Erdogan ya se presenta como comandante

Ana Gerpe Varela
A. Gerpe REDACCIÓN / LA VOZ

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GURCAN OZTURK | Afp

Acentúa las purgas con miles de arrestos y pide a la población que siga en la calle

18 jul 2016 . Actualizado a las 11:29 h.

«No buscamos la venganza», afirma Recep Tayyip Erdogan mientras la cifra de detenidos, apenas 48 horas después de la intentona golpista, se eleva ya a seis mil personas, entre militares de todos los rangos, jueces, fiscales y hasta 341 integrantes del Tribunal Supremo y del Consejo de Estado. Las purgas llegan al círculo más cercano de un presidente turco que ya ha recibido las primeras llamadas de atención de dirigentes internacionales, como el responsable del Parlamento Europeo, Martin Schulz, y el ministro francés de Exteriores, Jean-Marc Ayrault, para que no se menoscabe el estado de derecho. Erdogan, que escudándose en las supuestas solicitudes lanzadas por sus partidarios desde las calles abraza ya públicamente la idea de reinstaurar la pena de muerte, se hace fuerte frente al Ejército presentándose como primer comandante. Este término ha sido recogido por sus partidarios más fieles, que también han empezado a referirse al presidente de esta forma.

Se trata de una deriva por mantenerse en el poder silenciando a sus opositores que puede costarle cara en sus relaciones internacionales y desde algunos medios se indica que el presidente turco se arriesga a quedar aislado.

«Erradicar el virus»

La «erradicación del virus» que según el Gobierno es el responsable del golpe, tras el que estaría el clérigo Fethullah Gülen, se ha cobrado incluso la cabeza del coronel Alí Yazici, asistente militar personal de Erdogan, que ocupaba el puesto desde hace casi un año. Según medios locales se le vincula a la sublevación militar porque la noche del viernes, cuando tuvo lugar, Yazici se encontraba en Ankara y no acompañando al presidente en su estancia vacacional en la costa turca.

También ha caído en la campaña de «limpieza» iniciada por el Gobierno una vez fracasado el levantamiento Bekir Ercan Van, comandante general de la base aérea de Incirlik, utilizada por aviones de combate estadounidenses para lanzar bombardeos contra el Estado Islámico.

La pena de muerte

El Gobierno habla de normalidad y se asegura que el golpe «ha terminado al cien por cien», pero tanto el primer ministro, Benali Yildirim, como el propio Erdogan hacen llamamientos a la población para que se mantengan en las calles. Se afirma que se ha restablecido la vida comercial, social y económica, pero Yildirim insta a los ciudadanos a mantenerse vigilantes. El propio Erdogan asegura que deben mantenerse las principales plazas ocupadas durante toda la semana: «No se relajen».

Al mismo tiempo, sus correligionarios reclaman «ejecuciones» y el presidente afirma que, en democracia, «las demandas de la gente no pueden ser ignoradas», anticipando la posibilidad de que el restablecimiento de la pena de muerte, suprimida en el 2004, se debata en las instituciones estatales.

La imagen de normalidad que pretende dar el Gobierno contrasta con sus propios mensajes, algunos transmitidos por vía telefónica, que buscan mantener la presencia de la multitud en puntos estratégicos de las ciudades de Ankara y Estambul para frenar cualquier nueva posibilidad de un alzamiento, así como con las escenas vividas ayer por la tarde en las proximidades del segundo aeropuerto más importante de Estambul, Sabiha Gokçen, donde, según diversas fuentes, se produjeron enfrentamientos entre militares golpistas y fuerzas leales al presidente turco Erdogan.

Al parecer, las fuerzas de seguridad desplegadas en la zona efectuaron varios disparos de advertencia que, sin embargo, no fueron respondidos por los grupos disidentes.

