Juego de tronos 6x07: Tal vez, la decisión más estúpida de Sansa Stark

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Sorpresas, conjuras y transiciones en «El hombre destrozado», séptimo episodio de la sexta temporada de la popular serie de la HBO. OJO, este artículo contiene SPOILERS

07 jun 2016 . Actualizado a las 13:47 h.

Juego de tronos se encamina hacia el fin de su sexta temporada. Y lo hace con un séptimo capítulo, El hombre destrozado, que sirve de transición y no contiene momentazos como «Hold the door», pero que brinda el regreso de dos personajes carismáticos, presenta a otros dos que no volverán a aparecer, profundiza en varias conjuras de altos vuelos y ofrece al menos tres diálogos memorables. ¿Estáis preparados para la traca final de los próximos capítulos? Pues aquí se han encendido muchas mechas. 

{A partir de aquí este artículo contiene spoilers y comentarios sobre el capítulo}

El hombre destrozado (en el libro se tradujo como «hombre quebrado», su título original es The Broken Man) arranca de manera bucólica. En la campiña de las tierras de los ríos un grupo de hombres y mujeres erigen un templo bajo la dirección de un sacerdote. Todo es armonía en una escena que recuerda a la construcción de la casa Amish de Único testigo (la película de Peter Weir de los 80). Bueno, casi todo. Esto es Juego de tronos. Un hombre de elevada estatura y rostro desfigurado llama poderosamente la atención. Le da miedo a los demás.  

Es Sandor Clegane, el antiguo «perro» del rey Joffrey Baratheon (Lannister). La última vez que lo vimos agonizaba tras ser abandonado por Arya Stark cuando ella huyó de Poniente. Sobrevivió. Pero sin magia. Lo salvó el septón sin nombre -que también fue soldado- que en este capítulo interpreta el gran Ian McShane (Deadwood o Los pilares de la tierra). Y el «odio» lo mantuvo vivo.

Tanto el perro como el sacerdote podrían ser los personajes que dan título al capítulo. Pero hay otro candidato, Theon Greyjoy. Multilado física y psicológicamente por Ramsay Snow, ha huido con su hermana Yara y sus capitanes fieles a las ciudades libres. Ambos protagonizan una curiosa escena en un burdel.

Ella es la más interesada en las prostitutas que pululan por el lugar. Y en seguir con su plan de llegar a Meeren y aliarse con Daenerys Targaryen. La madre de los dragones, cada vez más poderosa, no aparece en este episodio. Pero en el anterior quedó claro que necesita barcos. Los que le lleven los hijos de Balon Greyjoy y los que construye su tío Euron, el pirata. Otra mecha que arde y que pronostica un incendio pavoroso, más tarde o más temprano, en la Bahía de los Esclavos. 

La conjura de Margaery

En Desembarco del Rey Margaery Tyrell demuestra que es una gran jugadora del juego de tronos. Parece la mayor beata de los Siete Reinos. Y niega el lecho a su marido, el rey Tommen, una marioneta en manos de ese clon del papa Francisco que es el Septón Supremo.

Su santidad está preocupado. Quiere que le dé un heredero al joven monarca. Y que ella, Margaery, se aparte de la influencia de Lady Olenna. Ella parece acceder a su deseo, y despide a su intrigante abuela a quién envía a Altojardín en una escena que desvela al espectador lo que ya se sospechaba: las rosas aún tienen espinas. Y aún no han dicho su última palabra contra la fe y contra los Lannister.

En la capital Cersei, que intenta en vano atraerse a los Tyrell -«has perdido, es la única alegría que encuentro en esta miseria», le dice Olenna-, cada vez está más sola. Y sin otros amigos que ese Frankenstein llamado la Montaña. Otra mecha empieza a arder. 

La guerra en el norte y el cuervo de Sansa

Los Stark buscan apoyos a su guerra contra el bastardo de Bolton. Jon y Sansa, de momento aliados, consiguen el respaldo de los salvajes. El pueblo libre luchará por los hermanos. También los 62 hombres de armas que consiguen en la isla del Oso. Allí, en la tierra del viejo comandante Jeor Mormont y del perdonado Jorah, es señora una niña con mucho carácter, Lady Lyanna (el mismo nombre que la hermana de Ned).

