¡Paremos el genocidio!: ¡Esto no es una guerra, esto es terrorismo!
Opinión
20 Sep 2025. Actualizado a las 23:15 h.
«No matarás», proclama el quinto mandamiento de la Ley de Dios. Como creyentes en el Dios que «ha venido para que el hombre tenga vida y la tenga en abundancia» (Jn 10,10), no podemos permanecer calladas/os ante una situación que clama al cielo y exige justicia frente a la barbarie y genocidio al que está siendo sometido el pueblo palestino. Más de 65000 personas asesinadas en menos de dos años (en su mayoría en la Franja de Gaza); de ellas, 20000 niñas/os, 1600 trabajadores sanitarios intentando salvar vidas en condiciones extremas, más de 250 periodistas que hacían visible la tragedia y, al menos, 300 trabajadoras/es de la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA).
Según estudios independientes, el 70% de la población fallecida en edificios residenciales o viviendas son mujeres y niños; súmese a ello el uso, por parte de Israel, del hambre como arma de guerra que, según Médicos Sin Fronteras, explica por qué el 25% de niñas/os entre 6 meses y 5 años, mujeres embarazadas y lactantes muestran signos de desnutrición, sin olvidar el indiscriminado ataque contra población civil en puntos de distribución de alimentos. Añádase la destrucción sistemática de infraestructuras -hospitales, escuelas, casas, carreteras...- imprescindibles para una vida digna y la política de nuevos asentamientos judíos en tierra palestina («¡Ay, los que juntáis casa con casa, y campo con campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país!: así ha jurado a mis oídos Yahveh Sebaot: ¡han de quedar desiertas muchas casas grandes y hermosas, pero sin moradores!»: Is 5,8-9.)
Nos impacta la imagen de familias destrozadas, niñas/os muertas/os («Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; pues yo os digo que en el cielo sus ángeles contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial»: Mt 18,10-11), rostros angustiados de una población indefensa e impotente sobre un fondo de escombros y destrucción, ejemplo de cómo la población civil es víctima de decisiones y acciones de las que no es responsable. Como creyentes, a la luz de la Constitución «Gaudium et Spes» (Concilio Vaticano II) :«Toda acción bélica que, sin discriminación alguna, tiende a la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones con sus habitantes, es un crimen contra Dios y contra el mismo hombre, que se ha de condenar con firmeza y sin vacilaciones», no podemos permanecer equidistantes o mantenernos neutrales pues, ante dramas de tal magnitud, ante una política tendente a expulsar y/o exterminar a todo un pueblo, esa actitud nos convertiría en cómplices del verdugo.
Exigimos a los Organismos Internacionales, a los países miembros de la Unión Europea («Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca»: Ap 3,15-16) y a todas las confesiones religiosas e Iglesias, especialmente a nuestra Iglesia de Asturias, una palabra firme, una denuncia clara, una toma nítida y enérgica de postura y decisiones coherentes respecto al estado de Israel para detener este genocidio llevado a cabo, paradójicamente, por quien, trágicamente, también lo ha sufrido; porque no hay genocidios de primera o segunda: todos deben ser denunciados, reprobados y combatidos.
Valoramos la generosidad y el inspirador testimonio de todas las personas que de diversas maneras, denuncian esta terrible situación y hacen todo lo posible por revertirla. Encarnan la imagen viva del espíritu de las Bienaventuranzas («Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados»: Mt 5,6).
Para finalizar queremos mostrar nuestra solidaridad, en especial, con las mujeres y los hombres que forman parte de la Flotilla Global Sumud (GSF) en su intento de llevar por mar ayuda humanitaria a Gaza y romper el bloqueo impuesto por Israel sobre la Franja. Ellas y ellos nos reconcilian con la posibilidad de un futuro asentado sobre la base de una humanidad que decide recorrer y construir la senda de los Derechos Humanos frente a la barbarie y la destrucción. Ellas/os ejemplifican la generosa respuesta a las palabras de Pablo VI: «¡Nunca jamás guerra!, ¡nunca jamás guerra!» (discurso ante las Naciones Unidas -4 de Octubre de 1965-), de Juan Pablo II: «A todos en nombre de Dios y en nombre del hombre: ¡no matéis!, ¡no preparéis a los hombres destrucciones y exterminio!, ¡pensad en vuestros hermanos que sufren hambre y miseria!, ¡respetad la libertad y la dignidad de cada uno!» (Encíclica «Redemptor Hominis» -1979-) y al grito del Papa Francisco que, la víspera de su muerte, Domingo de Pascua, 2025, dijo: «Pienso en la población de Gaza (...) donde el terrible conflicto continúa causando muerte y destrucción y creando una situación humanitaria dramática y deplorable».