La Voz de Asturias

La ola de Sánchez triunfa en el PSOE

Opinión

Eduardo Bayón

22 May 2017. Actualizado a las 12:48 h.

Después de ocho meses, Pedro Sánchez vuelve a ser secretario general del Partido Socialista. Lo hace capitaneando un movimiento de buena parte de las bases socialistas contra las élites políticas del partido, con una victoria contundente e incuestionable y consiguiendo más poder y legitimidad de la que tuvo en su anterior periodo y que finalizó en aquel célebre Comité Federal del 1 de octubre con su dimisión, tras perder una votación sobre el calendario del Congreso que pretendía celebrar. Pero antes de ese Comité, la mitad de la ejecutiva del PSOE había dimitido buscando derrocar de forma chapucera a un Sánchez que había gestionado mal orgánicamente los equilibrios de poder y los egos personales, y al que los bandazos políticos y la falta de peripecia para convertirse en presidente del Gobierno en un escenario muy complejo le habían dejado en la cuerda floja interna.

Cuando Sánchez anunció su candidatura allá por principios de año, quedaba claro que las primarias volverían a versar sobre lo sucedido en aquella sala de la sede de Ferraz y retransmitido en directo para toda España. El debate de ideas y de proyectos políticos se diluyó en la polarización y se centró en las personas en lugar de los programas, con argumentos políticos excesivamente débiles. La quiebra del partido de la socialdemocracia española, a diferencia de lo que está ocurriendo en otros países de nuestro entorno, no era tanto ideológica como si personal y de pugna por el poder, con toques de venganza propios de El Conde de Montecristo.

Ahora bien, en estos meses Sánchez ha impugnado la abstención del PSOE en la investidura y se ha mostrado como víctima de la operación orquestada para conseguirla, mientras tanto construía su mensaje político de la militancia contra la élite y el establishment del partido. Una élite que ha demostrado desconocer a sus bases y que ha evidenciado síntomas graves de vivir en una realidad paralela o en una burbuja. No era la primera vez, tanto con el 15M como con el surgimiento de Podemos, muchos fueron incapaces de ver la realidad y la que se les venía encima a la vez de que no sabían ni querían, analizar los acontecimientos con la sinceridad que requería.

Sánchez tenía el relato y Díaz el aparato que retroalimentaba el relato del propio Sánchez en una estrategia errónea, cuyo marco de referencia era un «nosotros somos el PSOE vs Sánchez», y que tuvo su máxima escenificación en la puesta de largo de Díaz en el acto de IFEMA. Alrededor de ese concepto concretado en el 100% PSOE ha girado toda la campaña de Díaz y en una supuesta capacidad para ganar. A ello sumado de la exhibición del poder orgánico que la apoyaba, lo cual reforzó aun más esa narración de Sánchez, que a su vez contaba con algo de la que la de Díaz adolecía: ilusión y épica.

El calendario eterno establecido por la gestora para la celebración del Congreso, pensando que eso correría en contra de Sánchez, así como el tardío lanzamiento de la candidatura de Díaz, sirvieron para que Sánchez se recompusiese y construyese amplias alianzas con sectores del socialismo alejados del actual poder orgánico.

Como bien he dicho, esas élites que viven en realidades paralelas y que no lo vieron (o no quisieron verlo) venir, primero quedaron en shock con los avales. Tampoco supieron leer las señales que esos datos ofrecían, los menospreciaron levantando sospechas de falsedad para acabar hablando de un techo de Sánchez, al que subestimaban, y que nunca existió, cuando además, por lo contrario el techo era de Díaz, a quien la utilización de todos los medios orgánicos la había dejado con una cifra de avales que en las urnas ha sido incapaz de superar. El voto oculto, por lo tanto, no era de Díaz, sino de Sánchez, y es que quienes se encontraban en federaciones cuyas direcciones apostaban ampliamente y con fuerza por Díaz, optaron por callar y esperar al voto secreto y en urna. No es de extrañar por eso, que Andalucía sea la federación socialista donde Susana ha obtenido peor resultado en diferencia entre votos y avales.

Así, Susana Díaz quien en 2014 no se atrevió a dar el paso y que junto a Zapatero, Puig y Tomas Gómez, en una reunión en un conocido hotel de Pozuelo de Alarcón, impulsasen al entonces diputado raso Pedro Sánchez hacia la secretaría general con el único objetivo de frenar a Madina, ha sido ahora derrotada por un Sánchez que ha acabado de un plumazo con el aura de ganadora de la andaluza, la cual sólo ha sido capaz de imponerse en su propia federación.

Pero no sólo la candidatura de Susana con una estrategia nefasta (basta ver su presentación del programa cuatro días antes de la votación) ha fracasado, también lo ha hecho la de Patxi López, quien se lanzó el primero de todos a la aventura de las primarias, empujado por los Cesar Luena, Óscar López y compañía, esperando desactivar cualquier retorno de Sánchez al que ya daban por amortizado y con el objetivo de si no ganar, si tener margen de maniobra suficiente como para volver a la casa común del reparto de poder orgánico. Así pues, la candidatura de López también es una gran derrotada de estas primarias socialistas, en las cuales en ningún momento encontró ni tuvo capacidad para hacerse hueco entre las dos posiciones antagónicas de Sánchez y Díaz.

La ola de Sánchez se ha llevado por delante a los Zapatero, González, Guerra, Madina, etc., pero también a los Javier Fernández, Ximo Puig, Lambán, García Page o Fernández Vara, quienes quedan en una delicada situación interna a la espera de los congresos autonómicos que protagonizarán la siguiente batalla en el seno del PSOE y que a buen seguro acabarán con la salida de más de uno de ellos.

Sánchez tiene ahora plenos poderes otorgados por el resultado obtenido, aunque en la práctica deberá lidiar con un grupo parlamentario en el que sus partidarios son minoría y al cual él no pertenece. En esta ocasión, su éxito o su fracaso será esta vez sólo de él, que sepa gestionar el capital político que la militancia indignada le ha entregado, está por ver. Lo que ya está claro al menos, es que esa militancia ha preferido aventurarse a un nuevo comienzo desconocido para el socialismo español que continuar en el colapso que se instaló el partido desde la época de Zapatero.


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