La periodista asturiana Majo Fal, de viaje en la Habana, adelanta en este breve extracto sus primeras impresiones tras la muerte del comandante
27 nov 2016 . Actualizado a las 18:44 h.Lo primero que sorprende es que, a primera hora de la mañana, apenas se oía ruido en las casas. En la calle, había menos gente que de costumbre, menos coches y, también, menos autobuses. En los supermercados y en la guagua, la vida parece que sigue igual. Pero en el ambiente se respira algo raro. Por una parte, el silencio. No se oye música. Por otro, no se habla de Fidel ni de su muerte. Se nota que este tema no se trata de puertas hacia afuera.
Una de las medidas que está causando más incertidumbre es la venta de bebidas alcohólicas. En los bares, no se sirve alcohol y en algunos supermercados que están despachando, por ejemplo, cerveza, los cubanos están aprovechando para proveerse, porque corre el rumor de que habrá ley seca durante los nueve días que durará el luto. Nosotros conseguimos algunas en una tienda, pero sabemos que ahora ya las han retirado.
Las banderas están a media asta y han suspendido el concierto que iba a dar Plácido Domingo. Los canales de televisión tienen una programación especial dedicada a la muerte y a la figura de Fidel. En realidad, estoy un poco extrañada porque la única señal de la desaparición física del comandante es esa programación especial. Bueno, eso y nuestra vecina de puerta, una señora de noventa y tantos años que se puso mala de tanto llorar. Se pasó toda la noche entre lágrimas. Se confiesa del partido y muy, muy fidelista. Llamó al partido en cuanto se enteró y allí le dijeron que había sido un infarto.