¡Paremos el genocidio!: ¡Esto no es una guerra, esto es terrorismo!
OPINIÓN
«No matarás», proclama el quinto mandamiento de la Ley de Dios. Como creyentes en el Dios que «ha venido para que el hombre tenga vida y la tenga en abundancia» (Jn 10,10), no podemos permanecer calladas/os ante una situación que clama al cielo y exige justicia frente a la barbarie y genocidio al que está siendo sometido el pueblo palestino. Más de 65000 personas asesinadas en menos de dos años (en su mayoría en la Franja de Gaza); de ellas, 20000 niñas/os, 1600 trabajadores sanitarios intentando salvar vidas en condiciones extremas, más de 250 periodistas que hacían visible la tragedia y, al menos, 300 trabajadoras/es de la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA).
Según estudios independientes, el 70% de la población fallecida en edificios residenciales o viviendas son mujeres y niños; súmese a ello el uso, por parte de Israel, del hambre como arma de guerra que, según Médicos Sin Fronteras, explica por qué el 25% de niñas/os entre 6 meses y 5 años, mujeres embarazadas y lactantes muestran signos de desnutrición, sin olvidar el indiscriminado ataque contra población civil en puntos de distribución de alimentos. Añádase la destrucción sistemática de infraestructuras -hospitales, escuelas, casas, carreteras...- imprescindibles para una vida digna y la política de nuevos asentamientos judíos en tierra palestina («¡Ay, los que juntáis casa con casa, y campo con campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país!: así ha jurado a mis oídos Yahveh Sebaot: ¡han de quedar desiertas muchas casas grandes y hermosas, pero sin moradores!»: Is 5,8-9.)
Nos impacta la imagen de familias destrozadas, niñas/os muertas/os («Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; pues yo os digo que en el cielo sus ángeles contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial»: Mt 18,10-11), rostros angustiados de una población indefensa e impotente sobre un fondo de escombros y destrucción, ejemplo de cómo la población civil es víctima de decisiones y acciones de las que no es responsable. Como creyentes, a la luz de la Constitución «Gaudium et Spes» (Concilio Vaticano II) :«Toda acción bélica que, sin discriminación alguna, tiende a la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones con sus habitantes, es un crimen contra Dios y contra el mismo hombre, que se ha de condenar con firmeza y sin vacilaciones», no podemos permanecer equidistantes o mantenernos neutrales pues, ante dramas de tal magnitud, ante una política tendente a expulsar y/o exterminar a todo un pueblo, esa actitud nos convertiría en cómplices del verdugo.
Exigimos a los Organismos Internacionales, a los países miembros de la Unión Europea («Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca»: Ap 3,15-16) y a todas las confesiones religiosas e Iglesias, especialmente a nuestra Iglesia de Asturias, una palabra firme, una denuncia clara, una toma nítida y enérgica de postura y decisiones coherentes respecto al estado de Israel para detener este genocidio llevado a cabo, paradójicamente, por quien, trágicamente, también lo ha sufrido; porque no hay genocidios de primera o segunda: todos deben ser denunciados, reprobados y combatidos.
Valoramos la generosidad y el inspirador testimonio de todas las personas que de diversas maneras, denuncian esta terrible situación y hacen todo lo posible por revertirla. Encarnan la imagen viva del espíritu de las Bienaventuranzas («Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados»: Mt 5,6).
Para finalizar queremos mostrar nuestra solidaridad, en especial, con las mujeres y los hombres que forman parte de la Flotilla Global Sumud (GSF) en su intento de llevar por mar ayuda humanitaria a Gaza y romper el bloqueo impuesto por Israel sobre la Franja. Ellas y ellos nos reconcilian con la posibilidad de un futuro asentado sobre la base de una humanidad que decide recorrer y construir la senda de los Derechos Humanos frente a la barbarie y la destrucción. Ellas/os ejemplifican la generosa respuesta a las palabras de Pablo VI: «¡Nunca jamás guerra!, ¡nunca jamás guerra!» (discurso ante las Naciones Unidas -4 de Octubre de 1965-), de Juan Pablo II: «A todos en nombre de Dios y en nombre del hombre: ¡no matéis!, ¡no preparéis a los hombres destrucciones y exterminio!, ¡pensad en vuestros hermanos que sufren hambre y miseria!, ¡respetad la libertad y la dignidad de cada uno!» (Encíclica «Redemptor Hominis» -1979-) y al grito del Papa Francisco que, la víspera de su muerte, Domingo de Pascua, 2025, dijo: «Pienso en la población de Gaza (...) donde el terrible conflicto continúa causando muerte y destrucción y creando una situación humanitaria dramática y deplorable».
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