«Speedwatching»: las consecuencias de ver series y escuchar audios a velocidad x2

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO

ACTUALIDAD

PACO RODRÍGUEZ

Ver las series a toda velocidad y el clásico mucho texto tienen consecuencias en el modo en el que el cerebro adquiere conocimientos. La buena noticia es que se puede reentrenar

23 dic 2023 . Actualizado a las 10:32 h.

Es cierto, todo el mundo, al saber que era técnicamente posible, lo ha hecho en algún momento: escuchar ese audio interminable de tres minutos a doble velocidad, o pasar una conferencia a x1.5 para llegar a la parte que interesa. Si la tecnología lo permite, en un momento de prisa o de necesidad, ¿por qué no aumentar la velocidad de reproducción

La situación que describe Sylvie Pérez, psicopedagoga y profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) se convierte en algo más complicado si de repente el x2 se convierte en la norma. Si todo lo que se ve o escucha se hace a velocidad aumentada. «Si trasladas esto a un estilo de vida, a que siempre tienes prisa, ocurre que el resto del mundo va demasiado lento». Y es entonces cuando aparecen las consecuencias del speedwatching o esa necesidad de algunas personas (fundamentalmente jóvenes) de ver películas, series, escuchar pódcast y consumir redes sociales al doble de la velocidad: el equivalente audiovisual a que más de la mitad de los que hayan clicado en este reportaje no hayan llegado siquiera a este segundo párrafo.

El meme de mucho texto sirve para ilustrar un fenómeno que tiene su origen en el mundo acelerado en el que vivimos, también la población adulta. Una sociedad en la que todo es para ayer, en la que la información es tanta que es casi imposible aprehenderla y en el que hay tantas opciones que hay personas a las que les genera ansiedad no estar al día: no haber visto el último post viral o el capítulo de la nueva temporada que acaban de estrenar. El miedo al spoiler imposible de evitar con las series más populares.« Si unes todo esto —explica la investigadora de la UOC— al final o ves las cosas a x1.5 o a x2 o no te da la vida». Ha nacido un speedwatcher

Es ahí cuando se empieza a tener la sensación de que uno va a la velocidad adecuada y es el resto del universo el que funciona a ralentí. El cerebro empieza a decodificar a cierto ritmo y cuando ese ritmo baja, deje de tener interés. Así que se da un círculo sin fin: cuanto más tiempo se consumen contenidos a velocidad aumentada más se acostumbra el cerebro, que empieza a aburrirse y por eso hay que seguir incrementando la velocidad de reproducción. 

Según Google y Alphabet, los usuarios de YouTube ahorraron un promedio de más de 900 años de tiempo por día al mirar vídeos a velocidades más rápidas y el director de producto de YouTube destacaba el año pasado que «aunque a muchos de nuestros usuarios les encanta esta función, para algunos la velocidad todavía no es lo suficientemente alta. Incluso hemos recibido solicitudes para agregar velocidades de reproducción de 3x, 3.5x y 4x».

¿Consecuencias? Desde luego. El mundo actual no deja apenas espacio para sentarse dos horas a ver una película (y no digamos tres o más. Solo hay que recordar las recomendaciones de dónde parar El irlandés de Martin Scorsese para poder ver el filme como si fuese una miniserie), o a escuchar música o disfrutar de la lectura de un libro. En un mundo de consumo audiovisual de apenas 15 segundos, que es lo que marca el scrolling eterno, la primera consecuencia es la reducción de la capacidad de atención. 

 «Cada uno nace con una tendencia a tener más o menos capacidad de atención, pero es una cuestión que es entrenable», explica Sylvie Pérez. Precisamente, en la escuela infantil es una de las cosas que se trabaja con los niños y niñas: ir incrementando progresivamente su capacidad de sostener la atención en una tarea concreta. Claro que la atención también se puede entrenar en el sentido contrario:  «Si me acostumbro a tener ciclos de atención muy cortos, en el fondo tengo el cerebro permanentemente activado y necesita ir cambiando de actividad, cambiando de vídeo, de texto, de audio... Por eso hacen scrolling a toda velocidad con los vídeos de TikTok».

