Justificaciones falsas para atentar contra la legalidad

Enrique Clemente Navarro
enrique clemente MADRID / LA VOZ

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LLUIS GENE | AFP

El presidente catalán recurre a las mentiras, las medias verdades y el victimismo para sustentar el referendo

10 jun 2017 . Actualizado a las 09:33 h.

La declaración institucional con la que el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, anunció su pretensión de celebrar un referendo secesionista el 1 de octubre contiene falsedades flagrantes y utiliza el victimismo para justificar una votación manifiestamente ilegal, ya que atenta contra elementos básicos de la Constitución. 

«Hemos perseguido el acuerdo, de manera reiterada»

Esta es una de las grandes falacias del discurso independentista. Puigdemont no ha dialogado ni negociado absolutamente nada, lo que ha pretendido desde el principio ha sido imponer la celebración de un referendo para romper con España. Es decir, su posición invariable ha sido referendo sí o sí. Es imposible negociar si una de las partes no admite más que su posición, que además supone una violación flagrante de la Constitución y de la ley. Algo que ni el presidente del Gobierno ni nadie pueden admitir. Pero, además, los independentistas amenazan con una declaración unilateral del Parlamento catalán si no hay referendo. Eso es lo contrario a negociar. 

«Hoy sabemos con más nitidez que no es cuestión de marcos legales»

Precisamente es lo contrario. La Constitución es muy clara al respecto. En su artículo 1.2 señala que la soberanía nacional reside en el pueblo español y en el 2 establece «la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles». Esto quiere decir que prohíbe la celebración de un referendo secesionista, que atentaría contra esos fundamentos básicos de la Carta Magna. 

«En ejercicio del legítimo derecho a la autodeterminación que tiene una nación milenaria como Catalunya»

Esta frase contiene dos falsedades. En primer lugar, el derecho de autodeterminación es para los pueblos sometidos a dominación colonial, según la doctrina admitida de las Naciones Unidas, lo que obviamente no es el caso de Cataluña, una comunidad autónoma que goza de amplias competencias dentro del Estado español. En segundo término, Cataluña no ha sido nunca una nación en el sentido político, como sostienen los historiadores más rigurosos, pero los independentistas han construido como mito fundacional de su relato nacional que lo es desde el año 1000. 

«Lo hemos explicado en todo el mundo, en Londres, Bruselas, París, Boston, Washington, Nueva York, Madrid»

Es cierto, pero lo que no dice Puigdemont es que la acogida en todos los centro de poder europeos y estadounidenses ha sido un fracaso total. Tampoco cuenta que varios dirigentes comunitarios han dejado claro que una Cataluña independiente quedaría fuera de la Unión Europa. En Madrid también ha explicado su plan, pero no donde debería haberlo hecho, que es el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional, que reside en el pueblo español. El Gobierno le ha hecho el ofrecimiento, pero Puigdemont se resiste a acudir. 

«El conflicto político que existe entre Catalunya y el Estado español»

Puigdemont, en una típica jugada nacionalista, toma como un todo a Cataluña, en una manifiesta manipulación. En segundo término, si existe ahora mismo un conflicto político se debe en un altísimo porcentaje a los independentistas, que pretenden saltarse por la bravas las normas democráticas en un desafío ilegal que está fracturando a la sociedad catalana. En cualquier caso, todo conflicto se puede solucionar dentro del marco legal, mediante el diálogo y no con la imposición. 

«Una única institución constitucional, fuertemente politizada, con miembros caducados y comprometidos con el partido político que hoy gobierna el Estado, fue suficiente para acabar con el diálogo, el pacto y el acuerdo»

Se refiere a la sentencia que dictó hace siete años el Tribunal Constitucional que recortó sustancialmente el Estatuto de Cataluña, que había sido aprobado en referendo por los catalanes. Es indudable que el fallo llegó muy tarde y que fue un error enmendar la plana a lo que habían votado los ciudadanos. Pero basar algo tan grave como es la separación de España en una sentencia que, como todas, es opinable, no se sostiene. Además, siempre cabe la posibilidad de volver a reformar el Estatuto de Autonomía para aumentar el autogobierno de Cataluña que vaya unida a una reforma constitucional.

«Venimos, pues, de una larga y decepcionante colección de noes por parte del Gobierno español y de las Cortes generales a todas las propuestas»

Puigdemont recurre una vez más al victimismo. En primer lugar, si fuera cierto, que no lo es, no justificaría ni la celebración del referendo ni mucho menos la declaración unilateral de independencia. Pero es que Cataluña, como las demás comunidades, está en condiciones de negociar lo que considere oportuno, aunque siempre será más difícil de conseguir si se hace bajo la amenaza de saltarse la ley.