó que no. La comanda el corazón y debemos fomentar que lo haga y dejar que lo haga, porque vamos a tener una vida mucho más plena y con mucha más luz y con mucho más sentido. Para un porcentaje de gente el Camino tiene un componente religioso, pero el sentido espiritual lo tiene para el 100 %, lo sepan o no. El Camino está impregnado de la energía de millones y millones de personas que lo han recorrido. Lo fascinante es que solo el hecho de ponerte a recorrerlo, independientemente de tus creencias, hace que nos permee esa energía ancestral. Es un camino terapéutico, una máscara de oxígeno que te va a oxigenar desde el punto de vista físico, psicológico, emocional y espiritual, da igual lo que tú creas.