Cuatro años sin David Gistau

Álvaro Boro

OPINIÓN

El periodista David Gistau en una foto de archivo
El periodista David Gistau en una foto de archivo Unidad Editorial

13 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuatro años sin David Gistau, tanto tiempo y qué doloroso. Recuerdo perfectamente el momento en el que me enteré de la noticia, quedó grabado en mi cabeza para siempre, como el atentado contra las Torres Gemelas o los trenes de Atocha. Me despertaron de una placentera siesta de domingo con: «Se murió Gistau». Ya sabía que estaba mal, llevaba varios días en la UCI, pero siempre confié en volver a poder leerlo, en escuchar su voz en la radio, en que Garci o Jabois o cualquiera narrase otra divertida anécdota con él. Pero no, no fue así. Sólo me salió decir, con los ojos llorosos: «No somos nada». Y corrí a releer algunas de sus columnas que están entre mis favoritas; esas que recorto -más bien recortaba, porque es algo que casi ya no hago-, guardo en cajas y vuelvo a ellas cuando me apetece o necesito. Se murió a una edad tan temprana y con tanto por decir. Y tanto por escuchar y observar, ¿cómo hubiese contado el devenir de este mundo actual? Pues no lo sabremos jamás, pero sí que lo haría de forma lúcida, brillante y divertida.

Es curioso cómo uno puede llegar a querer tanto a alguien sin conocerle, sólo por sus textos e intervenciones en la radio. Le vi alguna vez, pero nunca intercambiamos ni una sola palabra, tampoco tengo sus libros dedicados. Ahora me arrepiento, y mucho, pero cierto recato y elogio al ídolo hizo que actuase así. Cada vez que me asomaba a sus artículos lo hacía con tantas ganas e ímpetu que él es uno de los culpables de que ahora esté dedicándome a esto, de que ahora pueden leerme.

Se murió a los 50 años, que es una edad malísima para hacerlo. Malísima como lo son todas, pero más esa. No paro de pensar en sus hijos, que crecerán y vivirán lastrados toda su vida por esa ausencia. Les pasará igual que le pasó a DG, a mí y a tantos otros. Porque hay tanto que decir cuando no tienes a nadie, cuando con los años ya no te queda ni un mísero recuerdo de su voz o del tacto de sus manos. Cómo escribió Perez-Reverte: «La vida, que a menudo premia a los canallas y es despiadada y sucia con los seres nobles, se ha vengado de él casi a la misma edad que la de su padre, volviendo a dejar unos hijos muy pequeños, huérfanos sobre una sombra inmensa».

Cuatro años sin él, pero nos queda el consuelo de sus libros, sus textos en prensa, los podcast de sus apariciones en Cowboys o en La Cultureta,  los audios de la radio, los vídeos hablando de cine con Garci y sus charlas que nos ofrece YouTube. Nos queda el consuelo y el auxilio de haberle leído y seguir haciéndolo. Uno siempre vuelve a Gistau con las ganas de que la lucidez con la que él vivía pueda contagiarse, uno vuelve para aprender y ser feliz.