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Ni cafetera ni televisión: así es Casa Montoto, un bar como los de toda la vida en pleno centro de Oviedo

La Voz de Oviedo

Esther Rodríguez Oviedo
Pablo Rodríguez es el actual propietario de Casa Montoto, un negocio familiar que ya va por su tercera generación

El establecimiento, que va por su tercera generación, mantiene el mismo mobiliario desde que abrió sus puertas hace ya más de 40 años

10 Mar 2023. Actualizado a las 18:13 h.

Pocos bares quedan en Oviedo que mantengan esa esencia de antaño. Uno de ellos es Casa Montoto. Esta pequeña cantina, situada en la calle San Bernabé, donde antiguamente estaba la ruta de los vinos, es como las de toda la vida. Entre sus cuatro paredes, que no pueden ser más blancas, y las baldosas, que ya han sido pisadas por una infinidad de clientes, convive un mobiliario que «sigue siendo el mismo» desde que sus puertas se abrieron hace ya más de 40 años. Las mesas y sillas son de madera de pino al igual que la barra que ha tenido que recubrirse de metal para evitar su deterioro. «No hemos cambiado nada, incluso mantenemos la mesa donde mi abuelo echaba la partida. La única novedad en todo este tiempo son las mesas de terraza», asegura Pablo Rodríguez Díaz, propietario y tercera generación de este negocio familiar.

El mobiliario de Casa Montoto es el mismo que hace 46 años. Al fondo se sitúa la mesa donde los señores juegan la partida

Casa Montoto nació un 4 de octubre de 1976 y lo hizo en el local donde en otro tiempo se almacenaba la cerveza Águila Negra, «que se fabricaba en Colloto». «Éramos los depositarios, pero después mi bisabuelo y mis abuelos maternos decidieron abrir el bar», asegura Pablo Rodríguez Díaz, quien lleva al frente del local desde hace más de una década. Un negocio por el que también pasaron su madre y su tío, quienes a día de hoy siguen echándole una mano. «Esto viene todo de familia, ya lo mamamos todos desde bien pequeños. En mi caso, yo salía del colegio y venía para aquí. Era un niño pillo y aquí trasteaba mucho porque además como era el crío», rememora el ovetense, quien desde un primer momento tenía claro que se iba a sumar al relevo generacional.

En todos estos años, en Casa Montoto «no se ha modificado absolutamente nada». Ni siquiera han incorporado una cafetera, a pesar de que por lo general el café suele ser uno de los grandes reclamos de los consumidores. «Nunca lo servimos en esta casa y no lo vamos a hacer. Los clientes están más que concienciados y lo agradezco muchísimo», reconoce Pablo Rodríguez. Tampoco venden sidra y aunque «hace muchos años vendíamos copas y chupitos», a día de hoy la carta de este bar se conforma por la mistela, que es el producto estrella, una gran variedad de cervezas, aparte de vinos y refrescos.

«No salgo de esa base porque es como ha funcionado esto siempre y no me merece la pena arriesgarme a tocar algo que no hace falta tocar. En el momento que haga falta lo haré pero por ahora para qué», asegura Pablo Rodríguez, antes de apuntar que tampoco sirven comidas. «Nunca se dieron, aunque sí que es verdad que llegó a haber pinchos de pollo y de lomo», recuerda. No obstante, en Casa Montoto se pueden acompañar los tragos con un buen bocado, puesto que son especialistas en empanadas y bollos preñaos.

Bajo esta premisa, Pablo Rodríguez confiesa que «toda la vida los hicimos. Tanto mi abuela, como mi madre, mi tía, mi tío e incluso yo mismo hicimos bollinos de chorizo. Están hechos a mano, al día, lo más frescos y recientes posibles. Además están elaborados con mucho cariño». En este punto, el propietario de Casa Montoto rememora que «antiguamente los bollos bajan en una cesta desde la cocina —que durante años estaba arriba en casa y ahora cuenta con un espacio en el propio local— hasta el bar. A la gente le hacía mucha gracia porque, aunque no lo veían, lo sabían».

