La Voz de Asturias

Diego Ross, actor y escritor: «Cuando mejor estoy a nivel artístico, peor estoy a nivel personal»

Gijón

María S. Condado Redacción
Diego Ross, actor y escritor

Tras explorar su faceta como actor, el joven asturiano publica su primer poemario, «Estados cuánticos entrelazados»

28 May 2025. Actualizado a las 11:40 h.

El arte forma parte de la vida de Diego Ross desde su niñez. Ahora, tras varios años explorando su faceta como actor, este joven asturiano de 33 años ha decidido adentrarse en el mundo de la escritura. Ross ha formado parte del reparto de grandes producciones españolas como El Ministerio del Tiempo, Águila Roja o Gran Hotel. Ahora, tras casi dos años de proceso personal, saca a la luz su primer trabajo como escritor: Estados cuánticos entrelazados, un poemario que recoge las experiencias vitales de este joven artista y cuyo prólogo pertenece a la autora Pamela Palenciano.

En una entrevista para La Voz de Asturias, Diego Ross habla sobre su proceso personal y creativo, su pasión por la física cuántica y sobre las aventuras —y desventuras— de un joven asturiano que, años atrás, tomó la valiente decisión de vivir del arte.

—¿Cómo surge tu curiosidad por la escritura?

—Desde pequeño ya escribía. Recuerdo que mi madre tenía una máquina de escribir, no sé de dónde la habríamos sacado, pero ahí ya escribía cosas. Eran cosas de un niño de diez años. Empecé a leer mucho: El Señor de los Anillos, Harry Potter, Memorias de Idhún... Me gustaba mucho la novela fantástica.

—Próximamente estrenarás tu poemario Estados cuánticos entrelazados. ¿Cómo surge este proyecto?

—La inspiración fue completamente aleatoria. Siempre escribía cosas, pero en el mercadillo de Navidad de Oviedo, en el 2023, alguien se dejó olvidada una libreta de cuero preciosa en el puesto donde trabajaba mi madre. Esperamos unos días a ver si alguien la reclamaba, pero nadie vino. Como estaba completamente en blanco, empecé a escribir en ella. A partir de ahí, comencé a coger inspiración de muchas cosas, observando lo que pasaba a mi alrededor. Al principio, lo que escribía se quedaba ahí, pero comencé a subirlo a redes sociales y algunos textos empezaron a tener buena acogida.Tiempo después, vi una convocatoria de una editorial para nuevos escritores. Envié el manuscrito, pasó el filtro, y así nació el libro. Me considero un escritor que solo escribe si le pasa o piensa algo. Todo tiene que ver conmigo y con lo que he vivido. Al principio el libro iba a llamarse Café americano, porque siempre que escribía bajaba a tomar uno, pero después, por una serie de circunstancias personales, apareció el concepto de la física cuántica. Soy un friki de eso. De ahí surge el título Estados cuánticos entrelazados. Cuando dos partículas interactúan durante cierto tiempo, si las alejas y afectas a una, la otra también se ve afectada. Me pareció un concepto muy bonito. También hay que decir que cuando mejor estoy a nivel artístico, peor estoy a nivel personal. Todo lo relaciono con mi vida. Madrid no fue una buena época: tuve una ruptura, tuve que cambiar de casa, me quedé sin trabajo... Fueron tres o cuatro meses complicados que dispararon la necesidad de expresarme. Así surgió el libro.

—¿Cómo está estructurado el libro? ¿Sigue un orden cronológico?

—Se podría decir que está estructurado al revés. Lo más reciente aparece casi al principio, y hacia la mitad/final ya se mezclan textos más antiguos. Creo que al principio hay menos estilo, porque vomitaba las cosas sin darles tanta forma. Para mí refleja el proceso de cómo estaba al principio, que estaba bastante mal, y cómo poco a poco se fueron curando las cosas.

—Ahora te adentras en el mundo de la escritura, pero hace años que exploras tu faceta como actor. ¿Cómo surgió tu vocación artística?

