Ayuso sigue tirando por elevación. Da la sensación de que ha sido ella quien ha organizado la manifestación de los 200.000 por las calles de Madrid contra sus políticas sanitarias. Ayer compareció a primera hora en un desayuno informativo como una estrella y centró su discurso, como siempre, en Sánchez. Ayuso contra Sánchez, fue el título. Hace mucho que a la presidenta de la Comunidad de Madrid le queda pequeña la autonomía. Ir al despacho le debe dar tanta pereza como si fuese presidenta de una asociación de vecinos. Los debates en la Asamblea no la incendian. Son para ella como acudir a una reunión en el portal con los inquilinos del edificio. A Ayuso se le pone el brillo en la mirada cuando asciende y tiene enfrente a Sánchez. Cuando dispara contra la Moncloa, su único enemigo, su enemigo íntimo. ¿Organizaría ella la marea blanca para poder atacar al de siempre? De sanidad dijo poco, apenas que no había médicos y que fueron todos mensajes izquierdistas para acabar con ella: «Sánchez y sus socios, los comunistas. Es una izquierda que busca desesperadamente llegar al poder a través de la agitación y del juego sucio».
Así, ella se centró en Sánchez, su rival. ¿No era el rival de Feijoo? Ella dice que es respetuosa con su jefe de filas del PP, el gallego Feijoo. Pero, mientras Feijoo insistía en azuzar una rebelión en los socialistas moderados que no quieren esa reforma exprés de la sedición y la malversación, la madrileña se saltaba a la torera de las Ventas el asunto de 200.000 personas pidiendo sanidad pública para soltar munición de mucho más calibre contra Sánchez, que no es el gestor de la sanidad madrileña.
En este discurso carnívoro de Ayuso contra el inquilino de la Moncloa, el que queda en mal lugar es Feijoo. Lean. Dice Ayuso tras una protesta de sanitarios por las urgencias: «Sánchez busca imponer un régimen totalitario con exclusión de los que piensan diferente. Y esto va más allá de la desmedida ambición de un mentiroso compulsivo». Y sigue hablando de recetas y de consultorios: «Sánchez está volcado en instaurar una república federal laica de facto en España». La dirigente madrileña, ¿o estatal?, cargó contra la reforma del delito de sedición, para «desmembrar el país». Además dio por hecho que el Gobierno no se quedará en esta reforma del Código Penal, sino que ejecutará también la modificación del delito de malversación para «blindarse en el poder». Todavía fue más lejos Ayuso cuando le preguntaron por esa moción de censura que reclaman Ciudadanos y Vox. Ahí recordó que le correspondía a Feijoo decidir, pero no la negó. Su virulencia verbal con Sánchez revela que las urgencias para ella son solo las de la ambición. Estamos ante la política que no quiere perder la oportunidad de optar a ser la primera mujer que gobierne España, desde la Moncloa, no desde la Puerta del Sol. Es fiel, consigo misma. Ahí terminan sus lealtades.
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