De lectores y comunistas

OPINIÓN

El expresidente estadounidense Donald Trump.
El expresidente estadounidense Donald Trump. GAELEN MORSE | REUTERS

19 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

I. De lectores

Venimos constatando que hay un nutrido grupo de personas que leen habitualmente este periódico, hábito muy ponderable cuando la letra ha sido llevada al crematorio (aprovecho este sustantivo para citar la maravilla que compuso Rafael Chirbes, precisamente bajo el título de «Crematorio»), unos años antes del fin del siglo XX, sin que podamos precisar con más exactitud la década, y menos el año, en el que se inició el proceso de incineración de la Cultura (con mayúscula). Lo que sí tenemos por cierto es que, hoy, no solo es imposible dar machar atrás, sino que en breve la ceniza será todo lo que quede de Ella.

Pondero, pues, a estos lectores que sabemos de su existencia por los comentarios que escriben (escribir es también ya una hazaña) acerca de lo que escribimos los articulistas que aparecemos en este medio digital. Algunos apoyan generalmente las tesis que nosotros defendemos, otros contribuyen a mejorarlas (no se excluyen) y otros las denigran.

Los tres grupos son más que estimados por quien los domingos firma esta columna. Sin embargo, mientras que por nuestra parte procuramos documentarnos, exponer a partir de esa tarea razonamientos congruentes (que, suponemos, los habrá que no son satisfactorios por la cortedad del cerebro que tenemos sobre el tronco y por la ingente cantidad de información que habría que manejar), y siempre, pero siempre, sin recurrir al extremismo, ni a la fraseología tópica de estos. Mientras lo procuramos, atisbamos en el grupo de los críticos (subrayamos: bienvenidos, y gracias) una tendencia al ensañamiento  con ciertos escribidores, entre los que nos incluyen, sin que acertemos a leer entre líneas silogismos, tan siquiera apriorismos, porque al margen del «interlineado» solo queda constancia de una cortedad analítica desoladora, a fuerza de enroques populistas insalubres.

(El daño que están causando al Mundo las renacidas ideologías trumpistas, coincidiendo con una crisis global, a la manera de la exitosa lobotomía de masas hitleriana, es inconmensurable, y de consecuencias catastróficas para la democracia y el humanismo más elemental, y esto acaba de empezar, porque la revolución neoconservadora no cejará en sus metas absolutistas, que el precedente exitoso lo tienen en el tándem Thatcher-Reagan).

Más que para dejar claro, para que quede clarísimo, nosotros ni militamos ni apoyamos a ninguna formación política que entre en el lado «oscuro» por la derecha o por la izquierda. El entusiasmo que nos mueve es, sencillamente, y con pruebas de bulto, denunciar la insoportable desigualdad socioeconómica y la mengua de derechos y libertades, siempre dentro de los parámetros marcados por la Carta Magna. Y tan es así, el respeto hacia ella, como mínimo en lo fundamental (por entero, en todo su articulado, no lo asume constitución alguna, porque están cargadas de buenas intenciones, de idealismos), que, desde el golpe de Estado perpetrado en Cataluña en 2017, hemos denigrado de mil y una maneras a estos individuos, racistas, xenófobos y odiadores. Asimismo hemos censurado al presidente del Gobierno las medidas de «gracia», en absoluto graciosas, que concedió a los condenados, del mismo modo que hemos criticado que el entonces presidente Mariano Rajoy no se atreviese a controlar la radio y la televisión, la enseñanza y la policía autonómicas, claves para la propagación de la aberrante ideología del nacionalismo.

Los excesos de Irene Montero también merecieron nuestro rechazo, que prolongamos por la cerrazón de la ministra y del aparato de Podemos en no taponar el boquete por el que están saliendo los convictos por agresiones sexuales, bien directamente a la calle, bien con reducción de penas. No es relevante sumar más reproches, que se podrán hacer, a podemistas y socialistas para la argumentación presente.  Pero dejando claro un punto básico, del que se ceban la derecha, los ultras y la conexión entre ambos (Ayuso): el Gobierno, obtuso con Cataluña y el País Vasco, cierto, no está sin embargo rompiendo España, la está haciendo más desigual (comunidades de primera, comunidades de segunda), pero en la línea del último Felipe González, de José María Aznar, de Rodríguez Zapatero y de Mariano Rajoy. 

