El whisky que nos han dejado del cielo

Jesús Fraga

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Joss Barratt

El cineasta Ken Loach echa mano de una curiosa expresión para referirse a la evaporación del alcohol mientras madura en una barrica para titular una comedia dramática que tiene en los misterios de la malta fermentada su capacidad para redimir a un joven delincuente.

08 ene 2017 . Actualizado a las 17:38 h.

Hay una secuencia memorable en esa película genial que es Smoke gracias a la confluencia de los talentos de Paul Auster, Wayne Wang, Harvey Keitel y William Hurt, de esas que se quedan grabadas para siempre. Hurt, en el papel del escritor Paul Benjamin, relata en el estanco que regenta el personaje de Keitel cómo el explorador inglés Sir Walter Raleigh demostró que podía pesar el humo: pesó un cigarro sin encender, para luego fumárselo echando con sumo cuidado las cenizas en la báscula; cuando terminó les añadió la colilla y pesó el conjunto. De restar el resultado a la cifra inicial salía el peso del humo.

La escena guarda parentesco con una expresión, «la parte (o la cuota) de los ángeles», que se utiliza para referirse al alcohol de un vino o licor que se evapora mientras envejece en barrica. Es una cantidad variable, en función especialmente del entorno, ya que de ello depende que se volatilice más alcohol o más agua.

Esta desaparición da título a una película del británico Ken Loach, quien, en línea con su cine social y comprometido, propone una historia de redención en la que el whisky desempeña un papel crucial. La parte de los ángeles tiene como protagonista a Robbie, un joven de Glasgow que se nos presenta en un momento crucial: va a ser padre. Pero su vida no es fácil. Pese a su corta edad, tiene un pasado muy violento a sus espaldas. Desea dejarlo atrás, pero es difícil cuando te encuentras en una espiral de pobreza y marginación, y además tu suegro quiere romperte las piernas porque, mafioso él mismo, quiere algo mejor para su hija.

Al mismo tiempo que estrena paternidad, Robbie empieza a cumplir una condena de trabajos comunitarios. Harry, su encargado, celebra el nacimiento con él invitándolo a un whisky con carácter. Más adelante brinda a Robbie y sus compañeros de pena la oportunidad de visitar una destilería, donde el chico descubre, no sin sorpresa, su habilidad natural para identificar aromas, sabores, evocaciones. El whisky y su elaboración aparecen así como una puerta abierta a un futuro mejor, digno y pacífico, pero antes Robbie aún quiere dar otro golpe, el último, y que precisamente tiene que ver con un reserva muy especial y los altos precios que pagan los coleccionistas...

En La parte de los ángeles Loach viste sus críticas con un tono de comedia amable. Entre risas, el filme reivindica la superación, la ayuda, la compasión y la solidaridad, valores a los que podemos añadir una apreciación juiciosa del whisky: no en vano lo que bebemos es la parte que nos han dejado del cielo.