«Generar un órgano humano nos va a llevar un tiempo, pero estoy confiado»

R. d. Seoane A CORUÑA / LA VOZ

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EDUARDO PEREZ

Tras curar la ceguera en ratones y lograr retrasar su envejecimiento, el investigador busca regenerar la vida

17 oct 2019 . Actualizado a las 19:56 h.

Juan Carlos Izpisúa (Hellín, Albacete, 1960) dejó esta semana admirado al Hospital A Coruña mostrando mini-riñones creados en laboratorio, ratones que recuperan la vista, con la vida prolongada hasta un 30 %, y auténticas quimeras: animales con ojos y órganos de otras especies. Bioquímico y farmacéutico, es profesor e investigador en biología del desarrollo en el Instituto Salk de La Jolla, en California, donde trabaja junto a seis premios Nobel.

-Dicen que fue clave para usted ver que a su hija, de bebé, se le regeneraba un dedo cortado.

-¡Qué exageración! Es verdad que aprendemos en los libros que los mamíferos no nos regeneramos y no es así. Hemos descubierto que sí tenemos esa capacidad, que está codificado en nuestro genoma, que de hecho ocurre, y que lo que pasa es que con el tiempo, al envejecer, la vamos perdiendo. Si amputamos un 30 % de nuestro corazón, se regenera, pero solo en los primeros días de vida. Intentamos entender cómo se pierde esa capacidad para tratar de reactivarla.

-Ha obtenido avances notables

-Trabajamos en crear células, que con el paso del tiempo dejan de funcionar por vejez, accidente, enfermedad, para trasplantarlas y sustituir a las que perdemos. Esto lo lleva haciendo mucho tiempo en España la ONT, con Matesanz a la cabeza, que deberíamos de darle no uno, sino diez premios Nobel porque realmente salva la vida a miles de personas. Pero aunque los números son apabullantes, la demanda es mucho más alta de lo que se puede conseguir con los trasplantes de órganos. Por lo tanto hay que buscar alternativas para la producción de células, tejidos y órganos en el laboratorio. Y esa es una de las líneas que estamos intentando.

-¿A partir de qué?

-La mayoría de la investigación de los últimos años trata de convertir una célula adulta de nosotros mismos en una célula madre, porque tiene la capacidad de dar lugar a los 250 tipos celulares del organismo. Se han invertido miles de millones en el mundo y el avance ha sido espectacular, pero nos falta tiempo. Copiar la naturaleza en el laboratorio es muy difícil. Aunque conseguimos algunas células que se parecen a las de la naturaleza, no son idénticas. Ponemos una placa de Petri y añadimos factores al azar para ver si lo logramos. Con suerte la crearemos mañana o podemos estar mil años y no dar con la mezcla de factores adecuada.

-¿Entonces?

-Se nos ocurrió que si la naturaleza lo hace todos los días, y un embrión el 99 % de las veces sale perfecto, por qué no usarla para que haga ese experimento por nosotros. Y metimos las células en un embrión animal. Como una incubadora.

­-En un cerdo, ¿por ejemplo?

- Podríamos utilizarlo en diversos modelos animales de experimentación. El cerdo es quizás el último paso porque tiene un tamaño de órganos muy similar al hombre. Pero usamos otros animales para entender mejor el proceso

-¿Lograrán órganos a la carta?

-Estamos más cerca de obtener células para tratar problemas como la diabetes. Generar un órgano completo humano nos puede llevar un poco más de tiempo. Poniendo células de rata en ratón sí se logran ojos, páncreas de rata. Pero la diferencia evolutiva entre un humano y un cerdo son 100.000 millones de años. Un cerdo tarda 3 meses en gestarse, una persona, 9. La rata y el ratón, 20 y 21 días. Funciona entre animales cercanos evolutivamente, entre los separados nos va a costar un tiempo, pero estoy confiado porque hemos hecho los primeros experimentos y ya tenemos células humanas creciendo en animales. Es una posibilidad.

-¿Hay otras?

-En vez de trasplantar células externas generadas en la incubadora animal o en la placa, reactivar la regeneración endógena que perdemos con el tiempo.

-¿Evitaría el cáncer? ¿O envejecer es el cáncer que, en el mejor de los casos, nos toca a todos?

-Si hoy se curara el cáncer, la media de vida que se lograría en el mundo serían tres años más por persona. Aunque es una enfermedad devastadora, con mucho el envejecimiento es la más importante porque es el mayor factor de riesgo para sufrir cualquier otra enfermedad. Entonces, entender el envejecimiento, enlentecerlo e incluso revertirlo curará enfermedades.

-¿Cómo lograr esa regeneración?