Así luce la barra de Casa Montoto, donde no se ha modificado prácticamente nada

Otra de las peculiaridades de Casa Montoto es que, a diferencia del resto de bares, este no tiene televisión. «Se quitó hace muchos años y, aunque se mantiene su puesto, no la hemos vuelto a poner porque no hace falta», confiesa Pablo Rodríguez, quien sí cayó en la tentación de las nuevas tecnologías. «Tuve que cambiar la caja registradora y ahora tenemos wifi porque nos lo reclaman los clientes y al final el pueblo es quien manda. Pero bueno, yo intento adaptarme a lo que sea sin perder la esencia del local», asegura el hostelero.

Esto lleva a que los consumidores tengan que «hablar sí o sí entre ellos», puesto que «no es que prestes atención a una conversación sino que te vas a unir con alguien te guste o no, hables de lo que hables». «Unos clientes que son de toda la vida, de todo tipo y de todas las edades», detalla Pablo Rodríguez, antes de reconocer: «a mí personalmente me gusta mucho lo cosmopolita que es el bar dentro de lo tradicional o clásico que es en todos los aspectos».

Por tanto al fin y al cabo se genera un clima «de lo más agradable». «Aquí todo es muy sano. Yo no veo esa diferencia que quizás puedas apreciar en cualquier cafetería cuando estás tomando algo sino que aquí hacemos que se sientan como en casa. Buscamos que estén a gusto, que se sientan cómodos, y sobre todo que estén contentos», resalta Pablo Rodríguez. Es por ello que Casa Montoto es testigo de cómo se fraguan las amistades e incluso el amor, aparte de ser durante «muchos años» el punto de encuentro de la pequeña de hockey La Cibeles. 

Corazón tallado en una silla de Casa Montoto, que a día de hoy todavía se conserva

Una de las anécdotas «más curiosas» está marcada en el respaldo de una silla donde está tallado un corazón. Atravesada por una flecha, en él figura la fecha «18 de abril de 1977», pero la identidad de los tortolitos no se conoce puesto que el nombre de los protagonistas está tachado. «Esa historia está superverificada porque me la ha contado mi familia muchas veces. Fue una pareja que se conoció y empezó a quedar por el bar. Cuando iniciaron su relación o, bueno, digamos que se lo tomaron en serio, decidieron grabar esa fecha que ahora mismo tiene 46 años», cuenta Pablo Rodríguez, antes de señalar que «hace unos años vinieron unos señores y mi madre coincidió con ellos. Le dijeron que eran ellos los de esa fecha y era verdad porque mi madre se acordaba de ellos».

Aparte de ser cuna de reencuentros que hacen historia, Casa Montoto también sabe de primera mano lo que es una crisis. La más complicada fue la acaecida durante los años 80, momento en el que apenas recibían clientes. También la del 2008 fue «muy dura», al igual que la pandemia por el coronavirus. En esta última, «pudimos funcionar más o menos, dentro de las normas, pero fue mucho tiempo cerrado. No hablo por todos, pero sí sé que las personas que quizás dependan de un trabajo diario, sea cual sea; me refiero a que si tu sueldo tiene que entrar en casa, pues tienes que trabajar, por mucho ERTE que haya o lo que sea. Hay gente que se ha adaptado bien porque tenía ahorros, pero otros no. Quizá lo más grave fue eso, que evidentemente lo pasamos y estamos aquí pero hay que tener cuidado», asevera Pablo Rodríguez.

De la misma manera, la subida generalizada de los precios a consecuencia de la Guerra de Ucrania ha supuesto un mazazo para el negocio. «El consumo eléctrico está a la orden del día y esto tiene que estar funcionando las 24 horas, salvo el domingo que es cuando está todo el bar apagado porque cerramos por descanso, el resto de la semana como cualquier sitio es un gasto continuo», confiesa Pablo Rodríguez, antes de reconocer: «al fin y al cabo son épocas. Hay momentos que estamos muy bien y lo celebramos y otras que lo pasamos muy mal y no lo hacemos». «Hay que ir repartiéndose poco a poco y sobrevivir, porque no queda otra», apostilla.

En este punto, Pablo Rodríguez asegura que «el plan es continuar». «Haremos las ligeras innovaciones que hagan falta, pero no voy a tocar nada más en años. Salvo tenerlo limpio, curioso y pintado, voy a dejarlo todo como tiene que estar. Seguiremos trabajando para dar un buen servicio y, como no somos perfectos, lo intentamos en todos los aspectos, porque no es solo estar en el bar sino ver todo lo que tienes a tu alrededor», confiesa antes de clamar que «quiero otros 46 años más por lo menos».


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