Jordi Canal: «Cataluña nunca ha sido una nación en el sentido político contemporáneo»

Enrique Clemente Navarro
enrique clemente MADRID / LA VOZ

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El historiador, autor de «Historia mínima de Cataluña», sostiene que los nacionalistas han construido un relato falsificado, lleno de mitos y reinterpretado a su medida

06 jun 2017 . Actualizado a las 07:23 h.

Autor de Historia mínima de Cataluña (Turner), una síntesis rigurosa y desmitificadora, especialista en el carlismo, profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, Jordi Canal (Olot, 1964) analiza los mitos y falsedades en que se basa el nacionalismo catalán, a lo que han contribuido «historiadores al servicio de la construcción nacional» y que se han inoculado a través de la televisión y la educación.

Argumenta que «todos los nacionalismos de alguna manera reinterpretan o reescriben la historia para embellecer su pasado, para encontrar sus orígenes lo más lejos posible y lo más glorioso; el nacionalismo catalán no es una excepción, ha favorecido un relato nacional conveniente a sus intereses, falsificado en parte, lleno de mitos o reinterpretado a su medida; eso se viene haciendo desde finales del siglo XIX y ha recogido incluso materiales anteriores de la época del romanticismo, que es cuando en toda Europa nacen esos grandes mitos nacionales».

-¿Cuál sería el gran mito del nacionalismo catalán?

-El mito fundacional es el propio mito nacional, esa idea de que Cataluña es una nación, una de las más antiguas de Europa, mucho más que la propia España, pues ya en torno al año mil estaría construida y constituida como tal y que, por tanto, se merece poseer un Estado. Cataluña nunca ha sido una nación, entendida en su sentido político contemporáneo. Tampoco ha sido nunca Estado. Cataluña primero son condados que se unen, luego forma parte de la Corona de Aragón, que más tarde se une a la de Castilla.

-En ese relato, 1714 tiene un papel fundamental.

-Se ha tergiversado totalmente. En ese relato, es el final del Estado catalán, que en realidad no ha existido nunca, de alguna manera es la nación derrotada, sin entender que esa guerra de 1700 a 1714 no es nacional, sino dinástica, internacional, porque afecta a la mayor parte del territorio europeo. Están implicadas todas las grandes potencias de la época, y no es tampoco, como plantean los nacionalistas, entre Cataluña y España o Castilla. Hay pueblos catalanes que son partidarios de Felipe V y en Castilla los hay de los Austrias. Pretenden leer en clave nacional una guerra que no lo es.

-¿Por qué han arraigado todas estas mitificaciones en buena parte de la sociedad catalana?

-Enraízan porque el nacionalismo acomete procesos intensos de nacionalización desde principios del siglo XX, en los que el relato nacional es una de sus bases, permite decir que somos una comunidad que vivimos desde hace muchos siglos juntos y somos diferentes a los otros, a los castellanos, los españoles o los franceses. Hubo un momento importante de ese proceso a principios del siglo pasado, otro en la II República y muy fuerte a partir de 1980 con los Gobiernos pujolistas, en el que la historia jugó un papel decisivo. Se hizo un trabajo de proselitismo muy importante, sobre todo en la escuela, los medios de comunicación y la televisión. Eso con los años ha ido enraizando y ese relato nacional es algo totalmente interiorizado hoy entre los jóvenes catalanes, porque es lo que se les ha enseñado.

-¿El Estado ha opuesto un contra relato eficaz?

-No. No hay un relato alternativo bien construido del Gobierno, pero la oposición tampoco lo tiene. El federalismo del PSOE en el fondo me parece una propuesta muy hueca, que queda muy bien, pero aún no sabemos en qué consistiría y en qué nos ayudaría a vivir juntos. Y también los intelectuales han desertado. Los independentistas han ganado la batalla del discurso, que sabemos que es falso, pero que en un momento de dificultades funciona. Esos discursos populistas que prometen la felicidad a la vuelta de la esquina siempre acaban funcionando.

«Maragall abrió la caja de Pandora que ahora nos es imposible cerrar»

Jordi Canal considera que hay varios factores que han contribuido a la radicalización de los nacionalistas hasta el punto de que ya planteen la independencia como algo irreversible. En primer lugar, destaca que «el proceso de nacionalización ha tenido éxito, se ha convencido a una parte de los catalanes, se ha educado a los jóvenes con una determinada visión del mundo que da por supuesto que Cataluña es una vieja nación y que merece ser un Estado». Ha sido un proceso lento, que «se ha hecho poco a poco, como mínimo desde 1980». Otro factor es la crisis económica, un escenario en que «ha calado el discurso positivo y triunfador que sostenía que había crisis en Cataluña porque nos roban». Aunque añade que ahora los independentistas lo siguen pensando, pero ya no lo dicen «porque han descubierto que quienes les estaban robando eran los Pujol, los Millet...». El argumento es «nosotros estamos repartiendo nuestra riqueza o nosotros trabajamos mientras los andaluces están perdiendo el tiempo en el bar sin hacer nada». Ese es un «discurso muy populista, que siempre funciona en estas situaciones de crisis y el independentismo del siglo XXI es nacional-populista». Por último, está la crisis del sistema político catalán, que «no es el oasis que nos vendían». Para Canal, «lo que abrió la caja de Pandora que ahora somos incapaces de cerrar fue la reforma del Estatuto que impulsó Maragall, cuando era algo que la sociedad catalana no demandaba, luego el retraso de cuatro años en la sentencia del Constitucional complicó las cosas». Y concluye: si hay declaración de independencia unilateral sería un «desastre absoluto».