Iglesias solo consigue con la moción recibir ataques desde todos los frentes

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

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BENITO ORDOÑEZ

Rajoy rompe el guion al replicar la dura intervención de Montero y convierte el debate en un duelo con el candidato

14 jun 2017 . Actualizado a las 08:32 h.

«Usted no puede ser presidente, porque un Gobierno suyo sería letal para el Estado del bienestar y para el modelo de convivencia». «Usted va a pasar a la historia como el presidente de la corrupción». Mariano Rajoy y Pablo Iglesias convirtieron ayer la moción de censura presentada por Podemos en un ejercicio de mutua demolición personal. Durante un maratoniano debate marcado por las larguísimas intervenciones del secretario general del partido morado y de su número dos, Irene Montero, el jefe del Ejecutivo y quien ayer se examinaba para tratar de arrebatarle el cargo pintaron dos Españas antagónicas. Una, la de Iglesias, tenebrosa y en estado de «excepcionalidad», infestada en todos sus poderes e instituciones por la corrupción del PP, injusta en lo social y con sus libertades recortadas. Otra, la de Rajoy, para quien la recuperación económica no solo es un hecho sino un ejemplo para el mundo, en la que los principales problemas del país están razonablemente encauzados y las instituciones «funcionan». Pero, más allá del enfrentamiento personal, la sesión constató el fracaso de la moción de censura. Lejos de obtener el respaldo mayoritario que solicitaba, Iglesias recibió ataques de todos los grupos, incluidos aquellos que critican al Gobierno de Rajoy, y hasta algún reproche de los dos únicos partidos que anunciaron que le darán su apoyo: ERC y Bildu

Romper el guion

Respuesta a Montero. Tratando de romper el ritmo a su adversario, el líder del PP subió a la tribuna para responder a las primeras de cambio al discurso de Irene Montero, sin esperar a escuchar a Iglesias. En una durísima intervención, la portavoz de Podemos había repasado uno por uno los casos de corrupción que afectan al PP para concluir que supone «una vergüenza» que gobierne en España. La respuesta de Rajoy fue descalificar una moción de censura «chusca» presentada contra un Gobierno que solo tiene «siete meses de vida», y el tono tremendista utilizado para defenderla, asegurando, en clave irónica, que en ese tiempo «no ha tenido tiempo material de llevar a buen término las tropelías» que Podemos les atribuyen.

Frente a la situación de emergencia política y económica de la que habló Montero, Rajoy repasó uno por uno los buenos datos económicos que, a su juicio, demuestran la recuperación. Recordó que la moción se presentó sin que hubiera todavía un candidato, con el único argumento de «sacar al PP del Gobierno» y sabiéndola de antemano condenada al fracaso. «Para perder, cualquier candidato vale, incluido usted», le espetó a un Iglesias que aún no había tomado la palabra.

Cuando lo hizo, durante tres horas seguidas, el líder de Podemos dejó clara también desde el inicio su estrategia. Utilizó un tono presidenciable, más moderado de lo habitual en él, y emplazó al PSOE a un «entendimiento» para sacar al PP del Gobierno, pero dejando fuera de ese acuerdo a Ciudadanos. Una fórmula que pasaría necesariamente por el apoyo a ese pacto de los partidos independentistas. «En el pasado no nos entendimos, asumo los errores que pude cometer, ustedes asuman los suyos», dijo, en lo más cercano a una autocrítica que se le escuchó. 

Iglesias «presidenciable»

Más ataques que propuestas. Pese a que ayer era él quien se examinaba, y a que el reglamento le obligaba a defender un programa de Gobierno, Iglesias dedicó la mayor parte de su tiempo a atacar a Rajoy y al PP repitiendo, en tono más sereno, el alud de reproches por la corrupción que había lanzado su compañera. «España no puede permitirse más que las instituciones estén copadas por corruptos», dijo el líder de Podemos, que llegó a cuestionar la legitimidad de Rajoy como presidente del Gobierno por haber obtenido menos votos en las elecciones que los de todos los demás partidos juntos. 

Frente a ello, se presentó como una garantía de limpieza democrática. «Seguro que haremos cosas mal, pero no robamos», afirmó. Dejó para la parte final de su discurso sus propuestas en materia económica, fiscal y de regeneración que, según dijo, no son ideológicas´, sino «transversales» y capaces de ser asumidas por todos los partidos, pese a suponer un fuerte aumento del gasto público. Para pedir el apoyo de la Cámara a su candidatura a la presidencia se presentó en todo momento como el representante de «la gente» y de «los de abajo» frente a unas élites económicas que tienen al PP a su servicio y una oligarquía empresarial que no paga impuestos y vende al extranjero los recursos del país. 

Rajoy, al contraataque

Al cuello de Iglesias. El líder del PP, que había utilizado su primera intervención para descalificar la moción de censura, dedicó su cara a cara con Iglesias a desacreditarlo personalmente como posible presidente, tirándose directamente a su yugular y exigiéndole constantemente, sin éxito, que aclarara si cree o no en la soberanía nacional, en referencia al desafío independentista catalán. «Su devoción por la política como mero espectáculo le inhabilita. Usted divide el mundo entre buenos y malos», le dijo a su oponente, al que acusó de emplear la moral «como un estropajo» y de tener «una vocación moral abrasiva». Una y otra vez insistió el presidente del Gobierno en que el problema de Podemos y de su líder es que «para prosperar» necesitan «que las cosas vayan mal». «Cuanto peor, mejor», precisó, y por ello les molesta que las cosas vayan bien y que la economía mejore. Le acusó de cambiar constantemente de discurso en función de sus intereses electorales y de ser «poco fiable» para la mayoría de los españoles «Yo no sé si alguien con tantos amigos en la cárcel es muy de fiar», le contestó Iglesias tras una inacabable duelo de réplicas. 

Hoy, la votación

Fracaso de la moción. Rajoy le echó en cara declaraciones en las que cuestionaba el sistema democrático y hasta el Parlamento que, según recordó, es para Iglesias «un lugar para montar el pollo», lo que le descalifica como presidente. «No le veo merecedor de ese honor, ni a España de ese castigo», le espetó. Lo extenso del debate, que superó las doce horas, impidió que intervinieran los portavoces del PSOE y de Ciudadanos y dejó también para hoy la votación final que constatará el fracaso de la moción.