El terrorista de Orlando actuó en solitario

Mercedes Gallego / Colpisa ORLANDO

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Qué ocurrió en el Club Pulse

Obama afirma que se radicalizó en Internet y lo considera un caso de «extremismo doméstico»

14 jun 2016 . Actualizado a las 11:36 h.

Antes de convertirse en el mayor asesino de la historia, Omar Mateen era un fanfarrón. Ante sus compañeros de trabajo presumía de tener amigos en Al Qaida y de conocer a los terroristas de la maratón de Boston, a los que admiraba. Al fin y al cabo ellos habían puesto en jaque a las autoridades una semana, mientras él solo hacía hablar. Pronto les superaría. Los hermanos Tsarnaev dejaron muchas piernas segadas, pero Mateen acabaría llevándose por delante a 49 jóvenes entre 19 y 50 años. A diferencia suya, el menor de los Tsarnaev tendrá años para pensar en la cárcel, mientras Mateen yace en la morgue.

El resto del país se debatía ayer entre culpar al terrorismo islámico de la masacre o aceptar al pistolero como su bestia negra. «Nació aquí, se educó aquí, vivía aquí. Sería una traición a las víctimas no reconocer que las mataron por la orientación sexual que habían elegido», defendió ayer en Orlando el cantante y activista Clay Aiken.

El FBI lo tenía claro. «No hay indicio alguno de que esto estuviera dirigido desde fuera de EE.UU. ni de que perteneciera a una organización», dijo su director James Comey. A Omar Mateen lo conocían bien. El FBI lo vigiló diez meses entre mayo del 2013 y marzo del 2014. En ese tiempo le interrogó tres veces, pero el joven los convenció de que solo decía esas cosas para vengarse de sus compañeros en la empresa de seguridad G4S, donde a su juicio se metían con él por ser musulmán. Según declaró ayer uno de ellos, se trataba de un joven «muy racista, sexista, homófobo y antisemita». «Era tan tóxico que pedí que me trasladaran a otro puesto. No es alguien que debiera trabajar como guarda de seguridad».

Si durante los diez meses en los que el FBI lo tuvo en el punto de mira hubiera intentado comprar un arma hubieran saltado las alarmas, pero una vez concluida la investigación, el FBI lo dejó escapar. Otro de los errores de una agencia a la que Hillary Clinton defendió: «Nuestras fuerzas tienen que acertar siempre, pero a los terroristas les basta con una vez».

Mateen ya había dado señales de ser «una persona violenta e inestable» de la que su esposa Sitora Yusufiy salió huyendo a los pocos meses de casarse, porque le confiscaba el salario, la encerraba en casa, le impedía hablar con su familia y le agredía con excusas como no haber terminado la colada. La última vez que lo vio fue por el retrovisor, cuando se echó mano a la espalda para sacar la pistola y evitar a tiros que arrancara el coche en el que huyó con su madre. Yusufiy, que había llegado a EE.UU. de Uzbekistán en el 2000, corrió hasta Colorado, donde el domingo la entrevistó el FBI. Ella les contó que entonces él no era religioso. Tras el divorcio encontró en su mezquita la ventana religiosa que explotó en Internet para dar cauce y razón de ser a su odio y agresividad.

Terrorismo doméstico

«Por lo que sabemos, este es un ejemplo del extremismo nacido en nuestro seno que tanto nos ha preocupado durante mucho tiempo», admitió Obama. Con este baño de sangre Mateen añade la ciudad de Orlando al panteón en el que figuran San Bernardino y Boston. Tres ejemplos de terrorismo doméstico inspirados en la propaganda del fundamentalismo islámico que se difunde por Internet.

Las semillas se pueden rastrear en su propia familia, originaria de Afganistán. A su padre le parecía un joven responsable que nunca llegaba tarde al trabajo y al que ni siquiera notó intranquilo el día antes de perpetrar la masacre. «No estaba radicalizado, ni siquiera tenía barba, esto no tiene nada que ver con la religión», aseguró. «Yo creo que solo quería darse relevancia». Seddique podía haberse quedado en esa entrevista con The Washington Post, pero decidió colgar en Facebook un vídeo para condenar la masacre en el que se permitió decir que él no aprobaba lo que había hecho su hijo porque «será Dios quien castigue a los homosexuales». Pronto las redes sociales descubrieron que había tenido un programa en una televisión por cable en el que mostró simpatía por los talibanes.

Según el FBI, su hijo había viajado a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos en peregrinación, pero no se apreció que en esas visitas estableciese vínculos radicales. El primer saludo de lealtad al EI llegó 22 minutos después de abrir fuego contra los jóvenes que bailaban. La primera ráfaga duró toda una canción y la mayoría no se dio cuenta de que lo escuchaba eran disparos hasta que vio a otros ensangrentados caer al suelo. Un policía de paisano puso freno a lo que pudo haber sido una masacre mayor. Atrapado dentro de un cuarto de baño con cuatro rehenes, Mateen llamó tres veces a los servicios de emergencia 911. La primera colgó. En las otras dos explicó brevemente su admiración por el EI, que ha aceptado de buen grado el trofeo que le ha ofrecido este «soldado del califato» nacido en EE UU.