Una política olvidada, miembro de un partido casi extinto, aprovecha un problema grave que afecta a toda Europa para atacar a un país vecino.
Hay quien se empeña en volver a ser noticia a costa de lo que sea.
Muchos ya no nos acordábamos de la socialista francesa Ségolène Royal. A tenor de los resultados obtenidos en los últimos comicios a los que concurrió, parece que tampoco ocupa espacio en la memoria de sus compatriotas.
Royal quiso ser presidenta de la República Francesa en 2007. En campaña propuso a los franceses trasladar a su país el «modelo España» del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. El entonces presidente español participó en varios actos electorales en apoyo de la candidata socialista.
—Contenido para una tesis doctoral tendría la relación entre el respaldo de Zapatero a candidatos como el estadounidense Kerry, el alemán Schroeder, el italiano Veltroni o la citada Royal y los resultados obtenidos en las respectivas elecciones—
Para provecho de los franceses, Ségolène fue derrotada por el candidato de la derecha, Nicolás Sarkozy.
No solo sus fracasos electorales han sido portada. Su matrimonio, y posterior divorcio, con François Hollande ocupó páginas de la prensa rosa. Al cargo de ministra que le otorgó a principios de los noventa «el último rey» Mitterrand, la devolvió el propio Hollande, presidente de la República entre 2012 y 2017.
¡Ay, madame Royal! Cuánto más productiva sería una autorreflexión sobre su medio siglo de participación en política y la influencia de esta en la actual situación del Partido Socialista francés.
De juzgar la calidad de la huerta española ya se ocupan los órganos públicos competentes, nacionales y comunitarios, y los millones de consumidores.