II. De comunistas

Ahora bien, a pesar de que la coalición PSOE-UP ha sido deslegitimada desde sus inicios por el espectro «azul» y por cada vez más ciudadanos en consonancia con el espíritu reaccionario inoculado por Donald Trump, y a pesar también de los desaciertos antes dichos, y los que puedan venir, esa coalición, no va a «romper España», un mantra a tono con el «váyase, señor González» del de las armas de destrucción masiva que tenía Sadam Husein pero que no tenía. En Cataluña no habrá referéndum. Cataluña seguirá en España, Y los desaciertos de la coalición no implican necesariamente que haya comunistas en el Gobierno, que es uno de los arietes más utilizado por el tercer grupo de lectores, acaso para reactivar con espurio el Frente Popular, que regresa cuan espíritu maligno. Es más, el adverbio anterior es innecesario: el Ejecutivo es socialdemócrata (PSOE) y socialista (Unidas Podemos). El Partido Comunista de España, integrado en UP, lleva el «tenebroso» adjetivo, pero es la cruz de la cara de Lenin, Castro o los bolivarianos.

Expliqué hace un tiempo que en la Unión Europea no cabe el comunismo, ni el «rancio», que a juicio de un lector de Zaragoza («ftaj9799») es el que hay en este país (¡?), ni el fresco. Porque no caben nacionalizaciones, expolios a la Iglesia (ella, en su versión española, sí que expolió; ella sí que alienta los movimientos que toman el nombre de Dios en vano para segar avances sociales fundamentales: antes, el divorcio; hoy, el aborto, la eutanasia: la distancia con los ayatolás iraníes no es kilométrica), o expolios a los tenedores de todo (tenedores porque para ellos el expolio es su práctica cotidiana: son espantosos los beneficios de petroleras y bancos que estamos conociendo estos días, beneficios que rompen el techo de cristal de los beneficios en los peores tiempos desde la Gran Depresión de 1929).

Ante este panorama desquiciado a uno le da por pensar que, en efecto, el comunismo existe: el comunismo entre la Iglesia y el Feijoo del que el aborto es un derecho y, ante el toque a arrebato de los muy numerosos fundamentalistas populares y su feligresía votante, que amenaza con irse a Vox, el Feijoo del que el aborto es un derecho por «imperativo» legal y que, por tanto, no es un derecho. Comunismo entre la Iglesia anti papal, o más papista que el papa, el actual, es decir, la reaccionaria Conferencia Episcopal y el naturalmente reaccionario Movimiento Nacional Abascalense. Comunismo entre el Ibex 35, la patronal de los 380.000 euros y de cuantos cuentan con sacos grandes y patrimonios desmesurados. Y, en la acera económica de enfrente, vaya por Dios, el comunismo de porciones de parias, comunes y burguesitos que pasan por el quirófano de los neurocirujanos del «Heil Hitler», apiñados a lo Blas Piñar en la trapisonda del comunismo.

Quienes sostienen con ahínco que desde La Moncloa y del Ministerio de Igualdad, o cualquier otro, o todos juntos, son demonios rojos deben probarlo. ¿O las pruebas ya las presenta cada domingo el tercer grupo de lectores por el derroche que supone la subida del salario interprofesional del 8%, que «enriquece» a dos millones de trabajadores; subida del 8,5% a unos diez millones de pensionistas para que puedan seguir la estela de vida de Antonio Garamendi; las ayudas a las casas frías para que se caldeen unas horas al día y otras diversas, ¿y que incluso así no llegan a todos los esquilmados por los «comunistas» neoconservadores? ¿O es que el incremento del coste de la vida está anudado a los comunistas mal nacidos, los salidos de la pluma de Marx? ¿Es el Reino Unido, en bancarrota, comunista?

