Una encrucijada que alienta la violencia

t. n. REDACCIÓN / LA VOZ

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El acercamiento de Erdogan a Putin le genera problemas con Estados Unidos y la Unión Europea y provoca la reacción yihadista

02 ene 2017 . Actualizado a las 16:56 h.

Turquía es hoy un país en medio de una triple encrucijada y cada una de ellas es un foco de violencia que se retroalimenta. En los dos últimos años, el país que Obama calificó de «una gran democracia musulmana» ?aunque son muchos los que cuestionan el calificativo, especialmente desde el oscuro golpe de Estado del pasado 15 de julio? ha sido escenario de más de medio millar de atentados, con más de 300 muertos, las peores cifras en los últimos 25 años.

Dos de cada tres acciones terroristas son atribuidas al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), fruto de un conflicto por la separación de esta parte del sureste del territorio turco. La minoría kurda, que ocupa también zonas fronterizas de Siria, Irán e Irak, ha sido duramente perseguida por el Estado turco, antes y después de Erdogan. Este utilizó el conflicto, que se extiende desde los años 80, como uno de sus principales estandartes para ganar las elecciones del 2005. Pero una vez conseguido el triunfo, nada cambió y los ataques de los grupos kurdos han seguido constituyendo el principal foco de violencia en el interior del país.

Sin embargo, el yihadismo, al que se atribuye el otro tercio de los ataques terroristas, ha ido haciéndose más presente en la sociedad turca con sangrientos atentados que, al igual que ocurre en los perpetrados en ciudades europeas, son indiscriminados contra la población civil y buscan la máxima repercusión mediática. Eso los diferencia claramente de los ataques kurdos, cuyo objetivo son fundamentalmente los militares turcos.

El terrorismo yihadista ha ido creciendo en suelo turco en paralelo al viraje de la política exterior de Erdogan. Turquía es un país de capital importancia geoestratégica, en un cruce de caminos entre Occidente, Oriente y Rusia. Para Estados Unidos, ha sido un aliado estratégico de primer orden como tapón entre Europa y Oriente Próximo. En su territorio, dispone de la importante base militar de Incirlik, punto de partida de las incursiones aéreas en la región, especialmente de los recientes ataques contra el Estado Islámico en suelo sirio e iraquí.

Viraje en la política exterior

Pero Turquía aspira a más, a mucho más que ser un simple escudero. Siendo como es una gran potencia militar ?sus fuerzas armadas son las segundas más numerosas de la OTAN? y económica regional, aspira a convertirse en hegemónica en Oriente Próximo. Y explica su activo papel en la guerra civil siria, con una actitud muy ambigua respecto al Estado Islámico, a los grupos yihadistas, que eran dominantes en Alepo. Su deliberadamente porosa frontera con Siria permitió a los islamistas moverse con cierta impunidad a un lado y otro. De paso, le servía a Turquía para controlar a los kurdos más allá de sus propias fronteras. Con una calculada ambigüedad, dejaba hacer al tiempo que hacía ver que atendía los persistentes requerimientos de Estados Unidos y de la Unión Europea para cerrar de manera hermética sus fronteras.

Todo empezó a cambiar a mediados del pasado año, con el fallido golpe de Estado en el que Erdogan vio connivencias de Estados Unidos. Uniendo a ello los intereses petrolíferos, el presidente turco dio un viraje en las relaciones exteriores que lo ha llevado a acercarse progresivamente a Rusia, lo que, paralelamente, ha multiplicado los encontronazos con EE.?UU. y la UE. El cambio de política incluye una decidida implicación en la estrategia ruso-iraní para asentar a Al Asad en Siria y acabar con los grupos yihadistas de oposición. Este compromiso ha multiplicado los atentados en territorio turco, como el de Año Nuevo.