El templo de la guerra

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado ESCRITOR Y PERIODISTA

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El templo más antiguo de Madrid no es ninguna de sus iglesias católicas sino, extrañamente, un santuario dedicado al dios egipcio Amón

17 jul 2016 . Actualizado a las 17:36 h.

El templo más antiguo de Madrid no es ninguna de sus iglesias católicas sino, extrañamente, un santuario dedicado al dios egipcio Amón.

Se lo conoce como el templo de Debod y está en un extremo del parque del Oeste, frente a una vista de postal del Palacio de Oriente. Por supuesto, no es ese su lugar original. Fue traído desde los confines de Nubia en la década de 1970, como regalo del presidente Nasser a Franco. Era una muestra de agradecimiento por la ayuda de los arqueólogos españoles en la misión de rescate del patrimonio egipcio amenazado por la presa de Asuán.

Carlos Arias Navarro, que era entonces el alcalde de Madrid, no sabía muy bien qué hacer con un templo egipcio y al final hizo que lo pusiesen allí porque seguramente le pareció que aquel era un lugar vacío que no significaba nada.

Pero, en realidad, no hay ningún lugar que no tenga significado. Este era, de hecho, un espacio muy especial: un lugar de la memoria. Primero había albergado una huerta, luego el jardín de un palacio. En 1808 se lo conocía como la montaña del Príncipe Pío y fue el sitio más cómodo que encontraron los franceses para fusilar a los amotinados del 2 de mayo. En el famoso cuadro de Goya puede reconocerse vagamente la topografía.

En parte porque aquel era un lugar solemne, en 1860 se edificó allí el llamado Cuartel de la Montaña. La sublevación de su destacamento en julio de 1936 marcó el comienzo de la Guerra Civil en la Península, y sus muertos -de un lado milicianos y guardias de asalto fieles a la República, del otro militares y voluntarios insurrectos- fueron prácticamente los primeros muertos en el conflicto, que se prolongaría durante casi tres años y dejaría otros 600.000 cadáveres, decenas de miles de los cuales siguen sin recibir una sepultura digna. Del comienzo de aquello hará el lunes ochenta años exactamente.

La República ganó aquella batalla pero perdió la guerra, y el Cuartel de la Montaña, que quedó en las orillas del frente de Madrid, fue destruido, convertido en una ruina, un estrato de cascotes sobre un estrato de cadáveres, sobre un estrato de civiles fusilados y bajo estos, finalmente, la tierra negra y nutricia de la antigua huerta de la Florida. Mi madrina Conchita, que siendo niña entró en coche en Madrid por ese preciso lugar pocos días después de terminada la guerra, me contó una vez la desolación que había visto a través de la ventanilla. Es por esto por lo que, todavía décadas después, aquel lugar maldito situado casi en el centro de la Península tenía un espacio libre para colocar en él un templo egipcio.

Estos días he releído algo sobre la Guerra Civil, en el esfuerzo inacabable de entenderla. También se me ocurrió ir al templo de Debod, que está cerca de mi casa en Madrid, por si acaso tenía alguna respuesta, alguna explicación para la querencia de ese lugar por la sangre. Pero como tantos monumentos egipcios, más que una respuesta, el templo es un enigma. Amón era un dios de la armonía social y el progreso. Pero en la ciudad de Debod su pareja era, al parecer, la diosa Satis. Protectora de la primera catarata, Satis era además la divinidad de la guerra -«la que vuela como una flecha mortífera», «la que dispara continuamente», dicen las viejas inscripciones-. Si hay una pareja de divinidades tutelares de la guerra civil, podría ser esta. Al final, quizás fuese este el lugar destinado a ese templo: un monumento absurdo en un lugar cuya tragedia quizás solo pueda expresarse por medio de una religión en la que ya nadie cree y unos dioses cuyo poder se ha desvanecido.