El asturiano al que le diagnosticaron autismo con 13 años y ha llegado a ser profesor: «Encontré una explicación a quién era»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

El avilesino Alejandro Fernández tiene 30 años y sufre un trastorno del espectro autista (TEA)
El avilesino Alejandro Fernández tiene 30 años y sufre un trastorno del espectro autista (TEA)

El avilesino Alejandro Fernández después de ir de psicólogo en psicólogo y de psiquiatra en psiquiatra empezó a conocerse mejor a sí mismo. Aprendió a convivir con este trastorno neurológico que le limita en ciertos aspectos de su vida pero que no ha sido un impedimento para desarrollarse como persona. Cuenta cómo ha conseguido independizarse e incluso sacar plaza como profesor de historia

28 feb 2024 . Actualizado a las 09:33 h.

A Alejandro Fernández «nunca» le preocupó cómo le calificara la gente. Es más, «siempre» le pareció «bien» que las personas de su entorno le tacharán por «raro» al no socializar mucho ni tampoco hacer lo que solía gustar a cualquier otro adolescente. El tener un trastorno del espectro autista (TEA) de grado 1 no le ha impedido desarrollarse como persona. Lleva incluso una vida completamente normal. A sus 30 años vive de forma independiente y ha conseguido cumplir uno de sus sueños, ser profesor de historia. Con plaza fija incluida. «Al final es una cuestión de voluntad y de querer dar esos pasos», asegura este avilesino.

Esta condición que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral acompaña a Alejandro desde que vino al mundo y lo hará durante el resto de su vida. Cuando apenas tenía uso de razón, los padres de este joven se dieron cuenta de que no congeniaba bien con los niños de su edad ni era capaz de entender las cosas. Movía además de forma involuntaria e inesperada sus manos, un gesto que preocupaba encarecidamente a sus progenitores.

«Cuando me diagnosticaron TEA encontré una explicación a quién era»

Ante este comportamiento, sus padres decidieron llevarlo al médico para que hiciese la correspondiente valoración. Pero no fue hasta los 13, después de ir «de psicólogo en psicólogo y de psiquiatra en psiquiatra», cuando los facultativos dieron con lo que realmente padecía Alejandro. Tenía un TEA de grado 1, lo que antiguamente se conocía como síndrome de Asperger. En el momento que obtuvo el diagnóstico clínico, el avilesino se sintió «liberado». «Fue como encontrar sentido en la vida, básicamente. Una explicación a quién era, para conocerme mejor a mí mismo», reconoce.

Una vez resuelta la duda de porqué se comportaba así, Alejando comenzó a acudir a los cursos de habilidades sociales que impartía la Asociación de Familias y Personas con Autismo en Asturias (Adansi). «Me entrenaban un poco para entender el contexto en el que me tenía que mover, con el resto de la gente», cuenta. Una formación que fue de «gran ayuda» para él. «Al final te preparan para vivir en el mundo que te rodea», resalta.

Por aquel entonces, al avilesino le costaba entender bromas y dobles sentidos. No sabía tampoco qué decir en determinados contextos o si una expresión tenía cabida o no. «Tenía dificultades con todo lo relacionado con las normas sociales no escritas en casos particulares, es decir, aquellas que funcionaban en unos grupos pero en otros no», precisa.

En el ámbito educativo no tenía ningún problema. «Rendía muy bien» y a diferencia de otras personas con su misma condición no sufrió ningún tipo de discriminación. Cuando estaba en Primaria sí que vivió algún episodio de rechazo por parte de algunos de sus compañeros pero la dirección del centro en el que estaba matriculado «cortó rápidamente» dichos comportamientos. «Siempre conté con la ayuda del colegio», asegura.

