El amor produce taquicardias

r. r. garcía REDACCIÓN / LA VOZ

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Mayor actividad cerebral o activación del músculo de la sonrisa son otros efectos fisiológicos comprobados científicamente

14 feb 2017 . Actualizado a las 08:13 h.

Es como si el corazón se parase durante una fracción de segundo. Los latidos se detienen en un suspiro para avanzar de forma acelerada en una cabalgada frenética. Nada grave. Si alguna vez ha tenido esta sensación, lo cual es muy probable, es que está enamorado. ¿El diagnóstico? Taquicardia afectiva. Aunque tampoco es necesario sufrir un arrebato de pasión para experimentarla, porque podría sentir algo parecido en una relación con su padre, su madre, su hijo o ante un amigo muy querido. Eso sí, tiene que existir un importante vínculo afectivo de por medio con la otra persona. Si lo tiene, aunque usted es muy probable que no lo advierta, su organismo empezará a desarrollar un mayor aumento de la actividad cerebral, le aumentará la sudoración cuando piensa en la persona que quiere o se le activará de forma incontrolada el músculo responsable de la sonrisa.

Todos ellos, y alguno más, son mecanismos fisiológicos que el amor provoca en las personas y que fueron medidos y contrastados por un equipo de científicos de la Universidad de Granada en el estudio más completo realizado hasta la fecha, aunque en realidad se trata de distintos trabajos sobre el mismo tema centrados en una línea de investigación iniciada en el 2011.

Los investigadores midieron los efectos del amor y del afecto que sienten unas personas hacia otras, tanto a nivel cerebral como periférico. En este último caso se tienen en cuenta los parámetros cardíacos, musculares y de sudoración. Los participantes en los estudios, hombres y mujeres de entre 20 y 29 años, visionaron imágenes neutras, en las que no debía aparecer ninguna expresión emocional de alegría o tristeza, de su persona amada o de sus familiares directos y amigos, que se combinaban con otras de individuos desconocidos y con la de un bebé. Mientras contemplaban las imágenes, los miembros del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento de la Universidad de Granada analizaban sus reacciones. Para ello les colocaban sensores en el rostro, cabeza y manos, a la vez que monitorizaban su actividad fisiológica cerebral y periférica.

«Todos los patrones que hemos visto relacionados con el amor son muy consistentes entre sí, lo cual es un poco extraño, porque no es normal que exista una concordancia tan grande entre distintos sistemas de respuesta», explica Pedro Guerra, uno de los responsables del trabajo.

Fruncir el ceño

Estos patrones fisiológicos tan aparentemente inconexos entre sí van desde las taquicardias afectivas, la sudoración, el aumento de la actividad eléctrica en determinadas zonas cerebrales de las personas enamoradas o la activación del músculo facial cigomático, el responsable de la sonrisa. No son, sin embargo, los únicos efectos. También se ha constatado una desactivación del músculo corrugador, el que se encuentra encima de las cejas y que es el responsable de hacernos fruncir el ceño, un gesto que adoptamos cuando estamos enfadados o contrariados por alguna circunstancia. Por el contrario, si sentimos afecto hacia otras personas, cuando pensamos en ellas o nos encontramos ante su presencia, simplemente desaparece cualquier atisbo de este desagradable rictus facial.