La Comisión Europea y Bélgica libran una guerra por las patatas fritas

C. P. BRUSELAS / CORRESPONSAL

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La UE quiere reducir los niveles de acrilamida, sustancia cancerígena, en las «frites» belgas, cereales y café

21 jun 2017 . Actualizado a las 07:11 h.

La guerra por las frites está servida. Así se lo hizo saber esta semana el ministro de Turismo belga, Ben Weyts, a la Comisión Europea después de que el Ejecutivo comunitario manifestase su deseo de imponer medidas para reducir la presencia de acrilamida en la comida. Esta sustancia cancerígena aparece de forma espontánea en alimentos ricos en almidón cuando son cocinados a altas temperaturas, como las famosas patatas fritas belgas, French fries, para la Comisión. «Europa está poniendo en peligro nuestra cultura y nuestro rico patrimonio gastronómico (...) Sería un crimen», advirtió por escrito Weyts al comisario de Salud, Vytenis Andriukaitis. Como no podía ser de otra forma, los belgas han puesto el grito en el cielo y han salido en pelotón a defender sus patatas: «Son típicas de Bélgica, ¡No son francesas!», se queja un ciudadano flamenco en la web donde la Comisión Europea mantiene abierta la consulta pública, ignorando por completo los argumentos sanitarios sobre los que se apoya la institución. La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria confirmó en el 2015 que el consumo de acrilamida aumentaba el riesgo de padecer cáncer y se mostró preocupada por la creciente exposición, sobre todo de los más jóvenes, a esta sustancia. 

El enemigo silencioso

Pero, ¿qué plantea la UE concretamente? Andriukaitis quiere imponer un Código de Conducta, pautas obligatorias a los restauradores para que no superen determinados umbrales de este químico en fritos, cereales, galletas y cafés. «No tenemos intención de prohibir las patatas fritas belgas o de otro tipo (...) Les frites c´est chic», aclaró en tono de humor el portavoz de la institución, Margaritis Schinas. Sin embargo, la propuesta solicita abiertamente que se evite la doble fritura de alimentos. Weyts cree que la nueva legislación puede desvirtuar la forma en la que se cocinan las patatas. La tradición manda en Bélgica, donde los expertos friteros las pochan inicialmente a 140-160 grados. Las dejan reposar 30 minutos y las vuelven a freír a 180 grados con grasa animal. A diferencia de otros países como Francia o España, aquí se pasan dos veces por la freidora, multiplicando el riesgo de aumentar el volumen de acrilamida, el enemigo silencioso de los cocineros belgas.