El PSOE afronta dividido la semana clave para fijar el voto en la investidura

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

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Los barones que derribaron a Sánchez siguen sin defender abiertamente la abstención

10 oct 2016 . Actualizado a las 07:57 h.

El PSOE afronta una semana decisiva para su futuro. Javier Fernández, presidente de la gestora socialista, que hoy se reúne por segunda vez, se enfrenta a la complicada tarea de convencer a su partido de la necesidad de abstenerse en la sesión de investidura para permitir que Mariano Rajoy se convierta en presidente del Gobierno. Una posición que hasta poco más de una semana casi nadie en el partido se había atrevido a plantear en esos términos. La tarea del presidente asturiano es especialmente compleja por el hecho de que ni siquiera entre quienes propiciaron la caída de Pedro Sánchez existe una posición común, y por la fuerte resistencia a dejar gobernar al PP por parte de una militancia que no va a ser consultada.

El hecho de que casi todos los presidentes autonómicos socialistas que se sumaron a la rebelión contra Sánchez, con la excepción de la andaluza Susana Díaz, dependen del apoyo de Podemos para mantener la estabilidad de sus gobierno o hayan sido elegidos gracias a la abstención del partido morado, condiciona en buena parte el discurso de estos barones, que tienen muy difícil presentarse en el comité federal para votar a favor de dejar gobernar a Rajoy. Incluso hay una campaña de recogida de firmas para exigir un congreso inmediato para elegir al secretario general en primarias. Aun así, Fernández está convencido de saldar con éxito la labor pedagógica que está llevando a cabo, que debería culminar con un giro histórico de los socialistas de consecuencias impredecibles

Uno de esos barones, el valenciano Ximo Puig, que hasta ahora tampoco ha respaldado la abstención, parece dispuesto a dar ese giro. Ayer, reclamó un debate «racional» y «pensando en el interés general», aunque advirtió de que «no solo es un problema del PSOE y todos los partidos tendrán que hacer algún ejercicio de responsabilidad». En línea con el discurso de Javier Fernández, admitió que solo hay dos opciones y ambas son malas: «o el Gobierno en minoría del PP o elecciones». «Ninguna de las dos me gusta, pero hay que analizarlo tranquilamente y ver cuál es el camino mejor para los ciudadanos y, en mi caso, sobre todo para los valencianos», añadió.

Otros dirigentes que se han señalado por su rechazo al liderazgo de Pedro Sánchez, como el castellanomanchego Emiliano García-Page, tampoco se han posicionado hasta ahora públicamente en favor de la abstención en la investidura, lo que dificulta el objetivo del presidente de la gestora, que aguarda a que ese tipo de pronunciamientos se abran paso para poder presentarse con esa propuesta ante un comité federal que todavía no tiene fecha, aunque hoy mismo podría convocarse para el próximo día 22. 

A la espera de Susana Díaz

El paso definitivo que aguarda Fernández es el que debe dar la presidenta andaluza y cabeza visible del sector crítico, Susana Díaz, que, aunque ha dejado claro que el PSOE no puede gobernar con 85 escaños y rechaza la convocatoria de nuevas elecciones, no acaba de concretar la consecuencia obvia de esa posición: que el PSOE debe abstenerse y dejar gobernar a Rajoy.

Fernández juega con la ventaja de que, quieran o no, todos los barones tendrán que pronunciarse públicamente, dado que la decisión se tomará por votación a mano alzada en un comité federal en el que todos ellos están representados. El PSOE da por hecho que la unanimidad es imposible, pero trata de minimizar los daños. Tanto los miembros del PSC como el resto del sector afín a Sánchez han dejado claro ya su rechazo a la abstención. Pero el reto ahora es que, una vez conseguida la mayoría a favor de la abstención en el comité federal, esa posición no provoque un fractura entre los socialistas que podría acabar incluso en escisión. Que los diputados del PSC, partido distinto al PSOE, rompiera la disciplina de voto sería un problema, pero ya ha ocurrido en otras ocasiones. Que lo hiciera un grupo numeroso de diputados del PSOE sería mucho más grave.

Todo el PP secunda ya la posición de Rajoy de no poner condiciones para formar Gobierno

Después de la desconcertante disparidad pública de criterios entre unos dirigentes del PP que exigían al PSOE que, además de abstenerse en la investidura, se comprometiera a apoyar los Presupuestos y a garantizar la gobernabilidad, y un Mariano Rajoy que aceptaba la abstención socialista sin condiciones, todos los populares sostiene ya el mismo discurso: el de la mano tendida al PSOE porque la única prioridad es formar Gobierno. El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, se mostró ayer convencido de que antes del 31 de octubre «se habrá desbloqueado la situación y habremos asistido ya a una investidura» de Mariano Rajoy, porque lo contrario, advirtió, «sería un auténtico despropósito». Aseguró no tener «la menor duda» de que «el sentido común y el patriotismo de las grandes fuerzas políticas permitirá desbloquear la situación y dedicarnos a atender las verdaderas necesidades de España y de los españoles».

Y también la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, ofreció «la mano tendida» de su partido para garantizar la gobernabilidad de España y afirmó que los ciudadanos quieren «normalidad» y no un Gobierno que deje la estabilidad en manos de los «radicales y extremistas». La número dos del PP aseguró, en línea con lo afirmado por Rajoy, que unas terceras elecciones generales serían un «disparate» que, además, podría echar por tierra la recuperación económica y la creación de empleo experimentada en los últimos meses. «La estabilidad de un Gobierno y la estabilidad de un país no se puede dejar en manos de los radicales y de los extremistas porque a lo único a lo que induce es a crear inseguridad, parálisis y desconcierto. Lo sabemos muy bien en Cataluña», señaló Cospedal durante un acto político en Cambrils (Tarragona).