—Siempre he tenido mucho contacto con el arte. Mi hermana siempre ha bailado, y desde pequeño mamé un poco de eso. Descubrimos el teatro en la época del instituto. Mi hermana quiso estudiar arte dramático, pero no la dejaron. Detrás de ella llegué yo diciendo lo mismo, y ya dijeron: «Que haga lo que quiera el chaval». Yo qué sé… creo que me veían más bala perdida. Experiencia previa tenía solo en el colegio y el instituto, pero cuando entras en el mundo de la interpretación descubres técnicas, estímulos… Ahí empieza todo de verdad. Al principio entré con dudas a la ESAD, pero luego me encantó. Un arte te lleva a otro. Me gusta el teatro porque aglutina muchas disciplinas: música, luces, interpretación, vestuario, atrezzo...

—¿Cómo fue tu experiencia en la ESAD de Gijón?

—Creo que ahora se hace bastante mejor, pero en el 2008, cuando empecé, apenas sabíamos que existía una escuela de arte dramático en Gijón. Incluso en internet costaba encontrarla. Luego vi las asignaturas y me enamoré: acrobacia, esgrima… Completé mi formación en Madrid. Ahora vivo entre aquí y allí. Sigo yendo a cursos, aunque cada vez elijo más dónde invertir el dinero. Esos cursos me dieron las tablas de cámara, porque en la ESAD el 99 % es teatral.

—¿Cómo recuerdas tus primeros trabajos como actor?

—Siempre me tomé esto como un juego, aunque sea trabajo. Mi premisa es pasarlo bien. Los primeros trabajos los recuerdo con nervios y con muchos errores, pero nada traumático.El primer trabajo audiovisual fue una película que se rodó aquí, bajo la dirección de J.K. Álvarez. Hice el casting por casualidad: él vino a la ESAD a buscar actores —yo estaba en primero— y tuve la suerte de que me seleccionó. Y, bueno, hasta ahora.

—A lo largo de tu carrera como actor, ¿cuáles dirías que han sido tus trabajos más destacados?

—En televisión, Gran Hotel, El Ministerio del Tiempo y Águila Roja. El verano pasado rodé una película en inglés con el protagonista de Riverdale. Grabamos varias secuencias en Barcelona y se estrena este verano.

—¿Es complicado vivir del arte?

—Yo no vivo del arte. Son trabajos bien remunerados, pero de muy pocos días. Un actor desconocido o estándar puede cobrar unos 700 euros por día de rodaje, pero igual solo tienes dos o tres días al año. En mi caso, lo calculo de forma anual: si saco 12.000 al año, son unos 1.000 al mes, y ni tan mal.Lo complemento con fotografía, grabación de escenas para otros actores, un trabajo de media jornada en una pastelería, The Little Toffee, y otros proyectos. No puedes vivir al 100 por cien del arte, pero eso te obliga a buscarte la vida y crear tus propios proyectos. En Madrid hay más movimiento, pero en Gijón, en mi experiencia, si no te mueves tú, no pasa nada.

—Comentabas que a veces también trabajas detrás de cámara. ¿Cómo surgió?

—Caí en la fotografía por casualidad. En Madrid contacté con un fotógrago, Carlos Villarejo, para hacer mi book, entablamos amistad y cuando se quedó sin asistente, me lo propuso. Yo hacía fotografía amateur. Pasé de usar una cámara básica a hacer campañas para la revista Clara, para Dior, en los Goya, el Festival de Málaga... Me vino grande, duré un año más o menos. Luego me compré una cámara mejor y seguí trabajando.

—¿Qué papel juegan las redes sociales en una carrera atística?

—Sin ser obligatorias, creo que hoy en día son bastante importantes. El algoritmo de TikTok te puede hacer llegar a gente que ni te conoce. Te ayuda a conectar y crear comunidad. También es un escaparate para la interpretación y la escritura.

—Actualmente, ¿en qué proyectos estás trabajando?

—Desde hace cinco años participo en la obra de Alfonso II, El Peregrino , una recreación histórica teatral muy guay. También estaré en un evento de poesía en Metrópoli, y estoy en la preproducción que se hará dentro del contexto de la ESAD y que está ambientada en Avilés.

 


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