Rechazar una oferta irrechazable

Pablo Batalla Cueto

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El escritor
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El relato de por qué un escritor canario afincado en Asturias rechazó un sueldo de mil euros durante un año se vuelve viral en Internet

08 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Mil euros al mes a cambio de dedicación exclusiva: tales eran las condiciones que una empresa no especificada que quería contar con sus servicios como escritor ofrecía a Rafael Fernández, un grancanario de 42 años y orígenes paternos asturianos afincado desde hace tres años con su esposa Svieta en una hermosa aldea del concejo de Valdés llamada Paredes. El relato, publicado en su blog, de por qué Fernández rechazó, indignado, el ofrecimiento y del pasmo con que dejó a sus entrevistadores en Madrid, seguros de que aquélla era una oferta irrechazable, se ha vuelto viral en Internet, compartido con entusiasmo en las redes sociales por gentes que aún recuerdan que hace unos años el mileurismo era considerado el umbral de la miseria, y no se resignan a verlo como un lujo por el que dejarlo todo por más que esta crisis desorejada haya hecho que en el mundo de la cultura y las letras cobrar por trabajar no sea ya la norma y aun el salario mínimo interprofesional resulte quimérico para muchos profesionales. Las cifras son elocuentes: 266.430 visitas en una bitácora cuyos posts no suelen pasar de las 2000.

«Me habían pagado un ticket de tren, dos noches en un hotel de cuatro estrellas y creían que mi culo de escritor ya les pertenecía; que la grandeza de Madrid, sus edificios, champiosligues y cartelitos suplicando a los viandantes que fueran más limpios iba a cegar mi clara mirada», cuenta Fernández en su página web, a través de la cual vende los libros autoeditados que firma como «eZcritor», llevan títulos como Diarios secretos de sexo y libertad o El comedor de coños y le proporcionan un sustento magro pero constante que complementa con otros trabajos esporádicos como guionista de cine. «No querían publicar mis sucios libros sin censurar, así que creé mi propia editorial y me los publiqué yo mismo», explica.

Vergüenza de uno mismo

La crónica de lo sucedido está narrada en el tono humorístico característico de su autor. Cuenta que le ofrecieron los consabidos 1000 euros; que él les explicó muy serenamente que sólo vendía su dedicación exclusiva por menos de 5000; que entonces le propusieron 1100; que él les dijo que 5000 o nada; que aquello les pareció un disparate a sus frustrados contratadores; que le preguntaron si se creía Vargas Llosa o qué.

Ya en tono más serio, Fernández acaba explicando: «Sí. Nos hubieran venido genial 1000 euros seguros al mes durante un año. Pero? ¿qué hubiera hecho con el fuego que siento dentro que me obliga cada día a ponerme a escribir? ¿Qué haría cuando se me ocurriera una idea genial para una novela, un cuento, un post, un guion y no pudiera ponerme a escribirla porque debo escribir ?otra cosa?, ?plana?, ?insustancial?, ?que no moleste a nadie?, para la persona que me paga 1000 euros al mes? ¿Qué haría con mi editorial underground, con los libros que se agolpan en mi cabeza deseando poder salir? ¿Qué haría con mis sueños hollywoodenses? ¿Cómo podría mirarme al espejo cada día sin sentir vergüenza de mí mismo? ¡1000 euros al mes! ¡Dedicación exclusiva! ¡Menuda trampa! ¡No! ¡No!».

«No quiero pasar mis últimos 40 años de materia orgánica siendo el esclavo de alguien. Sea lo que sea lo que me pase en esta vida; vuelva a estar en la pobreza o no, esta es mi vida, mi tiempo entre vosotros, las flores y el sol. Quiero ser el protagonista de mi tiempo. No quiero levantarme de la cama y comer cuando ellos digan», remata.

Los numerosos comentarios que ha motivado el relato son, en general, elogiosos: así, por ejemplo, una comentarista le aplaude lamentando «cuánto nos hemos vendido a los hombres crueles de traje, dándoles lo mejor de nosotros a cambio de tres monedas». De todas maneras, otros internautas han formulado también alguna que otra crítica. «Me dicen», resume Fernández, «que los tiempos están muy mal para ir rechazando un trabajo como ese. Creen que me estoy riendo de ellos. Que soy un chulo. Pero yo escribí esa historia sin referirme a nadie, contando los motivos personales por los que a mí no me interesaba aceptar dicha oferta. Yo  les entiendo. La gente está muy quemada por la crisis. Sólo les quiero decir que cada uno elige la vida que quiere: y para conseguir esa vida hay que sacrificarse mucho, mucho.  Se sufre mucho por el camino. A mí nadie me ha regalado nada y sé que voy a volver a caer, a arrepentirme, en algún momento,  por no haber aceptado ese trabajo de 1.000 euros. Ya me ha ocurrido en el pasado pues no es la primera vez que rechazo o dejo un trabajo así. Lo que pasa es que tengo muy clara mi meta y no me dejo distraer con trabajos que, a la larga, no consiguen más que castrar y hacerme infeliz».