Perros de paja

José M. Fernández

OPINIÓN

María Pedreda

17 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

A principios de los 80 del siglo pasado, cuando no había televisiones privadas, ni autonómicas, ni locales, la Segunda cadena comenzó a poner películas de dos rombos en la madrugada de los viernes. Se paraba la emisión y se reanudaba a las 2 de la mañana con una película.

Yo tenía 15 años y en el pueblo, las chicas «mayores», de 17 o 18 años montaron un «teleclú» que tenía televisión. Un viernes, uno de los de mi pandilla consiguió que le dejaran la llave.

Dimos vueltas por el pueblo desierto, nerviosos, hasta que llegó la hora de ver la película. «Perros de paja» de Sam Peckinpah

La película nos gustó mucho. Es una película que te hace sentir la violencia con extrema crudeza. Y con sexo. En aquellos tiempos no había el acceso al porno que tienen hoy los críos. Para mí, no sé para los demás, fue una experiencia pedagógica, que unida a otras muchas posteriores supuso la erotización de la violencia contra la mujer. Si no tienes experiencia de sexo real y no tienes formación que te explique lo que ves, tomarás las películas como la vida real, aquello que debes desear e imitar.

La película construye el relato central sobre una violación, donde la víctima es abandonada como si fuera la culpable. Parece que la verdadera víctima es su marido y no ella. En la película aparece otra chica, casi una niña, que busca sexo con un señor mayor y es asesinada.  Es decir, las mujeres de la película solo sirven para ser objeto de violencia y una violencia que busca ser erótica.

La actriz principal, Susan George, una chavalina de solo 21 años cuando hizo la película, rodeada de hombres mucho mayores, tuvo personalidad para luchar por su imagen y evitó que se vieran aún más desnudos como quería el director. Según sus palabras, el director quería enseñar más carne y ella quería enseñar su inteligencia. Para el director la violación tenía que haber sido aún peor de lo que es en la película.

Hoy es el porno, pero antes del porno se ha hecho mucho cine para que la gente se masturbe en su casa sin perder un halo de intelectualidad. Mira que guay soy que veo a Lars Von Trier y El último tango en París, mira qué transgresor.

Pues no, transgresor es pedir que se derribe la valla de Melilla. Desnudar a una chica joven para regocijo de paisanones ya lo hacían los romanos. Para eso tenían esclavas a las que no preguntaban la edad.

Y sigue pasando. La serie española «Autodefensa», recién estrenada, blanquea la actividad de las «sugar baby», es decir prostitución de mujeres muy jóvenes como hombres mayores. Y dice ser irreverente. No, no es irreverente, es tan viejo como el mundo.

Peckinpah, el director de perros de Paja era un alcohólico, putero y violento que se enzarzaba en peleas durante sus borracheras. No le juzgo, no conozco su historia personal o familiar, pero no podemos romantizar esos comportamientos. Ni el alcohol ni las drogas son una broma. Muere demasiada gente al cabo del año por su causa para que lo trivialicemos. No podemos hablar de Peckinpah y de otros sin ver qué fueron un desastre para ellos mismos y para quienes los rodeaban y que la visión del mundo que nos transmiten deriva de sus problemas personales, no es una mirada genial de la realidad, sino una mirada deformada por sus problemas personales.

Peckinpah, como Bertolucci o Verhoeven, prefirieron su dinero y su capricho por encima de los derechos básicos de las actrices. No las tuvieron en cuenta como trabajadoras ni como personas. No podemos ver esas películas sin ser conscientes de cómo se grabaron.

Esa actitud de esos directores es un síntoma y una causa. Es síntoma de una sociedad violenta con las mujeres y es causa de una socialización que genera comportamientos deleznables y aparentemente leves, pero que es el sustrato de otra realidad tangible y terrorífica. Cada semana se asesina en España a una mujer por su pareja o expareja y se han duplicado en 10 años las denuncias por agresión sexual en España. 11 mujeres son violadas cada día en España.

No solo aquí, claro. En Francia están juzgando a empresas de porno que vendía violaciones múltiples reales. Drogaban a las chicas para someterlas a sus juegos brutales y grabarlos. Y eso vende y da dinero. En Nápoles, unas menores estaban siendo violadas repetida y masivamente por una banda organizada que parece que vendía los vídeos para una red de pederastia. En Tarrasa vivían dos jóvenes pakistaníes que fueron atraídas con engaño a Pakistán y allí asesinadas por negarse a aceptar un matrimonio impuesto por la familia.

Hay dos causas principales para el asesinato en nuestro país, el machismo y las drogas. Sin eso seríamos un país más seguro.

No es un problema más, ni un problema menor. Es el problema.

Y Perros de Paja, como otras, fomenta el problema.

Es necesario abrir reflexiones colectivas sobre cómo éramos antes, de dónde venimos y qué influencia tiene eso sobre el presente. Lo que sale a la palestra pública es pedagogía.

Que se elogie a Berlusconi cuando fallece sin tener en cuenta que había abusado de una menor, es mala pedagogía. Que se acepte que Rubiales, presuntamente, usase dinero de la federación para montar una fiesta con prostitutas muy jóvenes es pedagogía. Una cosa es cancelar una película y otra cosa decir que es maravillosa y no ver en ella nada malo. Eso también es pedagogía.

La política también es pedagogía y nadie en la negociación de investidura está haciendo ni una sola propuesta para fijarse un objetivo de bajada de las agresiones sexuales en los próximos 10 años. Una agenda de trabajo que intente bajar en un 30% las agresiones en 2035, por ejemplo. NI siquiera los que se dedican a reventar los minutos de silencia de las víctimas de violencia machista, esos no tienen ni una propuesta concreta y realista, más allá de montar espectáculos.

La cultura de la cancelación no aporta nada, es una frivolidad que no está saliendo cara. Que alguien con el altavoz mediático de un partido, como es Elizabeth Duval, ataque a una feminista como Najat El Hachmi por ser elegida para ser pregonera de una fiesta en Barcelona, ataca los pilares básicos de la democracia. Por mucho que se discrepe, no es aceptable cancelar a una luchadora de causas comunes, la democracia se basa en aunar esfuerzos desde el respeto a la diferencia.

En los últimos años y Duval es un ejemplo de ello, parece que la política y la acción pública en la sociedad se reduce a generar polémicas en las que posicionarse. Una política de teatro y escaparate.

La política (y la prensa y la sociedad) no debe generar ruido, sino trabajo serio con objetivos mesurables y evaluables. Necesitamos pedagogía para que la gente entienda que venimos de una cultura que hay que transformar radicalmente y sin ninguna nostalgia.