III. Desolación

Es desgarrador asistir al aplauso de personas atracadas por el turbo capitalismo; gente que ve la paja en el ojo de la coalición tildándola, con ánimo de afrenta, de socialcomunista (a decir también, falazmente, de un comentarista habitual, de Castrillón, que se hace llamar «mnua»), y no ve la viga en los políticos que sostienen el embudo de la desigualdad absoluta: la parte ancha ceba al cebado y, por la parte estrecha, se alimenta el cuerpo anémico del pueblo lo justo para que no extinga y continúe dando de mamar a sus dueños. Y es desesperante constatar que tantos estén dispuestos a canjear la gratuidad de servicios sociales elementales por políticas privatizadoras que les dejan en la mendicidad sanitaria, por ejemplo, con tal de extirpar el cáncer del comunismo que, no obstante, radiólogo y oncólogo alguno ha detectado y, muy adversamente, instalar en La Moncloa al soporte (PP) de esa desigualdad absoluta y al fascismo (Vox). Porque, ¿quién admira a Bolsonaro y a Trump? ¿Quién es compadre de Le Penn y Orbán?

El pasado jueves hemos conocido los últimos planes de Ayuso en educación (en sanidad son cristalinos): ella misma anunció en un colegio concertado del barrio pijo de Chamberí, donde reside, que incrementará en un 15% las ayudas a este tipo de centros, mayoritariamente católicos, del espectro retrógrado. A la par, este año, el aumento para las escuelas públicas está fijado en un 3,2% y un recorte del 2,5% para los institutos públicos. La justificación que dio la nacionalcatólica madrileña fue que «necesitamos ciudadanos libres» y las «escuelas católicas tenéis una gran responsabilidad». Esto es, defender «su» democracia y «su» libertad de las hordas sociocomunistas. Esto es, la implantación del régimen trumpista: el neofascismo.

El jueves fue un día de grandes noticias para los llanos del pueblo que se tragan el mantra del contubernio judeomasónico y comunista: en paralelo con las políticas de asalto a lo público que, bien, mal o regular, está al servicio de los llanos, se informó que Repsol ha tenido el beneficio más extraordinario de su historia, 4.251 millones de euros, un 70% más que en el ejercicio anterior. Y mientras en países más ricos que el nuestro hay tasas a empresas e individuos que amontonan más y más (en EE.UU., un grupo de mil millonarios ruega a la Administración que les suban los impuestos), aquí, los eficaces divulgadores de ese mantra esgrimen que el impuesto, ridículo, del Gobierno a petroleras, bancos y demás carroñeros, es prueba de ese comunismo que nos llevará a los infiernos.

Esto es desesperante. Porque ya no hay esperanza. Cuando tantos sujetos que apenas pueden alojar unas monedas en sus bolsillos se afanan en hacer rebosar los bolsillos de quienes ya los tienen repletos, y, condenadamente peor, se obnubilan con los mensajes mesiánicos de las sectas ultras, la esperanza desaparece del horizonte.  

IV. Franquismo y fascismo

Sostener, como hace otro lector («aina1597975584», desde Gijón), que en España no hay fascistas por comparación con Anders Behring Breivik y que sí hay comunistas porque EH Bildu «despierta muchos simpatizantes entre la progresía de izquierda», equivale a sostener que Daniel Ortega no es un tirano comunista por comparación con el camarada Stalin. «Aina» ha trazado el contorno y el dintorno de sí, que del entorno nada sabemos.  

La prueba del algodón es la Constitución. Porque, ¿quién amenaza con incinerarla junto con la Cultura? ¿Será el Gobierno con sus indultos y demás concesiones a los insurrectos que, repetimos y repetimos, es un error de calado, pero, repetimos y repetimos, no es comunismo, y es constitucional? ¿No será Vox, en contraposición, la encarnación del franquismo (no, «aina», el régimen de Franco sí fue fascista, aunque usted lo tilde de «franquista»: tanta monta), pues nos avisa Abascal que, de llegar al poder, suprimirá las autonomías, libertades fundamentales, etcétera, etcétera? ¿No es eso rasgar, escupir a la Carta Magna, que es lo que hace la canallesca catalana que encarna a los nevos arios?  

