La paradoja francesa

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GUILLAUME SOUVANT | ERIC FEFERBERG | AFP

Todo gira en torno a un partido que probablemente no va a gobernar nunca: el Frente Nacional de Marine Le Pen

06 may 2017 . Actualizado a las 09:41 h.

Hay una paradoja engarzada en el centro mismo del modelo político francés: todo gira en torno a un partido que probablemente no va a gobernar nunca. Es el Frente Nacional de Marine Le Pen. Estigmatizado por su condición de organización de extrema derecha, no puede ganar la presidencia en un sistema de doble vuelta. Esta doble vuelta tiene toda la lógica en una elección presidencial, en la que se trata de encontrar al candidato más aceptable para la mayoría. Pero Francia tiene una peculiaridad: que allí las elecciones legislativas también son a doble vuelta, con lo que el Frente Nacional tampoco tiene la posibilidad de reunir una mayoría parlamentaria, incluso si es la fuerza mayoritaria.

Esto son buenas noticias para quienes rechazan los extremismos y valoran la estabilidad, pero hay que reconocer que como sistema es bastante raro. Precisamente ayer se conocía un buen sondeo para las próximas legislativas, que serán en junio, y el resultado llama la atención. A pesar de que el movimiento ¡En Marcha!, que encabeza Emmanuel Macron, apenas acaba de constituirse, se proyecta que rozará la mayoría absoluta en el futuro Parlamento, con entre 249 y 286 escaños. Y, a pesar de que Le Pen obtuvo casi la cuarta parte de los votos en la primera vuelta de las presidenciales y de que, probablemente, se quedará cerca del 40 % en la segunda, se espera que obtenga solo entre 15-25 escaños, una vez que los 300 que puede lograr en primera vuelta hayan pasado por el filtro de la segunda. Incluso los socialistas, cuyo candidato presidencial apenas pasó del 6 %, se apuntarían un resultado bastante mejor (28-43). Francia Insumisa, la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon, que en las presidenciales sacó el triple de votos que los socialistas, podría quedarse en media docena de diputados.

El ideal de una democracia es que refleje con cierta precisión el sentir de la sociedad, y no se puede decir que la política francesa cumpla demasiado bien con ese cometido. Cumple el de impedir que llegue al poder el Frente Nacional, pero a la larga esto puede volverse insostenible. La posición central que ha adquirido el Frente Nacional en la política francesa distorsiona el voto no solo de la derecha, sino también de la izquierda (se calcula que un 18 % de los votantes de Jean-Luc Mélechon van a votar a Le Pen). Cabe preguntarse incluso si este desajuste entre el modelo político y la realidad no habrá tenido algo que ver en la progresión de los partidos antisistema, cuyos candidatos recibieron la mitad de los votos en la primera vuelta de las presidenciales.

En Francia las encuestas raramente se equivocan y una victoria de Marine Le Pen mañana es casi imposible. Como hemos visto, incluso si ganase no podría gobernar. Y, sin embargo, queda en el aire un pensamiento incómodo: que Le Pen, incluso perdiendo, ha conseguido condicionar el resultado. Que alguien como Emmanuel Macron no hubiese sido nunca presidente sin el «peligro Le Pen». Que el sistema, en definitiva, está necesitado de serios ajustes.