Llamadas a la delación

La deriva del Gobierno de Erdogan tras el fallido golpe comienza también a causar preocupación en amplios sectores de la sociedad que, si bien expresaron su rechazo al levantamiento, temen ahora que Erdogan se vuelva más fuerte e intransigente. Asociaciones de periodistas y partidos de la izquierda parlamentaria emitieron comunicados indicando que lo ocurrido no significa que el régimen de Erdogan sea democrático y en las redes sociales se ponía de manifiesto el miedo a que el presidente use el golpe como pretexto para eliminar a sus opositores. De hecho, el primer ministro ha pedido a los ciudadanos que se mantengan «vigilantes» en la defensa de la democracia y les ha advertido que no deben confundir a los teóricos infiltrados del clérigo Gülen con los leales soldados, lo que parece una llamada a que ejerzan la delación.

Dos cazas de los golpistas tuvieron en el punto de mira el avión presidencial

Aunque desde el Gobierno turco se responsabiliza directamente al que antaño fue su aliado, el clérigo Fethullah Gülen, del levantamiento del viernes, lo cierto es que poco se sabe todavía de la denominada junta que llegó a proclamar que había asumido el control del Estado. Todavía son muchas las preguntas sobre quién está detrás de la sublevación pero, pese a todo, la oscuridad empieza a disiparse y ayer trascendió que dos cazas F-16 en manos de los golpistas acosaron el avión de Erdogan cuando, durante la sublevación militar, regresaba de su estancia en la localidad costera de Marmaris hacia Estambul.

Un alto cargo turco confirmó a Reuters que los F-16 acosaron al avión presidencial en su ruta desde el aeropuerto de Dalaman, mientras que otro responsable gubernamental habría reconocido que el aparato «tuvo problemas durante el vuelo». Las páginas de seguimiento de vuelos indican que el avión utilizado por las autoridades turcas despegó de Dalaman a las 22.40 horas del viernes y efectuó varias pasadas cerca de Estambul en el momento en el que se estaban produciendo disparos en el principal aeropuerto de la ciudad. Finalmente pudo aterrizar sin problemas.

Lo que constituye todavía un misterio es el motivo por el que, teniéndolo a tiro en sus radares, no lo abatieron.

Cuestión de minutos

Asimismo, una fuente oficial aseguró que Erdogan escapó de la muerte por cuestión de minutos, ya que poco después de que abandonase el hotel de Marmaris en el que se encontraba unos 25 militares descendieron disparando desde helicópteros.

Al parecer, la mayoría de las acciones aéreas de los sublevados partieron de la base de Akinci, situada al noroeste de Ankara. Allí, según un exmilitar, se encontraban unos quince pilotos bajo las órdenes de un oficial rebelde. Al parecer, desde otra base militar, en este caso al oeste de la capital, se enviaron aviones para bombardear Akinci y parar de esta forma a los golpistas, algo que no fue posible porque ya se encontraban en el aire.

Reuters apunta que hasta tres altos cargos han señalado como responsables del golpe a Akin Ozturk, un general miembro del Alto Consejo Militar, y al exasesor legal del Estado Mayor Muharrem Kose, un seguidor de Gülen que fue destituido en marzo por conducta inadecuada y que continuaba siendo oficial en activo de las Fuerzas Armadas. Tanto Akin Ozturk como Kose serían los cerebros de la sublevación, pero pudieron haber sobreestimado el apoyo que tendrían entre los militares, ya que estaban fuera de la cadena de mando y tenían pocos recursos y material para lograr sus objetivos.

Diversas fuentes también apuntan a que, entre otras cuestiones, el golpe no prosperó porque oficiales superiores expresaron su oposición a la acción emprendida por los militares que querían derrocar a Erdogan. De hecho, varios generales aparecieron ante las cámaras de televisión para posicionarse en contra, lo que constituye un hecho excepcional. El politólogo Fuat Keyman, director del centro de reflexión Istanbul Policy Center, declaró a la agencia AFP que «el golpe de Estado se frustró gracias a la alianza entre Erdogan y el ala laica del ejército».

Las fuerzas armadas turcas, consideradas guardianas del laicismo desde la creación de la república en 1923, han perpetrado tres golpes de Estado exitosos en 1960, 1971 y 1980.