El magisterio en pie
Opinión
18 Jun 2025. Actualizado a las 05:00 h.
A quien crea que el profesorado de Asturias está bien pagado y que goza de vacaciones exageradas, además de las enormes ventajas de todo funcionario, será inútil argumentar que tienen todo el derecho a declararse el huelga y a exclamar que están hartos.
Quien ejerce la noble y poco valorada profesión de docente, cada día que se dirige a su trabajo se encontrará con grupos de niños y niñas, en el mejor de los casos de similar de edad, pero muy distintos entre sí. Habrá quien tiene déficit de atención, otros son de procedencia extranjera, otros tienen sus capacidades sin llegar a desarrollar y los profesores han de atender a cada uno específicamente. Es su obligación. Los docentes de las etapas obligatorias están muy alejados del tradicional profesor de universidad que expone su tema y se va.
La sociedad actual exige que la escuela abarque un sinfín de materias. Se ha de evitar la discriminación por sexo, religión u origen; si bien los centros privados son eminentemente clasistas. Hay que fomentar hábitos de nutrición sanos; mientras la comida basura inunda el día a día. La democracia se fomentará practicándola de forma cotidiana; luego se ataca desde múltiples frentes. La solidaridad primará sobre el egoísmo; aunque competimos con el vecino pisándole, si es preciso. Todo ese se exige a los docentes, y además que instruyan en matemáticas y geografía.
Al margen de lo que ocurre en el seno de las aulas, está la presión de las familias, puesto que en todas y en cada una solo hay genios y santos. Si los hijos no obtienen el rendimiento deseado la culpa es de los profesores, jamás de los hijos.
Y para colmo está la pesada carga de la administración que maltrata a la profesión docente. Si, si, los maltrata, no ahora, desde siempre. Antes para poner de manifiesto las penosas condiciones de un trabajador se decía que pasaba más hambre que un maestro de escuela. Hoy no se pasa hambre física, pero ni en remuneración, ni en reconocimiento social reciben un trato justo con su labor. Se les asfixia con exigencias disparatadas; todo ha de ser documentado y evaluable. Claro que para que ese reconocimiento se diese sería necesario que la educación estuviese en el primer plano de las atenciones de la administración, y eso lamentablemente no se da.
El gobierno asturiano hace gala de su propia vía fiscal, diferenciadora de otras comunidades; eso está bien. Falta, para ser verdaderamente distintos, que los recursos se dediquen con preferencia a dotarse de una educación de primera. Pero eso no sucede, por eso se han teñido de camisetas negras las calles, para expresar el hartazgo. Una comunidad que menosprecia a los educadores es una comunidad mediocre.