Tras un interesante diálogo con Ser Davos, ella accede a renovar su lealtad a la antigua casa dominante en el Norte, que «necesita estar unido».

No ocurre lo mismo en Bosqueespeso, donde otra orgullosa gran casa norteña venida a menos, los Glover, aún lame las heridas de su campaña con el último rey en el norte, Robb Stark, y la invasión de los hombres de las Islas del Hierro. Reciben un portazo. Y empiezan a darse cuenta de que su conquista de Invernalia no va a ser un paseo. Con el nombre solo no llega. 

Acampan en el mismo sitio en el que lo hizo Stannis Baratheon antes de perder todas sus aspiraciones al trono y, muy probablemente, la vida. Y constatan que no tienen hombres suficientes para vencer a los Bolton. En ese momento surge uno de los grandes detalles del capítulo, Sansa escribe una carta y envía un cuervo.  

¿Cuál es su destino? La lógica invita a pensar que es a Meñique. Petyr Baelish, de facto señor de uno de los dos reinos que aún no ha sangrado en Poniente, ha acampado con los caballeros del Valle en la puerta del norte, Foso Cailín. El hombre que traicionó a su padre, salvó su vida y la vendió al despiadado Ramsay le ofreció su ayuda. Y ella le dio un zasca de los que hacen época. ¿Habrá cambiado ahora de parecer? Todos los tratos con el antiguo consejero de la moneda del rey Robert siempre tienen truco y suponen pagar un peaje. ¿Habrá cometido Sansa un nuevo error? ¿Será el principio del fin de su alianza con el honorable Jon? ¿Es una traición a su mediohermano?. Quedan tres capítulos. Y muchas incógnitas por despejar. Los Stark necesitan aliados. ¿De dónde los sacarán?

El cerco de Aguasdulces

Podrían obtener uno formidable muy lejos de allí, en Aguasdulces. La serie tiene una gran ventaja frente a los libros. La simplificación de las tramas va aparejada por un sistema de viaje rápido que permite a los personajes y a los ejércitos teletransportarse por Poniente. Así las tropas de Jaime Lannister, desterrado de la capital, y que ha reclutado al mercenario Bronn como la mano derecha que le falta, llegan a la capital de la tierra de los ríos. Allí uno de los mejores guerreros de los siete reinos resiste un asedio. Es Brynden Tully, tío de Sansa, que chulea como quiere a a los traicioneros Frey, los que perpetraron la infame boda roja.

El pez negro también le da un varapalo dialéctico a Jaime. Le recuerda su promesa de devolver a Sansa y a Arya a la malograda Catelyn. Se las reclama. Y le espeta el apodo que el Lannister más odia, «Matarreyes». Cada vez que lo dice, es un insulto, un desafío. La escena está casi calcada del libro. ¿Y lo que vendrá después? Algo gordo va a pasar en Aguasdulces. Lo saben los lectores. Pronto lo descubrirán los espectadores. Y Brienne, embajadora plenipotenciaria de Sansa Stark ante su tío. Rechazó los arrumacos del salvaje Tormund Matagigantes. ¿Cómo será ese reencuentro con Jaime?

Al otro lado del mar Angosto, Arya busca pasaje para Poniente. Lo encuentra. Lo paga. Pero la felicidad nunca es completa en Juego de tronos. Una anciana se acerca a la joven expulsada del templo de de los asesinos sin rostro. Es su vieja enemiga, la niña abandonada. Ocurre lo que tiene que ocurrir, la ataca y la apuñala. Herida de gravedad, la chica Stark cae a las aguas de uno de los canales de Braavos. Consigue salir a flote. Y transita, sangrando, por las calles del Mercado. Nadie la ayuda. Pero alguien la ayudará. Su peripecia no ha acabado.

Tampoco nadie ayuda a la parroquia de fieles de la que forma parte Sandor Clegane. El hermano de la Montaña es el único superviviente de una masacre en la que su carismático mentor, el hombre roto que le devolvió a la vida y le dio paz, acaba ahorcado. Y el Perro, liberado, coge de nuevo su hacha. No la usará para cortar leña.