40 años de la llegada de Tarradellas: De la recuperación de la autonomía a su puesta en peligro

Carlos Punzón
C. Punzón REDACCIÓN

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Con su «¡Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!» desde el balcón del Palau, el presidente en el exilio recuperaba el autogobierno de los catalanes

24 oct 2017 . Actualizado a las 07:27 h.

Tan solo hace nueve días, Carles Puigdemont, gran parte de su Gobierno, la presidenta del Parlamento autonómico y miembros de la mayoría de los partidos de la Cámara catalana acudían al cementerio de Montjuich a rendir homenaje a Lluís Companys y agrandar más que nunca la figura del presidente fusilado hace 77 años en el barcelonés castillo de Santa Eulalia. Puigdemont glosó su legado y lo definió como clave en la historia del autogobierno catalán.

Otra figura fundamental para la historia del catalanismo, y sobre todo para la recuperación de la Generalitat y con ella de la extensión del autonomismo al resto de España, no ha recibido el mismo trato. Ayer se cumplieron 40 años del regreso desde el exilio de Josep Tarradellas, que con su «¡Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!» proclamado desde el balcón del Palau, recuperaba el autogobierno para los catalanes.

Solo el consejero de la Presidencia, Jordi Turull, asistió por la noche como única representación de la Generalitat a un discreto acto en la iglesia de Santa María de Cervelló, pueblo en el que nació el president.

El semblante pensativo y sonriente de Tarradellas, cuando se reivindica una mayor cuota de autogobierno, es visible poco más que en una fotografía en la entrada de la sede de la Diputación de Barcelona. Una exposición monográfica, un congreso y un acto celebrado en marzo pasado sirvieron para recordar este año a Tarradellas y a Puigdemont para alabar su coraje como modo de asegurar que su generación está preparada para «adoptar decisiones de alta política».

Ayer no hubo ningún recuerdo por parte de Puigdemont. La duras críticas de Tarradellas a Pujol, a quien acusó de encabezar una «dictadura blanca», y el hecho de que la autonomía se reactivase tras un pacto con Adolfo Suárez hacen que ahora sea una figura apartada por el oficialismo catalán. La amistad trabada con el rey Juan Carlos, a quien visitó en su regreso antes de llegar a Barcelona, acabó por alejar a los que ahora lo ven como excesivamente complaciente con «el Madrid político» y con el encaje de Cataluña en España, que siempre defendió desde un Gobierno autonómico exigente.