¿Quiere cambiar de mercado eléctrico? Pues ármese de paciencia

David Suárez Alonso
david suárez CINCO UVES DOBLES

OPINIÓN

María Pedreda

30 ago 2021 . Actualizado a las 16:37 h.

Una carta oculta bajo el felpudo abre la caja de Pandora. La enviaba la compañía eléctrica, pero no era una factura. Con una lectura en diagonal ya me saltan las alarmas: final de contrato, renovación automática, nuevas tarifas, precio en hora punta, otro para las valle... Era el momento de tomárselo en serio. Busco una factura y llamo al número de atención al cliente. Me atiende una máquina, marco mi DNI, le explico al robot el motivo de mi llamada y al rato consigo hablar con un agente. Primera en la frente. En realidad yo necesito hablar con el departamento comercial. Anoto el número, marco y repito el proceso. 

Máquina, DNI, le cuento mi objetivo y espero porque todos los agentes están ocupados. Al fin alguien me saluda. Le vuelvo a explicar por qué llamo. Le leo por encima la carta y le digo que quiero que me informe bien de las opciones que tengo. Se explaya un buen rato con las tarifas disponibles, pero no resuelve todas mis dudas. ¿Tengo contratada más potencia de la que necesito? No puede acceder a esos datos, porque eso tendría que preguntarlo en atención al cliente. De todos modos, me dicta una dirección de Internet donde tengo un comprobador, puedo acceder al área de clientes y consultar tanto las tarifas como los nuevos precios. Mientras acabo de copiarla, salto a la siguiente pregunta: ¿Estas opciones son en el mercado libre o en el regulado? Al poco de arrancar su respuesta se corta la llamada. Llevo unos 15 minutos perdidos y no quiero ni imaginar lo que tardaría en recuperar la conversación donde la había dejado. Aparto el móvil y cojo el portátil. Me han puesto deberes para un buen rato: consultar bien las tarifas en su web, comprobar si la potencia contratada es la correcta y, ya que estamos, habría que ver si en la competencia ofrecen algo diferente. A los 10 minutos estoy metido de lleno en el fango. Llego a la misma conclusión que siempre: David, cíñete a lo que has leído en las páginas de Economía, que ellos ya te lo dan masticado.

Así que agarro de nuevo el teléfono y esta vez les comunico que quiero cambiar de mercado. A la máquina le da igual y me pone la misma musiquilla hasta que queda un operador libre. Segunda en la frente. Este número, aunque es para atender a los clientes de la eléctrica, no sirve para los que quieren irse a otro mercado. Para ese trámite, hay que llamar a la comercializadora. Cojo de nuevo papel y me dictan otro 900. Marco, misma voz robótica, misma música, pero el nombre de la compañía ahora es un poco diferente. Tecleo mi DNI, explico el motivo de mi enésima llamada y espero. Al fin me toca. Pero ahora me dicen que ese teléfono solo atiende a los clientes que ya están en el mercado regulado. Ya no puedo disimular mi cabreo. Le explico que llevo ya unos cuantos números y que en todos me remiten a otro. Ella, aunque lo siente, no puede hacer nada. Y me da otro número 900. Yo le ruego si, al menos, me puede pasar directamente para evitar la dichosa máquina. Tampoco es posible.

Cuelgo y vuelvo a marcar. En la pantalla del teléfono ya solo aparecen llamadas a números que comienzan por nueve-cero-cero. Mismo proceso (máquina, DNI, motivo de la llamada...) y una novedad. Esta vez, antes de que consiga hablar con alguien, ya tratan de venderme un seguro, por apenas 15 euros. Si no te interesa pulsa 1. Lo marco. Van casi 30 minutos y todavía no he conseguido hablar con una persona que pueda cambiarme de mercado. Al fin, él coge mi llamada. Se presenta, me pide todos mis datos y me dice que sí, que él sí puede pasar mi contrato al regulado. Resoplo entre agotado y aliviado por atisbar, por primera vez, un final en toda esta ratonera.

Pero el proceso sigue avanzando poco a poco. El código CUPS no se lo coge, la dirección se la repito varias veces y le tengo que dar mi número de cuenta como si me estuviese cambiando de compañía. El programa le va lento. Mientras, me vuelve a intentar endosar el seguro. Cuando le digo que no lo quiero, él, como marca su manual, repregunta: «¿Pero por qué no te interesa?». Doy largas de nuevo. Y entonces, por fin, me pregunta por la tarifa que quiero en el nuevo mercado. Me las explica otra vez, elijo y hacemos una grabación, que ya me avisa que es larga. Que no le interrumpa, porque entonces tendríamos que repetir. Miro el reloj. Contesta alto y claro cuando haya que confirmar los datos personales y aceptar las condiciones, me insiste. Asiento. He perdido media mañana. En medio de la grabación menciona por primera vez la protección de datos. Te la quieren colar hasta en el último segundo. Cuando cuelgo, las llamadas en mi móvil suman 45 minutos. Y esto lo hacen con los clientes, los que les pagamos, y un buen pellizco, mes a mes. No quiero imaginarme cómo será darse de baja.