Cinco historias de vidas desgarradas por los conflictos

Ana Lorenzo Fernández
Ana Lorenzo REDACCIÓN / LA VOZ

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Niños a los que los conflictos bélicos han obligado a abandonar sus casas y malvivir en campos de refugiados

25 nov 2016 . Actualizado a las 07:44 h.

Apenas han comenzado a vivir y ya se han topado de bruces con duras realidades Conflictos bélicos que los han obligado a abandonar sus casas y ciudades y a malvivir en campamentos de refugiados, países donde es imposible conseguir alimentos, agua o medicinas, o regiones donde la violencia está al orden del día y salir a la calle se convierte en una odisea. Elías Jameel, Babintu Balla, Sunday Samuel, Nakisha y Saja son solamente cinco niños que se enfrentan cada día a estas terribles ituaciones, pero hay millones como ellos repartidos por todo el mundo y a los que Unicef intenta ayudar para que puedan tener una vida mejor.

«Las escuelas se cerraron y la vida se detuvo; todos huimos de allí»

«Todo comenzó cuando el primer cohete impactó cerca de nuestra casa. Las escuelas cerraron y la vida se detuvo. El conflicto estalló con ataques de artillería y bombas. Mis padres, mis hermanos y yo. Todos huimos de allí». Así cambió la vida de Elías Jameel Abdullah Mohammed Moqbil Alhakimi, un niño de 4 años refugiado en el campamento de Tharawan Yemen, y que solo quiere «paz y tranquilidad» y que «todo vuelva a ser como antes».

«Cuando escapé de Boko Haram, pensaba en la gente que dejaba atrás»

Babintu Balla tiene 12 años y está en el tercer curso en el colegio. Desde que el conflicto estalló en su país vive en el campamento de Muna en Nigeria. «Cuando escapé de Boko Haram, no dejaba de pensar en la gente que había dejado atrás, especialmente en mi abuelo. Creía que los terroristas lo matarían o lo dejarían morir de hambre», recuerda, al mismo tiempo que se emociona al rememorar cómo fue el reencuentro con toda su familia. Confiesa que su vida ahora no «es sencilla». «Si conseguimos comida, comemos, pero si no lo logramos, simplemente permanecemos de brazos cruzados. No es una buena vida. Si la gente empieza a volver a nuestro pueblo y no le ocurre nada, entonces nosotros también volveremos. Pero si algo les ocurre, no. Porque podríamos haber sido nosotros».

Su madre no tiene esperanza porque «no hay nada»

Los problemas para alimentarse lastran la vida en Sudán, donde malvive el pequeño Sunday Samuel. «La vida era normal antes de la crisis, pero ahora todo es más caro. Alguien que no tiene nada no conseguirá ni harina para comer», dice su madre, Todo esto deriva en enfermedades y en epresión. «No tengo ninguna esperanza de futuro porque no hay nada, y nadie puede ayudarme».

«Las pandillas son las que gobiernan aquí»

A Nakisha le encantaría alejarse de todo, estudiar y conseguir un trabajo como enfermera para mantener a su familia. Pero está demasiado asustada para emprender el peligroso viaje a Estados Unidos. Ella y sus hermanos lo intentaron hace dos años y fueron deportados a Honduras. «Donde vivo yo hay pandillas. Ellos son los que gobiernan aquí ?dice Nakisha ?. Buscan niños de la comunidad para integrarlos en sus bandas. Tengo un primo que está en una, solo tiene 12 años de edad. Ahora lo buscan, lo quieren matar. Un amigo suyo acaba de morir. Lo apuñalaron. Luego lo cortaron en trozos y lo metieron en una bolsa».

«Perdí una pierna durante un bombardeo»

Saja tiene 12 años y junto con su familia lleva más de tres años atrapada en Alepo por culpa del conflicto armado en Siria. En un bombardeo perdió una pierna, «la posesión más preciada», porque le gustan el kárate y el fútbol. «En el futuro me gustaría ser profesora de gimnasia, y mi deseo es realizar mi sueño». Un deseo en el que también incluye que «Siria vuelva a ser como era. No más guerra».