Resaca asturiana para un divorcio europeo

Susana D. Machargo OVIEDO

ACTUALIDAD

LEON NEAL

Economistas y expertos en derecho internacional de la Universidad de Oviedo analizan para La Voz las consecuencias de la ruptura

24 jun 2016 . Actualizado a las 19:57 h.

Una certeza y multitud de incertidumbres. Ese es el resultado del Brexit que se vislumbra desde Asturias. El Reino Unido negociará su salida de la Unión Europea. Esa es la única realidad constatable. A partir de ahí, el abanico de repercusiones sociales, económicas y políticas que se abre es infinito. Expertos asturianos en economía y derecho analizan a bote pronto el resultado del referéndum británico, conscientes de que nadie tiene en estos momentos las claves para saber qué deparará el futuro a medio y largo plazo. A corto plazo, es otra cosa. En los próximos días y semanas, todo seguirá igual. Tan solo empresarios o trabajadores que tengan inversiones o contratos sobre la mesa deberán adoptar decisiones a ciegas. Los que ya tienen los vínculos entrelazados tan solo pueden esperar. Ese es el único punto en el que coinciden todos los especialistas. Sus análisis divergen casi en todo lo demás. Hay desde quien apunta la necesidad de caminar hacia la Europa federal y participativa para volver a seducir a los británicos hasta quien extrae una lectura positiva y piensa que la UE tiene la oportunidad de salir fortalecida al deshacerse de un elemento distorsionados. En el plano económico, la indefinición va para largo, pero hasta entonces es poco previsible que afecte a las exportaciones o a los flujos migratorios. 

Esta amalgama de opiniones son las que aportan Benito Aláez, catedrático de Derecho Constitucional y especialista en soberanía constitucional y Unión Europea; Javier Andrés González Vega, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones internacionales y experto en política internacional y Unión Europea; la catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, Paz Andrés, y el profesor titular de Economía Aplicada, José Alba Alonso. Todos han seguido de cerca el proceso y responden entre el escepticismo y la curiosidad a la pregunta de hacia dónde se dirige el viejo continente.

Desde el Derecho

Benito Aláez se confiesa un europeísta convencido, pero no por ello deja de ser crítico. Aláez cree que la UE debe caminar hacia el federalismo y asumir el Brexit como un gran toque de atención. La enseñanza que, a su juicio, se debe extraer es la necesidad de contar con los ciudadanos, para lo que se deben articular métodos más participativos, tal y como ha sido el propio referéndum británico, con más mecanismos de elección directa e iniciativas populares más sencillas. El objetivo debe ser «mejorar la gobernanza europea para seducirles y que vuelvan», sostiene. Para este catedrático, este proceso ha sido «una gran lección de democracia» de la que lamenta dos cosas: el resultado, porque insiste en su europeísmo, y el hecho de que hayan sido «los partidos de derechas los que hayan enarbolado esa bandera democrática». 

Se abren ahora dos escenarios y Aláez muestra una clara preferencia por uno de ellos. El primero es el que parecen preferir «las dos locomotoras europeas», Francia y Alemania, que quieren ralentizar todos los procesos. Frente a esa postura, la española, expuesta abiertamente por el ministro José Manuel García-Margallo, que es la de acelerar la integración y avanzar hacia un estado federal, con mayores cota de democracia. Este catedrático de la Universidad de Oviedo prefiere la segunda e insiste hasta la saciedad en que haya una participación real y en que así lo perciba la ciudadanía, porque ese uno de los lastres que ha empujado a la unión hasta este atolladero.

La percepción de Javier Andrés González Vega colisiona en algunos puntos con la de Aláez. En concreto, al buscar una posible lectura positiva, González Vega recuerda que el Reino Unido ha representado siempre «una presencia distorsionadora, que ha ralentizado la unión», por lo que su salida puede resolver «esa eterna incertidumbre que generaba». No obstante, González Vega utiliza el símil de los divorcios para explicar el Brexit. Señala que hay mucho que negociar, después de 43 años de matrimonio, y que, al igual que cualquier ruptura, tendrá consecuencias negativas; aunque también precisa que la peor parte se la llevarán los británicos. Este especialista en política internacional y europea duda que el Reino Unido pueda adoptar una posición de fuerza al negociar en solitario frente a China e India, tal y como argumentaba Boris Boris Johnson durante la campaña. No solo se tendrá que recomponer la UE de forma interna, también deberá hacerlo con todos los tratados que ya tiene en marcha o que está negociando con terceros, como el polémico de libre comercio con Estados Unidos. Otro hilo más a tener en cuenta es qué sucederá con Escocia, que ya ha comenzado a dar pasos hacia una nueva consulta para su independencia.