Aunque apenas se relacionaba con otras personas, a Alejandro no le importaba ni lo más mínimo. Tenía «muy claro» que quería cursar la carrera de Historia y para poder ir a la Universidad sabía que debía aplicarse en sus estudios. Por este motivo prefería aprovechar el tiempo libre adquiriendo y afianzando sus conocimientos que divirtiéndose con el resto de niños de su edad.

Una vez que comenzó a estudiar Bachillerato el avilesino empezó a socializar con sus compañeros. También lo hizo durante los cuatros años en los que estuvo cursando el grado de Historia en la Universidad de Oviedo, donde llegó incluso a generar amistad con varios estudiantes. «La verdad que me fue todo muy bien y eso que tengo mis particularidades. Estoy muy contento», confiesa.

Después de obtener el título universitario decidió especializarse en Historia Antigua y Medieval. Hizo el correspondiente máster en Santander y para poder impartir clases en centros de enseñanza secundaria regresó a Oviedo para realizar el Máster Universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación Profesional. Tras realizar dicha formación, Alejandro decidió hincar aún más sus codos para preparar las oposiciones a personal docente.

Introducción en el mundo laboral

Con 27 años consiguió un puesto de interino en un Instituto de Vegadeo, donde impartió clases durante un mes y medio. A la vuelta de las vacaciones de Navidad empezó a enseñar historia en el Instituto de Educación Secundaria Pando, en Oviedo. En dicho centro ovetense Alejandro estuvo impartiendo clases durante un mes. Tras quedarse al paro consiguió una plaza vacante de un profesor que se jubilaba del Centro de Educación de Personas Adultas en Gijón. Ya en el curso 2022/23 se lo pasó entero en Instituto Carmen y Severo Ochoa de Luarca.

Con esta experiencia profesional el avilesino volvió a presentarse a las oposiciones de profesor de secundaria de historia. Consiguió sacar plaza y ahora está de funcionario en prácticas en el IES César Rodríguez de Grado, donde además de impartir clases es el tutor de de una de las aulas. Aparte de orientar y guiar a sus alumnos en el proceso de aprendizaje debe reunirse con las correspondientes familias.

Para muchas personas con autismo esto sería todo un reto, ya que por lo general experimentan más dificultades para comunicarse, pero a Alejandro se le da «bastante bien» relacionarse con los padres de sus alumnos. El TEA tampoco le supone un impedimento a la hora de organizarse en el aula. «Las herramientas que utilizo no son distintas de las del resto de profesores pero sí que me gusta preparar siempre mis materiales porque me permite organizar la cabeza y saber cómo enseñar correctamente el temario», asegura.

«Cuando tienes TEA tienes que aprender a desenvolverte para entender cómo funcionan las cosas»

Está además intentando sacarse el carné de conducir, «más por necesidad que por gusto realmente», y vive de forma completamente independiente. «Con mi condición recomiendo vivir solo, hasta cierto punto, por las manías que se tienen. La convivencia es complicada cuando eres neurotípico, si encima tienes unas manías muy marcadas pues es más complicado», confiesa.

Aparte de preparar el material docente y llevar al día las tareas de la casa, Alejandro dedica su tiempo libre a ver vídeos de gameplays y a leer sobre historia, filosofía, sociología y antropología. También lee novelas de ciencia ficción y de fantasía. Forma además parte de un grupo asturiano de recreación histórica de la Guerra Civil, con quien ha ido hasta Barcelona a reproducir la contienda española.

Se podría decir que lleva una vida completamente normalizada. «Se trata de una cuestión de voluntad y de querer dar esos pasos. Lo fácil es tener la ayuda siempre, que yo la tengo y es necesaria, pero sí poco a poco vas dando pasitos, haciendo con la disciplina adecuada lo que toca en su momento se puede conseguir cualquier cosa». A día de hoy ya no acude a los cursos de habilidades sociales de Adansi. No tiene tiempo para ello, además considera que «la experiencia es la propia maestra». «Cuando tienes TEA tienes que aprender a desenvolverte para entender cómo funcionan las cosas», asegura.