La dieta del astronauta

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Es fácil de llevar a la práctica, inocua y no obliga a renunciar a ningún alimento

23 may 2017 . Actualizado a las 18:48 h.

Ahora que llega el verano, parece que todo el mundo se afana en dar con la dieta idónea para lucir tipo y bañador entre la infinidad de opciones existentes. Si ese es el caso del lector, le sugiero que valore una más. Fácil de llevar a la práctica; inocua cuando no beneficiosa para el organismo; y que no obliga a renunciar a ningún alimento, tan sólo a un condimento: la sal. Una dieta a la que he dado en denominar como «del astronauta», atendiendo a que viene avalada por científicos del Centro Aeroespacial Germano y del Centro Max Delbrück de Medicina Molecular. Quienes en el marco de una misión simulada a Marte han concluido, para sorpresa de todos, ellos los primeros, que la comida generosamente aderezada con sal no da más sed, tal y como se creía hasta ahora. Muy al contrario, la disminuye. En realidad este efecto de disminución se manifiesta a largo plazo, mientras que el cortísimo, justo después de ingerir el bocado «en salazón», sí invita al trago de agua. Lo que justificaría el equívoco mito.

Lo que han descubierto es que la sal activa un mecanismo o proceso metabólico que lleva a los riñones a eliminar menos agua, de tal forma que el exceso de sal pasa a la orina pero el agua permanece en el cuerpo. Sin entrar en mayores detalles, a mayor concentración de sal, más urea sintetiza el organismo; urea que, al intervenir en el equilibrio osmótico, es la responsable última de esta retención de líquido.

¿Y qué tiene esto de dieta? Sucede que la síntesis de urea es un proceso que consume mucha energía. Y ello provoca un aumento de la sensación de hambre a fin de reponer la energía consumida. Con el peligro que eso supone de ingerir más de la cuenta (de calorías gastadas). Lo interesante llega cuando se da la vuelta a la relación: a menos sal, menos hambre.

¿Y qué tiene esto que ver con las misiones espaciales? Pues resulta que mucho porque a la hora de planificar un viaje espacial hasta el último gramo de peso y el último centímetro cúbico de espacio cuentan. Y en este sentido, un menú sin sal supone tener que embarcar menor cantidad de agua y de comida.

Eso sí, se recomienda no seguir esta dieta a estudiantes y opositores en periodos de exámenes porque, de forma paralela e independiente, otra investigación efectuada por científicos británicos ha confirmado que el hambre, más en concreto la grelina, la hormona que se segrega cuando el estómago está vacío, favorece la actividad cerebral al promover el crecimiento de nuevas neuronas y proteger a las ya existentes. O como diría un castizo: el hambre agudiza el ingenio.