Con todo, nada sucederá de inmediato, según precisa González Vega. El artículo 50 del tratado, que es el que regula la salida, es parco y nunca se ha usado, pero fija en dos años el tiempo de negociación. Este catedrático no sabe si será suficiente, aunque el Reino Unido, tarde o temprano, «estará fuera a todos los efectos». Se habla de más deserciones, pero él no cree que se vaya a producir un movimiento de fugas. Calcula que el núcleo duro se mantendrá firme y apostará por la unión, «lo que será suficiente para sumar».

Otro tema a debate es la oportunidad de los referéndums para adoptar este tipo de decisiones de calado. Aláez es firme partidario de la democracia participativa, reclama incluso más mecanismos y más consultas. No lo tiene tan claro González Vega. No expresa una opinión contundente al respecto pero reconoce que la opinión pública debe tomar este tipo de decisiones de tanto calado de forma consciente e informada y no dejándose llevar por las emociones. No obstante, reconoce que «esto también pasa con las elecciones, cuando se elige a un presidente u otro por lo que dicen o llevan en el programa y casi nunca cumplen».

«Consciente de las importantes repercusiones negativas del Brexit y pese a encontrarse frente a un chantaje, la Unión Europea había puesto su mejor voluntad para proporcionarle al aprendiz de brujo Cameron argumentos para defender la permanencia», reflexiona Paz Andrés. A su juicio, la decisión de los jefes de estado y de gobierno sobre un nuevo régimen para el Reino Unido, el pasado mes de febrero, «aceptó las exigencias británicas aun a costa de sobrepasar alguna línea roja». Las consencuencias están ahora sobre la mesa: «Estamos ante el hecho consumado y conviene que la Unión haga frente a la difícil situación combinando serenidad y firmeza». ¿Cómo afrontarlos?. Para esta catedrática, en primer lugar,  es necesario «serenidad para diseñar la salida que mejor preserve los intereses comunitarios». Tienen dos años de plazo que se podrían prorrogar por unanimidad. En segundo lugar, apela a la «firmeza para evitar el efecto contagio en otros Estados miembros».

Lo que es innegable, para esta especialista es que «el Brexit coloca a la Unión Europea ante sus debilidades», con un proceso de integración «estancado, víctima de derivas estatalistas y de crisis de liderazgo». Así que puede convertirse también una oportunidad, que sirva para «provocar una reacción que permita superar esta situación y recuperar los valores europeos». Su apuesta es lo que denomina «la integración diferenciada», en la que los países que comparten la voluntad política de continuar profundizando en el proyecto «sigan avanzando, aprovechando que los tratados lo permiten».

Pese a todas estas oportunidades y fórmulas para reconducir la situación, Paz Andrés reconoce que el resultado del referéndum es «una pésima noticia para la Unión pero si sirve para que esta afronte sus problemas, al menos habrá aportado algo positivo». Hoy, 24 de junio, empieza una nueva etapa  que habrá que «gestionar con inteligencia, porque no habrá muchas más oportunidades para resucitar un proyecto que nos ha proporcionado paz y prosperidad durante casi seis décadas».

Una visión más económica

Pocas conclusiones económicas se pueden extraer en un primer análisis, al margen de la previsible caída de los mercados. El profesor titular de Economía Aplicada, José Alba Alonso, repite a cada paso el término «incertidumbre». Mucho más no se puede concretar sobre las repercusiones sobre Europa y España y, mucho menos, sobre Asturias. «Es un escenario desconocido, distinto, por el que nunca hemos pasado, y eso es un caldo de cultivo para las especulaciones y para las decisiones erráticas», precisa. Teme que ese periodo de indefinición dure mucho más de los dos años que marca el artículo 50 del tratado «y en economía indefinición es sinónimo de muy malas noticias». A medio plazo, sí que habrá consecuencias sobre las inversiones y la movilidad de los trabajadores. Tiene curiosidad por ver cómo responderá la City de Londres, «cómo está en el mundo sin estar en el mundo».

Hace más de 40 años que el Reino Unido está dentro, así que José Alba señala que no hay un escenario anterior al que retrotraerse, porque ese mundo y esos mercados ya no existen. Tampoco sabe si la dimisión de David Cameron será beneficiosa. «El que abrió el problema tendría que cerrarlo. Ahora deja que otros, que también estaban en contra del Brexit, tengan que negociar su salida», argumenta. Su propuesta, para minimizar daños, es acelerar el proceso, pero es consciente de que eso es difícil que suceda. «Lo mejor sería tapar rápido la vía de agua, aunque no creo que sea suficiente para hundir el barco», sentencia.

Alba es crítico con el comportamiento británico en el seno de la UE, porque cree que se han pasado años «lastrando, condicionando e imponiendo con una fuerza muy superior a la que le corresponde por población o economía y manteniendo condiciones excepcionales». También contradicciones en su relación con los flujos migratorios, porque ahora quieren cortarlos «cuando precipitaron la entrada de los países del este». Le parece que este comportamiento demuestra «que solo quieren la parte buena».