El líder del PP es la vieja política frente a candidatos más modernos, más ágiles y, por supuesto, mucho menos contaminados por la corrupción
22 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Ni el más lerdo de los expertos electorales elegiría a Mariano Rajoy como candidato. En todas las encuestas queda el último en aceptación popular, no ha pronunciado un discurso que motive a alguien en su vida, sólo hace aseveraciones vacuas, viste como un meritorio de las películas de los años 40 y es más previsible que el Madrid ganando Copas de Europa. Y, además, pertenece a la transición, una época que la mayor parte de los españoles jóvenes han estudiado en los libros. Rajoy es la vieja política frente a candidatos más modernos, más ágiles y, por supuesto, mucho menos contaminados por la corrupción.
Pues bien Rajoy va ganar la segunda vuelta de las elecciones, después de perder más de un tercio de los votos en las primeras y pasar de mayoría absoluta a una minoría sin ningún aliado y de sentarse apaciblemente en La Moncloa a la espera de cómo iban quemándose poco a poco todos los demás candidatos sin proponer nada. Hasta los siguientes comicios. Sabe esperar, esa es su baza principal.
Pero si eso fuera poco, lejos de resolver alguno de los grandes problemas económicos del país en su legislatura, ha empeorado casi todos. Por ejemplo: ha aplicado la mayor subida de impuestos de la democracia; no ha cumplido con el déficit público en ningún ejercicio; la deuda pública superó por primera vez desde 1909 el 100% del PIB; heredó la Seguridad Social sin déficit -ahora tiene un agujero de 15.000 millones- y con 66.000 millones en la hucha que ha dilapidado en dos terceras partes, y eso que ha sido el que menos ha subido las pensiones. Y, sí, hay dos factores que ha mejorado: la economía crece a buen ritmo y ha creado empleo pero de mucha menos calidad (la masa salarial que perciben los trabajadores ha descendido en 30.000 millones/año respecto a la que había en 2011).
Pues bien este señor de Pontevedra, que lleva en coche oficial o del partido desde su más tierna juventud, luce experiencia. Y la tiene. Ha tumbado a todo sus rivales, dentro y fuera de su partido, pese a la enorme carga de sobres ilegales y otras marrullerías que han ocurrido en su entorno más próximo. Así que mucho ojo con Rajoy.
Tal como ha descrito magistralmente Ignacio Sánchez-Cuenca en Infolibre, a Mariano Rajoy no le cuesta ningún esfuerzo sobrevivir. Elegido directamente por José María Aznar no necesitó ni superar un debate interno para ser candidato, pero es que además en las primeras elecciones generales a las que se presentó (2004), el PP pasó de una mayoría absoluta a la oposición frente a ¡Zapatero! Y aun volvió a perder en 2008 con el mismo ¡Zapatero! Y, sin embrago, ahí sigue, inmutable.
Los socialistas que se han medido con él están casi todos en casa: Zapatero porque no volvió a presentarse, Rubalcaba por su mal resultado y en unos días Sánchez, al que ni siquiera saluda en público, por la misma causa. Los que le disputaban el liderazgo del PP, peor: Rodrigo Rato investigado por varias causas, Jaime Mayor, ni se sabe, Esperanza Aguirre en la oposición del Ayuntamiento de Madrid y Álvarez-Cascos en Foro. La lista se alarga con antiguos amigos y compadres: Jaume Matas y Carlos Fabra han pasado por la cárcel; Rita Barberá, Alfonso Rus y una larguísima lista de incondicionales a los que defendió públicamente están pendientes de procesos judiciales. Ha superado la prueba de los pagos en B de Luis Bárcenas, íntimo suyo según los mensajes de teléfono conocidos y a quien había designado tesorero, y de todos los demás con una tranquilidad pasmosa. Políticamente mandó al paro en una legislatura a Eduardo Zaplana y Angel Acebes puestos por José María Aznar, quien, por cierto, ya no sabe como distanciarse más de su antiguo pupilo. Todos desaparecidos, incluida Ana Botella, ex alcaldesa y esposa Aznar.
Pero es que no sólo en Madrid y en su entorno ha afectado el vendaval Rajoy a sus rivales. Por acción o por omisión han caído en desgracia Jordi Pujol, que parecía intocable y que hoy pena de juzgado en juzgado, y hasta Artur Más que le echó un pulso larguísimo concluido por la CUP en una jornada. Así que Puigdemont se vaya preparando.
Enfrentarse a Rajoy es peligroso para los demás. Aparte de los socialistas y populares caídos por el camino ?hay que añadir a Manuel Chaves y José Antonio Griñán antiguos presidentes de la muy izquierdista Andalucía- hay una ristra de periodistas que también saben las consecuencias de oponerse al poder representado por Rajoy. En la legislatura fueron relevados los directores de los principales diarios de España: El País, La Vanguardia y El Mundo. Federico Jiménez Losantos ha pasado de la COPE a una emisora menor. Y no por casualidad o sólo por la grave crisis que afecta a los medios. Pero es que ni siquiera han resistido Alfonso Guerra ni Cándido Méndez, Gaspar Llamazares o Cayo Lara, todos ellos barridos tras las últimas legislaturas, sea por una causa o por otra, tenga o no que ver con el presidente en funciones. Incluso jueces como Baltasar Garzón y Elpidio Silva están fuera de la carrera.
No se puede olvidar que este tipo gallego que lee el Marca a conciencia ha colocado a militantes de su partido en las principales instituciones del Estado, previa renuncia al carnet, tales como el presidente del Tribunal Constitucional, del Consejo de Estado, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) o de RTVE (en esta tras cargarse a la primera el sistema para elegir de mutuo acuerdo entre los grandes partidos al presidente).
En fin, por si faltaba algo, en sus cuatro años de mandato hasta el rey Juan Carlos I se vió obligado a abdicar, lo que da idea de lo que ha cambiado España sin que el inquilino de La Moncloa mudase su actitud lo más mínimo. Si todo eso ha pasado en los cinco últimos años, incluyendo la repetición de las elecciones para que Mariano siga, hay que prepararse para la legislatura que viene. Todo es susceptible de empeorar.