El cedazo de los días

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado ESCRITOR Y PERIODISTA

ACTUALIDAD

Edgardo

No es que no haya nada nuevo bajo el sol, sino que todo lo que es posible, precisamente porque lo es, ocurre una vez y otra

31 dic 2016 . Actualizado a las 10:36 h.

En un famoso relato, Borges fantasea sobre el Aleph, un mítico punto en el espacio en el que se resumirían todos los lugares y todos los momentos del universo. El Aleph que se imaginaba Borges se encontraba en el sótano de una casa y para verlo había que tumbarse en un suelo de baldosas y fijar la vista en la parte inferior derecha del decimonoveno escalón de la escalera de madera que conducía al piso principal. No era más que una esfera tornasolada de dos o tres centímetros de diámetro, pero allí estaba todo lo que hay y hubo en el mundo.

A mí el fin de año me parece que es una especie de Aleph de segunda categoría que se puede ver con más comodidad. Enciende uno el televisor y ahí está: son esos resúmenes del año en los que se recopila todo lo sucedido en los últimos meses en el mundo. Las imágenes se suceden de forma desordenada, solo unos segundos dedicados a cada cosa: guerras, paces, defunciones célebres, elecciones, inventos, banalidades...

En el de este año vi, entre otras cosas, al Chapo Guzmán esposado; los restos del vuelo EgyptAir 804; las imágenes de médicos con mascarillas tratando a infectados del zika; un camión segando vidas en el paseo de los Ingleses de Niza; otro camión segando vidas en el centro de Berlín; el escándalo de los papeles de Panamá; la erupción de un volcán en Indonesia; un terremoto en Japón; un compungido locutor de la BBC anunciando el resultado del referendo del brexit...

A ese caos, los columnistas intentan a veces darle un sentido, y entonces dicen que ha sido un buen año o un mal año; pero ese juicio depende más que nada del estado de ánimo y la inclinación de quien se pone a la tarea. De este año se habla especialmente mal porque unas elecciones no fueron como se esperaba, porque Europa ha sufrido atentados con mucho impacto y porque en la televisión hemos visto durante las últimas semanas, insistentemente, imágenes de la guerra en Siria.

Pero si pienso en los resúmenes de hace un año, me acuerdo de que, en vez del Chapo Guzmán, el señor de la droga que aparecía entonces esposado por la policía mexicana era Servando la Tuna Gómez; en vez de los restos del vuelo EgyptAir 804, eran los del Germanwings 9525; los médicos con mascarillas parecían los mismos, salvo que estaban en África y no en Brasil, y atendían a enfermos de ébola y no de zika; había una manifestación de condena del atentado en Francia, pero no del de Niza, sino del de París del 2015; había un escándalo de corrupción, pero no era el de los papeles de Panamá, sino el de la FIFA; el volcán en erupción era el Colima; el terremoto era en Nepal.

No es que no haya nada nuevo bajo el sol, sino que todo lo que es posible, precisamente porque lo es, ocurre una vez y otra. Es nuestra capacidad de asombro y olvido, nuestro mayor don como especie, la que hace que lo que en principio es igual nos parezca diferente. Entonces podemos elegir si dejarnos llevar por el pesimismo, como tantos hacen este año, o si queremos fijarnos, en cambio, en que aquella epidemia de ébola pudo controlarse y que ya se están haciendo pruebas para una vacuna. O en que las muertes por malaria en el planeta se han reducido en un 60 por ciento. O en que dos semanas antes del referendo del brexit los países africanos acordaron crear un pasaporte único para todo el continente. O en que el hambre en el mundo estuvo este año en su nivel más bajo en un cuarto de siglo. Porque, aunque en el cedazo de los días se acumula siempre el mismo barro, hay siempre una o dos pepitas de oro que brillan entre la escoria.