El lucense que confesó el crimen de Huesca torturó a la niña antes de matarla

Miguel Cabana
Miguel Cabana LUGO / LA VOZ

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Su sobrina tenía heridas antiguas por todo el cuerpo y una tibia rota que soldó sola

10 jul 2017 . Actualizado a las 17:22 h.

El asesinato en Sabiñánigo (Huesca) de la niña Naiara Abigail Brione, de 8 años, que era hijastra de un hombre nacido en Lugo y fue asesinada por un hermano del padre, Iván P. P., parece un caso grave de torturas continuadas con resultado de muerte.

El asesino, de origen lucense, entró en prisión sin fianza en la madrugada de ayer domingo tras declarar en el juzgado de Jaca. Aunque se mantiene el secreto de sumario, todo apunta a que el agresor confesó la muerte de su sobrina. Pero lo más grave es lo que se va conociendo a partir de los datos de la autopsia, que ha publicado el periódico El Heraldo de Aragón. Según estas informaciones, la niña no solo tenía una herida muy grave en la cabeza y un brazo roto que no parecían haberse producido por una caída por las escaleras, como dijo su tío, sino que respondían a lesiones provocadas. Pero aún es más grave que el cuerpo de la menor presentara erosiones anteriores en varias partes del cuerpo, como las rodillas, que indican que pudo pasar largas horas arrodillada o tirada en el suelo. Además, tenía marcas de ataduras en tobillos y muñecas que sugieren que había permanecido atada largo tiempo, y quizá no solo antes de su fallecimiento, sino también tiempo atrás. Dos primas que estaban en la casa de los hechos ese día, porque vivían con la abuela, declararon ante la Guardia Civil que Iván P. P. había tenido encerrada en la mañana del jueves a su sobrina en una habitación durante tres horas, desde las ocho hasta las once.

Todo ello apunta a que el presunto asesino no solo golpeó hasta la muerte a la niña el jueves, sino que habitualmente la torturaba y por eso tenía tantas marcas en el cuerpo, fruto de viejas lesiones.

La peor de todas, revelada por la autopsia, es que hace algún tiempo sufrió la rotura de una tibia, y de ello no fue atendida ni consta ningún parte médico. Es decir, la niña sufrió una rotura de ese hueso y no fue curada por ningún médico -lo que suele ser habitual en caso de agresiones silenciadas por miedo- , y finalmente el hueso acabó cicatrizando solo con el paso del tiempo, dejando una huella en la soldadura.

Por ahora, en la investigación no parece que se haya encontrado ningún indicio de violencia sexual en las torturas y vejaciones de la niña por su tío, pero lo que parece claro es que sufría agresiones y golpes y que permanecía encerrada en habitaciones durante horas sin que nadie supiese de esa situación y sin que nunca lo hubiese denunciado.

Herida en la cabeza que hubiera curado si no hubiera tardado la ayuda

El hecho de que Iván P. P. tardara desde las once de la mañana del jueves (hora a la que parece que ya había agredido a la niña) hasta las cuatro de la tarde en llamar a la ambulancia hizo que Naiara entrara en parada cardiorrespiratoria. Cuando llegaron a las cuatro de la tarde, los servicios de emergencia hicieron todo lo posible para devolverle las constantes vitales y lo consiguieron, y por eso llegó al Hospital de Zaragoza. Pero tenía una gran herida y un hematoma en el cerebro que finalmente hicieron que ya no pudieran operarla con éxito en la madrugada del viernes, y por eso falleció. La autopsia reveló que, si el agresor hubiese llamado cuando le produjo las heridas, la niña habría tenido más posibilidades de salvarse.

Este comportamiento tan macabro de este guardia de seguridad hijo de lucenses lleva camino de convertirse en un crimen en el que además de culparle de la muerte le pueden aplicar agravantes de tortura con ensañamiento y denegación de auxilio.

El agresor tardó horas en llamar a la ambulancia y la muerte fue inevitable

Uno de los detalles que trascendieron es que el agresor llamó a la ambulancia a las cuatro de la tarde del jueves diciendo que la niña se había caído por la escalera, pero todo indica que las lesiones se produjeron antes de las 11 de la mañana, por lo que declararon las primas de la víctima. Iván P. P. aseguró que le dolía la cabeza por la mañana y se metió en cama hasta que a las cuatro se dio cuenta del accidente. Por tanto, desde las 11 hasta las 16 horas no llamó a la ambulancia, y eso fue fatal para la niña.