El cuento de hadas de un coleccionista

Sara R. Estella PEKÍN

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Sara R. Estella

El dueño del mayor museo chino de coches empezó sirviendo fruta a Mao

07 ago 2017 . Actualizado a las 07:54 h.

Amanece y, como cada día, Luo Wenyou limpia con mimo cada uno de los más de doscientos coches clásicos que colecciona. Comprueba que los motores arranquen y que las luces funcionen, como si fueran a revivir las escenas históricas que han protagonizado. En el caprichoso museo que ha montado a las afueras de Pekín con sus adquisiciones, el visitante puede revivir los últimos cuarenta años de la historia de la segunda potencia económica mundial.

Entre las joyas que se exhiben destaca una enorme limusina, única en el mundo, que se fabricó para Mao pero que el considerado padre de la China moderna no llegó a estrenar porque murió antes. Luo la muestra orgulloso e incluso nos invita a sentarnos en el asiento reservado para el Gran Timonel. «Tenía teléfono y una televisión, algo inusual en aquella época», señala Luo a La Voz haciendo hincapié en los lujos de un vehículo diseñado en los años setenta, cuando China estaba inmersa en la traumática Revolución Cultural (1966-1976).

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«Tuve que hacer muchos viajes para conseguir que me vendieran esta limusina, pero en uno de esos viajes descubrí otro automóvil precioso que Mao regaló al Dalái Lama cuando las relaciones eran buenas», cuenta este apasionado de los coches. Sin embargo, este vehículo no está expuesto porque, según él, «hay historias que es mejor que uno se las guarde para sí mismo», en referencia al conflicto que hoy en día mantienen China y el Dalái Lama en torno al Tíbet.

La furia de los millones de guardias rojos que durante la revolución cultural cargaron contra cualquier signo burgués y contra los intelectuales también está documentada aquí. Un impresionante coche negro de la marca Hongqi (traducida como «bandera roja») conserva las ventanas de atrás agrietadas. «Era el coche del expresidente chino Liu Shaoqi y cuando cayó en desgracia los guardias rojos intentaron agredirle y rompieron las ventanillas del coche», indica Luo.

El siguiente tesoro es un descapotable con asiento regulable «para que los líderes parecieran más altos» y que se utilizó en los multitudinarios desfiles que en los años sesenta tuvieron lugar en la plaza de Tiananmen. «Fíjate en el volante, tiene un girasol que significa que todos miran al Sol, que era Mao», precisa risueño.

Un futuro prometedor

Se podría decir que la historia de Luo Wenyou es lo más parecido a un cuento de hadas contemporáneo. Compró su primer coche en 1979, un FSO Varsovia azul, una rareza para aquella época. «Pude acceder a todos estos coches porque mi familia era acomodada. Mi padre trabajaba con oficiales de las élites y fue quien me consiguió mi primer trabajo, como repartidor de manzanas en Zhongnanhai (la casa presidencial china)», explica el coleccionista.

«Tuve la oportunidad de ascender y tener un buen puesto en el Ministerio de Seguridad pero lo rechacé. Preferí seguir conduciendo para enterarme de los coches que se retiraban y que yo podría coleccionar», asegura Luo.

Cuarenta años después, la apertura económica supuso un punto y aparte en la historia de China, convirtiéndola en el mayor mercado automovilístico del mundo. Sin embargo, en el enorme hangar en el que Luo tiene su museo parece que el tiempo se detuvo en la era Mao.