Theresa May cambia el tono

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JUSTIN TALLIS | AFP

Aseguró que «ha habido demasiada tolerancia con el extremismo» y que ha llegado el momento de reafirmar los valores que representa Gran Bretaña como «superiores» a los del islam radical

05 jun 2017 . Actualizado a las 09:57 h.

El atentado del mes pasado en Mánchester, en el que murieron 22 personas, fue más mortífero; el de marzo en Westminster, más simbólico: el terrorista llegó a las mismas puertas del Parlamento. Pero lo que convierte al atentado del sábado en Londres en especialmente grave es el efecto de la acumulación, la sensación de que el terrorismo se está cebando con el Reino Unido metódicamente, con un ritmo infernal.

Eso explica que el tono de Theresa May en su declaración institucional sonase esta vez diferente. Llamó la atención, sobre todo, la mención expresa a la religión musulmana, aunque fuese para referirse a la «maligna ideología del islamismo extremista». Esa mención se había convertido en un tabú retórico para los políticos europeos, tanto por la preocupación de no estigmatizar a la comunidad musulmana como por el temor a alimentar el discurso de los violentos. May, en cambio, decía ayer que «ha habido demasiada tolerancia con el extremismo» y que ha llegado el momento de reafirmar los valores que representa Gran Bretaña como «superiores» a los del islam radical, algo también considerado políticamente incorrecto por muchos.

Parte de la explicación de este cambio léxico es electoral, sin duda. El jueves se celebran unas elecciones generales especialmente importantes para el futuro de Gran Bretaña. Los sondeos, que auguraban una victoria aplastante a los conservadores de May hace apenas unas semanas, han dado un extraño vuelco y, al menos en teoría, ponen ahora al partido laborista pisándoles los talones. Para ganar con claridad, May necesita la mayor parte de los votos del partido antieuropeísta UKIP, que ha perdido atractivo para su electorado una vez logrado el brexit. Y el UKIP intenta ahora promocionarse precisamente como un partido más duro con el terrorismo y la inmigración que los conservadores. Es posible que May esté intentando corregir también la mala impresión que dejó en muchos de sus votantes con su reacción a los dos atentados anteriores. Queriendo dar una imagen de calma y estabilidad, acabó dando una impresión fría y distante, y fue muy criticada por ello, incluso desde dentro de su partido.

Pero descontar este giro de May como electoralismo sería demasiado simple. El electoralismo, al fin y al cabo, no deja de ser un indicador de los deseos del electorado. Y el hecho es que el debate entre la tesis políticamente correcta del multiculturalismo y quienes creen que ha fracasado se ha instalado ya en la sociedad. Al hablar de una Gran Bretaña «plural» en vez de «multicultural», May toma posiciones en lo que ella misma calificó como una «conversación incómoda y difícil» de la sociedad británica.

También el resto de sus propuestas van a resultar incómodas y difíciles de llevar a cabo. Su proyecto de regular Internet y los servicios encriptados de mensajería choca con los intereses de las grandes tecnológicas, que se parapetan en la legislación estadounidense. Su intención de dar más poderes a la policía para prolongar las detenciones preventivas será combatida ferozmente por las organizaciones de derechos humanos. Los programas de vigilancia y cooperación con la comunidad musulmana y sus líderes, que May quiere reforzar, cuentan ya con la hostilidad de una parte de los musulmanes británicos y del partido laborista, que los consideran discriminatorios. Por lo que, sean estas propuestas que May ha hecho para ganar las elecciones o no, el hecho es que ahora va a necesitar ganarlas con mucha rotundidad si quiere poner esas ideas en práctica.