Rubiales, del «fúmbol» al «fúrbol»

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

JUAN MEDINA | REUTERS

26 ago 2023 . Actualizado a las 12:42 h.

En su discurso, Luis Rubiales ha dejado claro que lo suyo no se debe al fragor del momento. En realidad, él es así. El problema es el falso feminismo, una gran lacra de este país, asegura. Rubiales. Sociólogo. España se equivoca. Bueno, el mundo se equivoca. Porque este señor hace como si no le llovieran las críticas en el New York Times, The Guardian, el Washington Post, L'Equipe, la BBC... Él, para demostrar que no es machista, lleva a sus hijas a la asamblea. Se queja de su «asesinato social», pero las exhibe en ese circo. Las utiliza para lanzar esa justificación tan barata como manida. ¿Cómo voy a ser machista yo, que tengo madre, que tengo una hermana, que tengo niñas? ¿Homófobo yo? Si tengo un primo homosexual. ¿Racista? Tengo un amigo negro. Tengo, tengo, tengo. Tú no tienes nada. Tengo tres ovejas en una cabaña. Pero ahí estaban los seleccionadores, aplaudiendo con ganas semejantes argumentos. Luis de la Fuente. Y Jorge Vilda, al que Rubiales prometió en directo triplicarle el sueldo (al presidente le faltó sacarse un rulo de billetes con goma de la bata de becerreiro y lanzárselo al técnico). Así, el próximo que llegue tendrá que pagarle a Vilda un buen pellizco si quiere prescindir de sus servicios. Brillante maniobra. Palmas calientes. Estómagos agradecidos. La vieja historia. Esta federación sigue siendo una vaca sagrada de la que maman a gusto las territoriales, los becerros de oro. Solo faltaba Luis Enrique, desde la distancia, calificando la gestión de Rubiales de «sobresaliente» y negándose a opinar sobre la polémica en un ejercicio sublime de cuñadismo. Es como el que habla de ese vecino que acaba de ser detenido por asesinato múltiple y comenta: «Pues siempre saludaba e invitaba a unas cañas». Rubiales bien puede invitar. Dramatiza como si fuera un sacrificio seguir en el cargo, un martirio. Pero mantiene sus ingresos de cerca de un millón de euros brutos al año, con una ayudita para la vivienda incluida, que los alquileres están por las nubes. Ha cambiado el nombre del señorito, pero la Federación Española de Fútbol sigue siendo el cortijo de siempre. Hemos evolucionado del «fúmbol» de Ángel María Villar al «fúrbol» de Rubiales. El problema es que el fútbol femenino (y la sociedad) se les ha ido de las manos. Siempre lo han considerado un apéndice, la agencia de colocación pobre de la federación. Un pequeño balneario en el que no cabían las exigencias. Ahí estuvo casi treinta años Ignacio Quereda, un seleccionador machista y homófobo que vejaba a las internacionales constantemente y que les soltaba perlas como «tú lo que necesitas es un macho». Dimitió en el 2015. Hace nada. Pero parte de esa cultura se mantiene. Con los gestos y las palabras de Rubiales. Y con silencios de otros. Muchos de ellos hacían cola para rasgarse las vestiduras por Vinicius. Ahora callan. Esta asamblea debería ser la zona cero del fútbol español.