Condenada a devolver 320.000 euros de un décimo premiado que cobró tras encontrárselo

Enrique Gómez Souto
enrique g. souto LUGO / LA VOZ

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Óscar Cela

La mujer, una lucense de 67 años, asegura que compró el billete, que obtuvo el gordo de Navidad en el 2014

03 nov 2017 . Actualizado a las 22:36 h.

«Yo lo compré y quiero que todo esto quede claro antes de morir». Lo dice la lucense Rosalía R. F., de 67 años, a la que la Audiencia de Lugo le desestimó el recurso que presentó contra la sentencia del juzgado de lo penal número 2 de Lugo que la obliga a devolver 320.580 euros de un décimo de la lotería de Navidad del año 2014 premiado con el gordo. Los jueces entienden que encontró el décimo y lo cobró como si fuese suyo. Esta mujer, que dice que sufre una depresión, afirma también que ha tenido que cerrar el bar que regentaba porque no está en condiciones de atenderlo. Asegura que no tiene el dinero. La sentencia incluye el pago de una multa de 1.080 euros.

La resolución de la Audiencia desestima el recurso de apelación y confirma la condena por apropiación indebida del décimo, cuyo extravío había sido denunciado por otra mujer.

La sentencia del Juzgado de lo Penal, ahora ratificada por la Audiencia, consideraba probado que la mujer a la que considera dueña del billete premiado adquirió siete décimos de la lotería de Navidad para el sorteo del 22 de diciembre del 2014, del número 13467, serie 1 y fracciones de la primera a la séptima, en la administración de loterías de la plaza de Santo Domingo de Lugo. En fecha sin determinar, pero entre los días 18 y 21 de diciembre, extravió el décimo de la fracción 7, al que le había escrito por detrás, a lápiz, el nombre Inés. El décimo estaba premiado con 400.000 euros, de los que hay que descontar la retención para Hacienda; de ahí que, en concepto de responsabilidad civil, a la mujer se le imponga la devolución solo del neto, 320.580 euros. La Audiencia da por buena la interpretación de la prueba que hizo el juez de lo penal, que descartó que el décimo en cuestión fuese sustraído. Igualmente, en el juzgado de instancia se consideró «improbable en extremo» que la condenada a devolver el premio, hubiese adquirido el décimo. Llegó a la conclusión de que «la única solución plausible y evidentemente lógica en el presente caso es que la acusada lo encontrara perdido».

Rosalía R.F. dice que se encuentra muy mal a causa de este asunto: «Pillé una depresión, no duermo de noche». Y sostiene con rotundidad, como hizo al conocer la sentencia que recurrió sin éxito: «Yo lo compré».

«Qué delito cometí»

Insiste en que el décimo lo adquirió en la administración de loterías de las galerías de Santo Domingo y que, como no había números terminados en 13, compró el que después resultó premiado porque empezaba por 13. Pese a las resoluciones judiciales, esta mujer se pregunta: «Qué delito cometí». Insiste en que quiere «que se haga justicia». Para dejar claro que está dispuesta a todo para que resplandezca su verdad asegura que, si hace falta, irá a gritarla «a la Puerta del Sol». Esta mujer se hace las mismas preguntas que se hizo cuando conoció la sentencia del Juzgado de lo Penal. Una de ellas, por qué la denuncia por la pérdida del décimo fue presentada después del sorteo y no antes. También sostiene que ella compró el décimo y que no tenía nada escrito por detrás.

Rosalía R. F. habla con tono de desesperación. Expone con firmeza los mismos argumentos que utilizó cuando en el mes de junio pasado se conoció la sentencia que la obligaba a devolver el importe del premio del décimo de lotería que otra mujer denunció haber extraviado. Pero ahora, con la desestimación de su recurso ante la Audiencia lucense, su estado de ánimo ha empeorado, o al menos eso parece.

Asegura que gastó todo el dinero del premio. Un parte en la liquidación de un crédito que tenía pendiente, y la otra en obras realizadas en su casa y en el restaurante que regentaba en la carretera de A Fonsagrada, en Castelo. No hizo, dice, ni un solo viaje ni gastos suntuarios con ese dinero.

Rosalía emigró a Venezuela en 1967. Allí tuvo con su marido una fábrica de zapatos. Ambos regresaron a Lugo y montaron un bar. En el año 2009 enviudó y decidió cerrar el restaurante. Y desde entonces se dedicó a cuidar personas mayores.