La asturiana que posee dedales de todo el mundo: «De toda la colección solo tengo tres repetidos»
Asturias
Begoña Suárez colecciona desde hace 25 años estas pequeñas piezas utilizadas para proteger el dedo a la hora de coser. Cuenta con dedales de cada uno de los continentes, salvo de Oceanía. Por si fuera poco, posee más de 5.000 marcapáginas. «Ya no compro casi porque veo que se me va de las manos», asegura
03 Mar 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Reunir y acumular objetos puede ser una de las aficiones más placenteras del mundo. Algunas personas recopilan productos debido a exclusividad o por su valor monetario, mientras que otros lo hacen porque les apasiona un tema en concreto o mismamente porque les satisface buscar y adquirir nuevos elementos. Desde monedas hasta sellos, pasando por cromos y chapas, incluidos artilugios antiguos o simplemente los billetes de un avión. Cualquier artículo puede ser objeto de coleccionismo. Begoña Suárez, por ejemplo, colecciona dedales. Esta vecina de Lugo de Llanera de 64 años tiene ya en su haber casi 300 de todo el mundo. «Me falta Oceanía», asegura.
Comenzó adquiriendo estas pequeñas piezas utilizadas para proteger el dedo a la hora de coser después de ir a Francia para asistir al Festival Intercéltico de Lorient. Hasta ese momento, en 1998, la llanerense compraba platos para regalar a su familia a modo de recuerdo. Sin embargo, en dicho viaje una amiga suya le recomendó no comprar más este tipo de souvenirs dado que aparte de «ocupar mucho espacio en la maleta» son muy frágiles, es decir, «pueden romper con mucha facilidad». A partir de ese instante, Begoña decidió comprar dedales en cada sitio que visitaba.
Posee dedales de casi todas las provincias de España. «Me falta Melilla. La tengo entre ceja y ceja pero no soy capaz de encontrar alguno», asegura y señala que, en cambio, de otras comunidades como Madrid o Castilla y León posee una gran variedad. «Tengo muchos pero sí que es verdad que de estos sitios ninguno se repite. De toda la colección iguales solo tengo tres», confiesa. Evidentemente también cuenta con dedales de Asturias, aunque no de todos los concejos. «De Gijón por ejemplo no tengo ninguno», afirma.
De fuera de nuestras fronteras también tiene dedales. Cuenta con estas pequeñas piezas de Francia, Italia, Portugal, Marruecos, Túnez, Estados Unidos, República Dominicana, Argentina, Brasil y hasta de Rusia. «No en todos estos sitios he estado pero como hay familiares, amigos y vecinos que saben que los colecciono pues siempre que viajan me traen alguno como recuerdo. Y es curioso porque no coinciden nunca en traer el mismo», declara agradecida.
Entre los dedales que ella misma compra y los que le regalan, Begoña Suárez cada año incorpora más de una decena a su colección particular. «Como mucho añado 20 porque no viajo tanto y además hay lugares en los que no encuentras ni un solo dedal», asegura. Le encantaría poder hacerse con uno de Melilla para completar, en cierta manera, la colección española. Tiene además «muchísimas ganas» de viajar a Australia para no solo tener un dedal de allí sino para conocer este país oceánico en persona. «Tengo una amplia variedad de libros de una autora que hablan sobre Australia. Puedo visualizar el lugar con lo que ella me cuenta pero me gustaría verlo de verdad», dice.
Colocados por filas en uno de los armarios del salón de tu casa, casi todos los dedales son de tamaño «estándar» pero los hay diminutos como los que pertenecían a su suegra cuando esta era pequeña. Bañados en plata, tan solo tienen unos centímetros de altura. De igual modo cuenta con un dedal que «es más alto de lo normal». «Es de Rusia y si te fijas los colores se diferencia por la raya en dorado que separa a cada uno», detalla sobre esta pieza estrecha y alargada.
Llama también la atención el dedal de madera que tiene un oso tallado. «Es de Proaza», asegura antes de señalar el más colorido, en el que figuran dibujadas varias casas aglutinadas. «Me lo trajeron mis hijos de Argentina», precisa. Posee además «los típicos de barro blanco barnizados con una pegatina» que ilustran aquellos lugares de interés turístico. Aunque en menor cantidad, también cuenta con dedales tallados o pintados a mano.
«Todos tienen un aquel», asevera. No obstante, a los que más cariño le tiene son a los dedales que pertenecían a su suegra. «Tendrán ya más de 70 años porque era de cuando ella tenía cinco o seis años y aprendió a coser. Si te fijas se ve que están usados», asegura nostálgica. El resto de piezas también le remueven, en cierta manera, los sentimientos porque o bien le permiten recordar las vivencias que ha tenido en los diferentes viajes o acordarse de la persona que se los ha regalado. Es por este motivo que le resulta complicado elegir su favorito. «Sí que es verdad que a cuatro o cinco son a los que más apego tengo», aclara.
Begoña no solo colecciona dedales sino que también marcapáginas. Desde que empezó a trabajar como bibliotecaria en la Casa de la Cultura de Lugo de Llanera comenzó a hacer acopio de este fino objeto que indica el punto de lectura. «Acudo también a las quedadas de bibliotecarios para intercambiar y conseguir los que me faltan y hay gente que cuando va de viaje aprovecha y me compra alguno», apunta. Con tamaños y diseños completamente diferentes, en la actualidad tiene una colección con más de 5.000 piezas pertenecientes a editoriales, museos o a artistas particulares.
«Tengo de todos los puntos de España y de fuera de nuestro país también. De Francia, por ejemplo, tengo muchos», asegura. La gran mayoría de ellos los tiene guardados en archivadores con fundas de plástico para que «se pueda ver la parte de delante y la de atrás». Pero debido a la inmensa cantidad, los que adquirió en «los últimos seis años» los conserva en «cajas de zapatos». «Ya no compro casi porque veo que se me va de las manos», confiesa Begoña, quien además posee la habilidad de hacer figuras con libros.
Doblando las páginas del mismo y «sin romperlas» la bibliotecaria de Lugo de Llanera consigue recrear animales, edificios, rostros y hasta el escudo del Real Sporting o del Real Oviedo. Unas reproducciones que son dignas de admirar. Lo curioso de todo es que «el libro no se estropea y se puede leer perfectamente». «Últimamente es a esto a lo que me dedico», señala antes de animar a todo aquel a pasarse por la Casa de Cultura de esta localidad llanerense para apreciar sus trabajos.