El tiempo que una persona mantiene la atención sobre los vídeos de las redes sociales (porque las redes que ahora mismo triunfan son fundamentalmente audiovisuales) está calculado y si ese intervalo se supera, o no se ve el vídeo o se recurre al speedwatching. Comienza ese círculo vicioso de necesitar cada vez mayor estímulo, lo que lleva cosas contradictorias, como trocear El irlandés: no se mantiene la atención en una película de tres horas pero un domingo perezoso se puede hacer un maratón de nueve horas con una serie. ¿La causa? Que los capítulos empiezan y acaban, dando estímulo al cerebro acelerado, aclara la investigadora de la UOC. 

Eso lleva a otro problema, que es que el aprendizaje se queda en lo superficial y el cerebro no es capaz de asimilar el conocimiento. «Por ejemplo, para lo que estamos haciendo ahora necesitamos un cuarto de hora —explica durante la entrevista— y tú estas haciendo el esfuerzo de intentar comprender comprender las palabras que digo, incorporarlas a lo que tú ya sabes y conectarlo con tus ideas». Ese proceso necesita de un mínimo y si el tiempo es muy corto, el cerebro no tiene capacidad de trabajar y elaborar la información, con lo que es más difícil «que se vaya consolidando el aprendizaje».

Sylvie Pérez pone como ejemplo los estudios universitarios: durante la clase se está incorporando continuamente información, pero para procesarla y consolidarla es necesario que posteriormente el estudiante mire los apuntes, los esquemas y dediquen tiempo a elaborar lo que se ha escuchado en clase. 

Y no, no cabe la posibilidad de adaptar el sistema educativo al consumo acelerado. Simplemente porque el proceso de adquisición del conocimiento «se ha estado construyendo a través de miles de años». La memoria funciona de una manera concreta y con unos tiempos, y lo mismo ocurre con la velocidad de procesamiento y la atención, que funcionan de cierta manera y responden a unas estructuras cerebrales y por eso el aprendizaje sería también superficial. Pero como se trata de una cuestión entrenable, Sylvie Pérez cree que el sistema escolar no puede dar la espalda a la situación. Y tampoco hay que funcionar con extremos del tipo si no aguantan cinco minutos de atención pues se van a pasar dos horas.

El speedwatching es una práctica individual: una persona frente a una pantalla. Y sin embargo, ¿es posible que haya permeado ya al conjunto de la sociedad? ¿Que nos estemos relacionando a una velocidad de x2? «No creo que sea culpa del speedwatching, sino que son dos fenómenos que ocurren a la vez y tienen una causa común», argumenta la investigadora de la UOC. «De hecho, cada vez menos se llama por teléfono» porque es más invasivo que un WhatsApp y porque además requiere más tiempo que un mensaje de texto. Excepto si se trata de un audio de cinco minutos, pero para eso siempre está la velocidad de reproducción a x1.5.

«Se envían mensajes y ya solo emoticonos», recalca Pérez. Los blogs se han convertido en una herramienta antediluviana y lo más probable es que la celebración que antes se hacía con un texto de dos o tres párrafos hoy sea solo una fotografía con un hashtag y un emoji. 

El dicho de que en la mesura está la virtud también se aplica a la hora de pararse a analizar si uno ha entrado en el bucle del speedwatching. Poner a doble velocidad el audio de alguien que es muy lento, o que se enrolla mucho, o incrementar la velocidad de reproducción de una conferencia que uno tiene que ver para el día siguiente no tiene por qué ser problemático. Otra cosa es que« la mayoría de las cosas que escucho o veo lo hago a más velocidad porque la reproducción normal ya me resulta aburrida». Ahí quizá haya que pararse a reflexionar sobre lo que está ocurriendo.

¿Se puede revertir el proceso? Sí, como todo. «Lo primero es que se publique, que lo leamos y que que hablemos de ello. Eso significa como mínimo que nos hemos dado cuenta de que ocurre. A lo mejor alguien lo lee y piensa que es lo que le ocurre y que quizá no le esta yendo tan bien haciendo así las cosas», aclara la psicopedagoga. Lo importante es que se tenga voluntad de frenar la práctica. Después, depende de la persona. A algunas les funcionará mejor volver abruptamente a la velocidad x1 y a otros, ir frenando la reproducción de contenidos poco a poco.