Saltó la sorpresa

OPINIÓN

María Pedreda

12 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Parecía que con la llegada del nuevo año la actualidad informativa iba a estar muy centrada en la ‘depresión aislada a niveles altos’, conocida como DANA, con periodistas en directo desde diferentes puertos de montaña luchando contra el frío, el viento y la nieve, pero saltó la sorpresa con la llegada a las costas gallegas de «pellets» (siempre pensé que eran esas cosas de madera que servían para calentar estufas) con un fuerte olor a gasolina. Ha ayudado bastante el pasotismo y la falta de previsión del gobierno de Alfonso Rueda con este tema (de un buque que estaba a 80 kilómetros de Viana do Castelo [Portugal] cayeron al mar el 8 de diciembre seis contenedores), porque mañana hará un mes que la Xunta conocía la llegada de estos microplásticos a los arenales y no activó alerta ninguna (a diferencia de Asturias/Asturies, que en cuanto se localizaron los primeros casos, se decretó el nivel dos con la que contar con la ayuda del Estado).

La mala noticia, además del vertido y de lo farragoso que será deshacerse de estos «pellets», es el tiempo perdido, porque si se hubiese hecho al comienzo de la crisis hoy estaría controlada la situación (recuerda y mucho a la gestión del PP con el Prestige, primero sin proteger al ecosistema y luego negando la catástrofe medioambiental diciendo que del barco solamente salían «hilillos»). El presidente gallego ha tenido una actitud totalmente irresponsable, más preocupado por no verse afectado por esta crisis que a tomar las decisiones adecuadas para atajar el problema (de hecho, a quienes le pedían que elevase la alerta, les reprochó ‘estar en campaña’). Como gestor se ha equivocado al pasarse muchos días sin actuar y, además, hacer lo posible por no reconocer que necesitaba ayuda cuando se le fue de las manos la crisis ecológica. La duda es si le supondrá un desgaste en las elecciones del 18 de febrero, aunque en mi pálpito está en que no le afectará en absoluto, lamentablemente.

No ha sido una semana tranquila para el ejecutivo nacional. Lo más tenso fue sin duda lo vivido en el Senado (el Congreso está en obras) para aprobar tres reales decretos. Uno de ellos, que promovía Yolanda Díaz, decayó por el voto en contra de Podemos, a quienes les va a costar muchísimo trabajo explicar su camino transfuguista, y más cuando economistas de prestigio están negando que la medida que se iba a aplicar supusiera aceptar un recorte (aunque se pase de manera progresiva a cotizar del 125% de la base mínima [la del salario mínimo] al 100% en 2028. Más bien al contrario, porque los parados de más de 52 años cobrarían a partir de junio hasta 570 euros al mes, no los 480 actuales).

La venganza de haber prescindido de Irene Montero se ha consumado a la primera de cambio, aunque creo que han cometido un error muy grande juntándose al bloque del PP, Vox y UPN. La sorpresa saltó con Junts, que estuvo hasta el último minuto amenazando con tumbar los otros dos decretos, pero finalmente permitieron con sus abstenciones que salieran adelante el llamado decreto ‘ómnibus’ y las medidas anticrisis (entre otras, la revalorización de las pensiones en un 3,8% acorde al IPC).

Lo malo de todo esto es que lejos de tener afianzada y asegurada la legislatura, Pedro Sánchez va a tener que redoblar los esfuerzos para que desde La Moncloa se lleven más negociadas las propuestas si se quiere evitar más riesgos. Es verdad que los consensos serán en ocasiones difíciles de conseguir, y se ha visto de nuevo con la vuelta de las mascarillas a determinados lugares (en centros sanitarios es obligatorio, y en comunidades autónomas como Asturias/Asturies también lo es en farmacias), pero la estabilidad del Gobierno nacional no puede estar en vilo en cada votación parlamentaria, porque cada vez que ocurra algo así se destacará más las debilidades que las fortalezas (que son muchas, porque los dos decretos aprobados han sido una excelente noticia para nuestro país).