-Al ajolote mexicano le cortas una extremidad o el corazón y lo regenera. No una vez, 10 o 100, y no usa células madre. Usa una un poco más diferenciada, una progenitora codificada para dar lugar a ese tejido concreto. La naturaleza se queda en los progenitores. Nuestra ambición es activar esas. A veces se activan, pero inapropiadamente y dan un cáncer, no el órgano que queremos. Buscamos modular esa activación.

«Veremos una explosión en la curación de 10.000 enfermedades»

De especial interés para Izpisúa es la degeneración cerebral. «Todos tenemos amigos o familia con demencia», dice mientras habla de sus trabajos genéticos.

-Si le hiciéramos una foto para ver las células que se están dividiendo ahora en su organismo, el 95 % ya no lo hace. Son muy pocas en el adulto y el cerebro es el ejemplo más significativo. Entonces, cualquier enfermedad es más probable que se deba a una mutación en una célula que ya no se divide. Hasta ahora no teníamos herramientas para modificar su genoma. Hace un par de meses descubrimos una manera de entrar. Nos ha permitido probar la curación de una enfermedad de las células de la retina, que hacen que el modelo animal, que está ciego, vuelva a ver. Creo que es la primera prueba de concepto que nos va a poder permitir ver en los próximos años una explosión en la curación de las más de 10.000 enfermedades monogénicas que afectan al ser humano. Es la parte en la que estamos más esperanzados.

-¿Qué enfermedades?

-Del ojo, muchas. Trabajamos también en distrofia muscular, en el Huntington, atrofia espinal y muchas enfermedades raras. Ahí sí están bien caracterizados los genes que dejan de funcionar. Porque tenemos que saber qué gen está mal para poder alterarlo y hay muchas en la que todavía los desconocemos.

-No todo depende de los genes.

-Es importantísimo el epigenoma, esas marcas químicas que se van añadiendo a nuestra secuencia de ADN en nuestra interacción con el medio ambiente. El ejemplo más obvio son dos gemelos que tienen los mismos genes, pero al cabo de 50 años tienen enfermedades distintas. El experimento con el que demostramos que los factores ambientales son claves es en el que revertimos el envejecimiento en el modelo animal. Removimos todas sus marcas epigenéticas, sin tocar su genoma, y eso hace que vuelva a su estado primitivo, viva más tiempo y sus órganos se rejuvenezcan. Tendremos más ejemplos de cómo el epigenoma interviene en el envejecimiento y la aparición de enfermedades, incluido el cáncer. Y eso es algo que nosotros podemos controlar, en cierta manera. Si corregimos una mutación en un animal que envejece muy rápidamente, envejece normal, pero hemos tocado su genoma. Si en el mismo animal no corregimos su mutación pero cambiamos su epigenoma, vive el mismo tiempo. El mensaje es: no importa cómo vengamos de fábrica, si arreglamos nuestro epigenoma es como si hubiésemos arreglado el genoma.

-Es decir, la dieta, los tóxicos...

-­Realmente es algo que nos dicen nuestras madres y nos decían nuestras abuelas. Ahora lo vemos en el laboratorio. Sí, hay que cuidarse.

«En España no se educa sobre la importancia de la investigación»

-¿Seguimos buscando la fuente de la eterna juventud?

-Al final eso es lo que tratamos de hacer: revertir la degeneración celular. Si eso nos ayuda a enlentecer el envejecimiento, se atrasará la aparición de la enfermedad. Yo no me atrevería a decir que... Nos vamos a morir igual.

-Gurús de la NASA dicen que la inteligencia artificial nos hará inmortales en el 2045.

-No sé en qué se basan. No hay ningún argumento científico que demuestre que podemos ser inmortales. Cuando cortamos la extremidad o el corazón al ajolote una y cien veces, a pesar de su capacidad extraordinaria de regenerarse, al final se muere.

-Cuando halle la manera de al menos retrasarla, ¿le gustaría que fuese en España?

-Vengo a menudo, me siento muy a gusto y es mi país. Pero no hay educación para saber la importancia que tiene para nuestras vidas la investigación y el desarrollo tecnológico. A nuestros gobernantes en ningún momento se les educó para ello. Aunque tengan la mejor intención del mundo, cuando alcanzan una posición de poder, es muy difícil que haya un apoyo continuado a la investigación.

-¿Claman en el desierto?

-Aunque todos los científicos pedimos atención, creo que no es la manera. Mucho mejor sería a partir de ahora y a largo plazo educar a nuestros hijos para que cuando estén en una posición de decidir, lo hagan. En EE. UU. las personas en la calle dan dinero para la investigación, los gobernantes dan dinero y se preocupan porque así sea. Y no les viene en los genes. Hay que educar a nuestros hijos para que realmente cuando sean mayores sepan de lo importante. Y de lo más importante que hay es la salud.

-¿Cuántas generaciones necesitamos para que así sea?

-Pues si se hace bien... una.