De Guindos a Ron: «Los fantasmas siempre vuelven»

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María Pedreda

La solución para el Popular estaba prevista para este fin de semana. Pero la quiebra se precipitó ante la retirada masiva de depósitos

11 jun 2017 . Actualizado a las 09:30 h.

La solución para el Popular estaba prevista para este fin de semana. Pero la quiebra se precipitó ante la retirada masiva de depósitos. El ministro de Economía, Luis de Guindos, le había hecho a Ángel Ron, el que fue presidente de la entidad, una advertencia: «Lo problemas bancarios son como los fantasmas de los dramas de Shakespeare, o se atajan o reaparecen». Y así ocurrió. El telón del teatro en el que se representaba El fantasma del Popular se bajó esta semana justo antes de tirar por la borda a miles de pequeños accionistas. En esta obra de terror cuentan que De Guindos y Ron tuvieron un papel estelar. En el primer acto se explica que la crisis comienza a gestarse cuando el banco inicia una etapa de crecimiento en créditos hipotecarios y mantiene su posición como referente para las pequeñas y medianas empresas del país. El equipo de Ron comienza entonces una carrera frenética para proteger al banco de esas hipotecas fantasmagóricas a través de beneficios; y, una vez que estos se acaban, han de tirar del capital de la entidad, con lo que el valor del banco se deteriora. En paralelo, y en ese primer acto, el Gobierno y el Banco de España comienzan a pedir ofertas por el Pastor, en jaque también por los créditos hipotecarios. Ron saca pecho y lo adquiere. Y lo hace solo tres meses antes de que De Guindos lance los decretos que obligan a provisionar más y más los activos inmobiliarios. Entonces se ve cómo baja el telón mientras Ron se hace una pregunta: «¿Por qué el ministro me traicionó y no me avisó de que iba a poner en marcha esta legislación perniciosa?»

El segundo acto comienza con un funcionario repartiendo ayudas públicas a los bancos que se habían quedado con cajas de ahorros. En una esquina del escenario se ve a Ron. Suda mientras recuerda cómo intentó quedarse con Caixa Catalunya -podría de esta manera tener ayudas públicas- y «se lo impiden», dice la voz en off que hace de hilo conductor. Comienzan los test de estrés y Ron se entera de que a la entidad le faltan 3.000 millones a través de un periódico que pertenece a un grupo editorial del que De Guindos era consejero editorial. En esa misma semana Isidro Fainé, máxima referencia de La Caixa catalana, se le acerca y lo intenta seducir. En un momento dado le susurra al oído: «Te faltan 3.000 millones». En este escenario el Popular diseña su primera ampliación de capital de 2.500 millones. El consejo, que comienza a dividirse, dice que es suficiente. De Guindos, mientras, sigue intentando que el banco utilice ayudas públicas y sirva de moneda de cambio. Entonces aparece en escena un hombre próximo al ministro y le propone a Ron la absorción de BMN con ayudas públicas. Ron la rechaza y comienza a pensar que el ministro lo apuñala. Los mexicanos presentes en el consejo buscan una fusión. No la consiguen. La acción sufre en Bolsa, mientras siguen los navajazos entre accionistas. Se pone en marcha una nueva ampliación y se propone engullir a Unicaja. El consejo no quiere. Ron recibe una amenaza: «Yo seré más pobre, pero ni tú ni el banco vais a aguantar la presión que haré», le dice un miembro del consejo. Las intrigas se agolpan en el escenario. Se habla de una fusión con Bankia y se pierden 3.000 empleos por el camino. Llega Emilio Saracho después de que el Banco de España no respalde a Ron. Viene para vender la entidad. En ese momento hay varios fondos de inversión (dos de ellos movidos por máquinas) jugando a la baja con el precio de la acción. Santander y BBVA están al tanto de todo lo que ocurre. La situación se desbarata. El banco deja de tener valor y Bruselas se estrena con su liquidación. De Guindos aplaude. Fin del espectáculo.