La eterna derrota del Sporting

Emilio Ordiz GIJÓN

SPORTING 1905

Fernández Sporting
Fernández Sporting

Artículo de opinión

11 feb 2017 . Actualizado a las 01:32 h.

Es el momento, ya sí, de movilizarse para que la familia Fernández salga del Sporting. Su legado es todo sombras y solo la espectacular masa social que se agrupa en torno al club puede despejar el panorama

Cualquier sportinguista sueña con que llegue el día en que abra Twitter, la prensa o encienda la radio y la primera noticia sea que la familia Fernández vende el club. Sería una alegría inmensa. La sonrisa de una ciudad y de una afición que lleva más de dos décadas aguantando desplantes, despilfarros y mentiras. Eso en algún momento tiene que desbordar. ¿Estará cerca? Parece que cada vez más, por el bien del Sporting.

Dicen que los hijos se parecen a los padres y eso lo llevan los Fernández al pie de la letra. Uno igual que el otro. Sin tener ninguna formación más allá de la básica en lo que al fútbol se refiere, sin saber qué es y en qué se basa el Sporting y, sobre todo, sin entender que representan a un club que es muchísimo más grande que ellos. Aunque eso no sea complicado. Valen bajezas y comparaciones a través de las redes sociales. Valen incluso insultos aunque aquí no los vayan a leer. Valen. Y valen porque es precisamente eso lo que llevan haciendo veinte años los Fernández. Toman a los aficionados por tontos. Sin saber que de tontos no tienen un pelo.

Muchos hemos llorado con el Sporting de alegría. Ahora estamos más cerca de hacerlo de pena. Lo peor es que lo deportivo pasa a ser secundario al ver el despropósito que supone la gestión. Cierto es que lo primero es consecuencia de lo segundo. Javier Fernández cobra según él porque echa muchas horas. A lo mejor es verdad. Pero si fueran pocas no se notaría la diferencia. A lo mejor lo único bueno para el Sporting es que no echase ninguna. El problema del Sporting son los Fernández, y hay más culpables que ellos: quienes viven bajo su calor.

Es cómodo celebrar un ascenso, cómodo aplaudir un gol, cómodo y hasta gratificante celebrar victorias. Pero la realidad es que el Sporting lleva veinte años en una eterna derrota, que es estar en manos de los Fernández. Este equipo y este club han de ser libres y solo hace falta que nos lo creamos. Somos gigantes, y si hemos podido poner la otra mejilla, también podemos levantar la voz. Es el momento de despertar.