Macron despega hacia el palacio del Elíseo

Alexandra F. Coego

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GONZALO FUENTES | REUTERS

El candidato centrista amplía la ventaja sobre la ultraderechista en el cierre de campaña

06 may 2017 . Actualizado a las 11:12 h.

Punto final a la campaña presidencial más decisiva de la historia de Francia. Emmanuel Macron llegó ayer a su último mitin sonriente frente al derrotismo instalado en las filas de su rival, Marine Le Pen. El aspirante centrista al palacio del Elíseo acapara el 63 % de la intención de voto, su mejor nivel desde la primera vuelta de las presidenciales, según el último sondeo de Ifop-Fiducial. La candidata ultraderechista pierde tres puntos desde el día del decisivo cara a cara televisivo.

Toulouse esperó con ansia toda esta semana la llegada del líder de ¡En Marcha! La ciudad sureña es la meta tradicional de los candidatos del Partido Socialista (PS) y por ello los tolosanos dieron por supuesto que serían los anfitriones del último mitin. Sin embargo, Macron cambió la capital de región por la pequeña localidad de Albi, a un centenar de kilómetros. Con su inesperada decisión quiso mandar un mensaje de ruptura con el PS y responder a los que lo tachan de heredero de François Hollande. El exministro de Economía repasó ya las dificultades a las que se enfrentará cuando se siente en el Elíseo, dando por hecha su victoria el domingo. «El día después, nuestra responsabilidad será inmensa: hacer a nuestro país ganar a largo plazo y reconciliar esta Francia, porque no será fuerte y justa si no se reconcilia», aseguró durante un discurso de apenas media hora.

En el cuartel del Frente Nacional hay una apenas disimulada atmósfera derrotista. En las filas de Marine Le Pen, el final de campaña está pesando como una losa. Su pobre actuación en el debate del jueves y los errores estratégicos le están pasando factura. Su sobrina Marion Maréchal-Le Pen comienza ya a afilar los cuchillos. Si su campaña comenzó vitoreada por los huelguistas de la factoría Whirpool, Le Pen vivió ayer la otra cara de la moneda durante su visita sorpresa a la catedral de Reims, donde escuchó silbidos y gritos de «Marine, devuelve el dinero». Abandonó el templo donde se coronaba a los reyes franceses por una puerta trasera para evitar más insultos y algún que otro proyectil.

La prensa francesa se hizo eco de la entrevista que dio a un medio italiano el jueves, en la que calificó de «mierda» a su rival conservador de la primera vuelta, François Fillon.

A dos días de la votación, solo una tormenta perfecta puede darle la victoria a la líder ultraderechista: que la izquierda de Jean-Luc Mélenchon se inmovilice, provocando una alta tasa de abstención, y que la derecha tradicional confíe en ella pese a sus planes de salir de la Unión Europea.

Para evitar lo primero, los pesos pesados del Partido Socialista y de Los Republicanos hicieron ayer en París un último llamamiento en contra de la abstención y en favor de Macron. El ex primer ministro socialista Manuel Valls aseguró comprender la «frustración» de los ciudadanos, pero recordó que «cada voto cuenta» cuando se trata de frenar a la extrema derecha. François Hollande unió su voz al llamamiento desde la región Centro-Valle de Loira, advirtiendo que el arsenal nuclear galo no puede caer en «las manos de cualquiera».

Decepción y nerviosismo

Convencer a los franceses de acudir a las urnas el domingo no es tarea fácil. Ni Macron ni Le Pen levantan pasiones: el 53 % de los electores del centrista dicen que votarán por él para cerrar el paso al Frente Nacional. Del lado de la ultraderecha, el 33 % harán lo propio para bloquear a Macron. La cifra pone de relieve que hay un electorado descontento y con poco apego a los candidatos en unas elecciones en las que los partidos tradicionales están ausentes. No obstante, el nerviosismo entre el 72 % de los ciudadanos que se dicen dispuestos a votar es palpable.