Certifica «aina» que «no hay fascismo en España, ni extrema derecha». Bien, entonces, ¿qué es no condenar el franquismo-fascismo? ¿Qué es negar que no exista el asesinato sistemático de mujeres? Es probable, y lo deseo muy sinceramente, que usted no haya vivido de cerca este horror. O quizá que sea simpatizante de Vox o del PP. Sea lo que sea, sobre sus hombres se yergue el orgullo del rudo. Ahora bien, lo que cuenta de verdad es el subjetivismo autocomplaciente: ¿está usted satisfecho, contento, con su rudeza? Entonces, ¡felicidades!

V. Final

A punto de enviar este texto a La Voz de Asturias, nuevas informaciones del oleaje revolucionario que recorre Occidente para equipararlo al de Oriente. La sanidad primera: desvela el escudero de Díaz Ayuso, Ruiz Escudero, que el modelo de los centros de salud está agotado, que hay que implantar uno novedosísimo por el que los médicos de familia no pintan nada en ellos, que es la enfermería la que debe atender a los pacientes. Esta aberración, por la que tendría que ser llevado ante los tribunales, enlaza con las médicos de familia y pediatras que llevan meses en huelga, reivindicando más personal, más tiempo para cada consulta y más medios. Desde luego, todas las autonomías tienen pocos recursos, pero lo que está pasando en la comunidad de Madrid entra en el terreno de lo criminal. Con el agravante de que comparar el sistema presente con el cubano: ¿calará en la población desinformada, manipulada, la conexión Cuba-comunismo monclovita como argucia para que esconder la privatización sanitaria? No tenemos la menor duda.

A este respecto, la viuda del recientemente fallecido Carlos Saura, Eulalia Ramón, denunció anteayer que, en el Hospital General de Villalba, donde estuvo ingresado el cineasta, la «comida es una mierda (…), los lenguados, asquerosos (…) y que «los enfermos y acompañantes tienen las mantas contadas». ¿Saben ustedes quien gestiona este hospital público?: una empresa privada, que, a su vez, contrata a otras para distintos quehaceres «públicos». Los Chamberís de Madrid están viviendo como pirañas. La carnaza, la nuestra.

Pero aquí no termina la información del imperio avasallador de los ricos sobre los pobres (permítaseme esta simplificación para abreviar). El pepero presidente andaluz, Juanma Moreno, planea privatizar los centros de salud que atienden a más de ocho millones de personas. A quien siga incrédulo ante la demolición de la sociedad del bienestar, aunque esté en horas bajas, sobremanera ahora por la agresión a Ucrania y los muy negativos efectos económicos globales que la acompañan, solo le deseamos que sufra en sí y en los suyos el tormento de estas políticas. Porque la Historia no sirve para nada: vuelve, vuelve, vuelve, vuelve. Pues, entre vuelta y vuelta, se desprecia lo acaecido en la primera vuelta (fascismo y comunismo bestiales). Por consiguiente, a vivirlo de nuevo, y ahora y aquí.

Remato lo que han empezado a matar los matadores profesionales. Carlos Fabra, presidente del PP de Castellón, fue durante 22 años el capo de esta provincia, hasta que en 2013 fue condenado a cuatro años de cárcel por delitos contra el fisco (otras cuatro habían prescrito). Como presidente de la Diputación, cargo a cargo de la dinastía Fabra (su padre y otros familiares lo fueron también) ordenó construir un aeropuerto en Castellón que fue una ruina durante años: sin personal, sin vuelos, y dejó dádivas sustanciales a algunos. Y don Carlos, divino él, le añadió una gigantesca estatua, ¡de él!, a lo Nerón, que, Fabra, no podía ser menos que eso, un emperador (una colosal estatua de Nerón se erigía en las cercanías donde la dinastía Flavia levantó el anfiteatro, el Coloso, de donde viene, como es sabido, el nombre de esta maravilla de Roma: el Coliseo.

Entonces, Juan José Millás nos acaba de recordar una sesión parlamentaria de 2012, en la que Rajoy anunció recortes en las prestaciones por desempleo (o sea, lo mismo que está haciendo la coalición sociocomunista en estos momentos, ¿o no?). Este anuncio fue abucheado por los socialistas, entonces menos comunistas que en el presente porque Podemos no existía, y una hija del Fabra, Andrea, diputada naturalmente del PP, exclamó: «Los pobres, que se jodan». Pues eso, a joderse, camaradas.