Brasil se instala en la crisis un año después de la caída de Dilma

La Voz RÍO DE JANEIRO / DPA

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PAULO WHITAKER | REUTERS

La tormenta económica empieza a amainar, pero el gigante latinoamericano se tambalea con un Gobierno muy cuestionado y escándalos de corrupción

12 may 2017 . Actualizado a las 07:57 h.

Un año después de la caída de la presidenta Dilma Rousseff, Brasil está lejos de haber superado los malos tiempos. La tormenta económica empieza a amainar, pero el gigante latinoamericano se tambalea aún de crisis en crisis, con un Gobierno muy cuestionado y escándalos de corrupción que amenazan con sacudir los cimientos de la nación. El conservador Michel Temer llegó al poder el 12 de mayo del 2016, inicialmente de forma interina, con la promesa de «unir y salvar» al país tras la suspensión de Rousseff por un tormentoso impeachment.

Con fama de mujer íntegra pero inflexible, Rousseff perdió a todos los aliados de su coalición de Gobierno, hasta que su entonces vicepresidente, Temer, le volvió la espalda para apoyar el polémico juicio de impeachment en el Senado.

Un año después, los frentes de la crisis son varios, empezando por Temer. El mandatario, de 76 años, es altamente impopular, tanto o más que Dilma en sus últimos tiempos en el Palacio de Planalto. Las últimas encuestas sitúan los índices de popularidad de Temer en un 9 %. Las acusaciones de haber apoyado un «golpe» contra una presidenta electa resuenan ampliamente en la sociedad brasileña. Temer ha perdido a siete ministros en sus 12 meses en el poder y ha anunciado ya que no será candidato en las presidenciales del 2018.

Aunque la crisis se frenará este año, el desempleo sigue afectando a un cifra récord de 13,5 millones de personas. Para reanimar la coyuntura, Temer impulsa una cuestionada agenda de ajustes, entre ellas reformas para subir la edad de jubilación y recortar derechos laborales. También son controvertidos sus planes para ampliar los terrenos agrícolas reduciendo zonas protegidas en la Amazonía, sobre todo las de los olvidados pueblos indígenas.

Las revelaciones de corrupción son la espada de Damocles sobre el sistema político brasileño. El caso Lava Jato sacude desde hace más de tres años al país. Decenas de políticos están involucrados en la trama de cobro de sobornos en la petrolera semiestatal Petrobras.

Los tentáculos de la red corrupta alcanzan al extranjero por el pago de sobornos que la constructora Odebrecht admitió haber realizado en 12 países. Las últimas denuncias hechas por Odebrecht en su colaboración con la Justicia, conocidas como la «delación del fin del mundo», alcanzan a un centenar de políticos, entre ellos los cinco expresidentes vivos y ocho ministros de Temer.

El futuro de Lula , decisivo

El más conocido de esos acusados es Lula, que sigue siendo uno de los políticos más influyentes de Brasil. Declaró cinco horas ante el juez Sergio Moro en el primero de los casos de corrupción que se lo atribuye. Él niega los cargos y acusa a sus adversarios de querer sacarlo de la arena política. El exlíder obrero sigue teniendo un gran arrastre a sus 71 años y ha dicho ya que quiere aspirar a la presidencia por sexta vez en el 2018 si el juez Moro, actual emblema de la lucha anticorrupción, no lo inhabilita antes.

Las últimas encuestas colocan a Lula como favorito, con hasta un 30 % de los apoyos. Disputando el segundo lugar, con un 11 %, está un candidato que evidencia el potencial explosivo de la crisis institucional y el enorme descontento popular en Brasil: el populista de derechas Jair Bolsonaro, temido desde ya como un posible Donald Trump brasileño.